Los Urales del Norte albergan un increíble monumento geológico: siete pilares de roca de 30-42 metros de altura. Esta especie de ídolos de piedra de forma extraña es todo lo que queda de una antigua cadena montañosa que fue erosionada durante millones de años por los vientos cortantes, las precipitaciones y las heladas. Los pilares sobrevivieron gracias a su robusta columna vertebral de cuarzo.
El lugar tiene varios nombres: “Manpupuner”, “Columnas de intemperie”, “Bolvano-iz”, o “Bloques de Mansi”, mientras que los lugareños simplemente los llaman “ombligos”. Dicho esto, estos “locales” se encuentran muy lejos de este enclave. Uno de los lugares más inaccesibles de Rusia, Manpupuner está situado en la reserva natural de Pechoro-Ilichski de la República de Komi, en la frontera con el territorio de Perm y la región de Sverdlovsk, a decenas de kilómetros del asentamiento humano más cercano.
Traducido del idioma mansi, “Manpupuner” significa “pequeña montaña de ídolos”. Una hermosa y misteriosa leyenda cuenta su origen. Los Mansi creían que la montaña sobre la que las rocas se erigen ahora es tierra sagrada. A nadie se le permitía ir allí. Pero un día, siete gigantes vinieron desde lejos para destruir al pueblo Mansi. Ascendieron por el monte y fueron, literalmente, petrificados por los dioses.
En 2008, por votación nacional, Manpupuner fue elegido como una de las “siete maravillas de Rusia”- junto al lago Baikal, el Valle de los Géiseres en Kamchatka, la Catedral de San Basilio, y otros.
El Everest de los Urales
Debido a su belleza y a su prístina vida salvaje, Manpupuner es uno de los lugares más populares para los turistas de las zonas vecinas, que vienen aquí a conquistar el “Everest de los Urales”. No todo el mundo es capaz de lograrlo, y se aconseja a los principiantes que no lo intenten.
Iván Péchischev, un profesor de la Universidad Estatal de Perm, intentó por primera vez conquistar el Manpupuner hace 20 años, inmediatamente después de terminar la escuela. Antes, había practicado turismo extremo durante 4-5 años.
El trayecto de 180 km desde la región de Sverdlovsk requiere 6-7 días de caminata en un solo sentido. Sin embargo, el caprichoso clima de los Urales arruinó todos sus planes cuidadosamente trazados: la fuerte e incesante lluvia hizo que el grupo de Iván tuviera que regresar después de haber recorrido dos tercios del camino.
Al año siguiente, Iván y su equipo decidieron intentarlo de nuevo. “Nos adelantamos a lo previsto, cargados de adrenalina. En la aproximación a la meseta, hacíamos el doble del kilometraje normal. Ya era tarde y estaba oscuro cuando subimos la pendiente hasta el nacimiento del río Pechora, y ni siquiera nos detuvimos para tomar un respiro a la mañana siguiente. Y ahí estaba, el Manpupuner, detrás de una montaña baja. Al día siguiente llegamos a los pilares de piedra y los abrazamos, sonriendo al viento y a la lluvia porque lo habíamos logrado”, recuerda Péchischev.
Poder de la naturaleza, y pensamientos sobre la eternidad
Iván considera a Manpupuner como una fuerza de la naturaleza, un lugar que quiere que regreses: “La belleza de los Urales no guarda pretensiones, no hay colores brillantes ni picos nevados. Pero los arbustos de tundra enana, las flores silvestres, la cresta de los Urales y las solitarias rocas crean unas vistas asombrosas”.
En palabras de Iván, los pensamientos místicos corren involuntariamente por la mente de uno nada más ver los pilares. Empiezas a creer en espíritus y leyendas. “Los geólogos tienen una explicación racional de cómo aparecieron estos pilares, pero yo no soy geólogo, y me parece más bien un milagro”, dice Péchischev.
Al regresar a Manpupuner después de 20 años, experimentó una sensación de eternidad: “Ya eres una persona diferente, tienes una familia e hijos, pero estos pilares de piedra siguen ahí. El clima es igual de cambiante: el sol da paso a la lluvia, y la lluvia al sol”.
Cómo llegar allí, y cuándo ir
Para llegar a Manpupuner, primero debe obtener un permiso de la reserva natural. La mejor época para hacer senderismo es agosto, pero algunos turistas van a ver las rocas en febrero-marzo, cuando el primer sol de primavera está en lo alto y la nieve cruje bajo los pies. En esta época del año, se puede llegar a Manpupuner con una motonieve.
Hay dos principales caminos para llegar a los pilares sagrados: la ruta “clásica”, tal como la recorre Péchischev, comienza en la región de Sverdlovsk (desde la ciudad de Ivdel) y tiene 180 km de longitud. El camino es interesante en sí mismo, pues pasa por algunos lugares muy pintorescos, incluido el infame paso de Diátlov, donde en febrero de 1959 murieron misteriosamente nueve turistas. Sin embargo, según Ivdel, el paso es ahora un lugar turístico, por lo que no sintió ningún tipo de horror misterioso allí abajo.
Muchos turistas combinan el viaje de regreso con el rafting, lo que da a las piernas un descanso muy necesario.
La otra forma es desde la República de Komi. La ruta de senderismo es más corta y más fácil, pero la logística es más complicada: primero se toma un tren desde Salejard hasta la ciudad de Triniti-Pechorsk, luego un coche o un autobús hasta el pueblo de Yaksha, donde se puede encontrar un barco y navegar casi 200 km a lo largo del río Ilich. Desde allí a Manpupuner, son “sólo” 38 km a pie.
Mientras tanto, para aquellos que no encuentran nada romántico de las excursiones de varios días, siempre existe la posibilidad de ahorrar tiempo y sudor utilizando un helicóptero. Los vuelos parten de la ciudad de Nirob en el territorio de Perm, y no tardan más de una hora en llegar. Esta aventura te costará 42.000 rublos (663 dólares) por persona, e incluye el traslado en autobús desde Perm.
Rocas que permanecen para siempre en el corazón
En 2019, Iván Péchischev viajó una vez más a Manpupuner, esta vez usando la opción del helicóptero. Después de tantas experiencias, estaba ansioso por mostrar este lugar de poder y belleza natural a su esposa. “Pensé que después de visitar la meseta por segunda vez con comodidad, no me apetecería volver. ¡Pero me equivoqué! Vi las rocas cubiertas de musgo, los abedules enanos y los sauces, los colores discretos de la tundra de la montaña, respiré el aire húmedo, entrecerré los ojos al viento y me di cuenta de que debía volver”, admite.
Iván ya está planeando su próximo viaje de senderismo a Manpupuner para cuando sus hijos alcancen la mayoría de edad. “Cuando llegas a Manpupuner después de un duro esfuerzo, esto se convierte en una recompensa que vive en tu corazón para siempre. Cuando caminas durante días y al final llegas, te das cuenta de que es el mismo ‘Everest’ y sientes la misma emoción que antes”, dice.
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