“Recientemente ha aparecido por Moscú gente completamente desnuda con brazaletes en los que se lee ‘¡Abajo la vergüenza!’ Se ha visto a un grupo subiéndose al tranvía. El tranvía paró y la gente estaba indignada”, escribió Mijaíl Bulgákov en su diario en 1924. Unos 15 años antes, las mujeres no podían ni pensar en ir con un vestido por encima de las rodillas. ¿Cómo tuvieron lugar estos cambios?
La sociedad rusa anterior a la revolución, sobre todo en las capitales, no era muy puritana. Un soldado nacido a finales del siglo XIX recordaba que “a la edad de diez años ya había sido expuesto a todo tipo de comportamientos lujuriosos... Las imágenes pornográficas no eran una rareza”.
En los círculos artísticos eran habituales el travestismo y las fiestas homosexuales. Se sabía que algunos nobles eran gais. Las parejas abiertas eran algo habitual para determinadas personas. Sin embargo, la homosexualidad masculina se consideraba una ofensa criminal... hasta que los bolcheviques entraron en escena.
La supuesta teoría del “vaso de agua”
A nivel ideológico, la liberación sexual era una de las armas clave para luchar contra la ortodoxia religiosa y el viejo orden. Entre los bolcheviques una de las personas que más propagó la idea de un nuevo orden familiar fue la revolucionaria Alexandra Kollontái, que llegaría a ser embajadora en México. Según una teoría popular, ella es la autora de la “teoría del vaso de agua”, según la cual el amor (y consecuentemente el sexo), debería estar tan disponible como lo está pedir un vaso de agua. Esto no es más que una burda simplificación de las ideas de Kollontái.
Promovía el concepto de la “nueva mujer”, liberada de la opresión del matrimonio, el trabajo doméstico y la crianza de los niños. Todas estas tareas las tenían que realizar la sociedad y el estado.
Para Kollontái el amor también tenía que ser liberado y las uniones civiles debían tomar el lugar del matrimonio tradicional.
Resulta obvio que los bolcheviques estaban construyendo su política familiar según las líneas más progresistas de su época, algo que todavía no se había visto en Occidente. Sin embargo, la responsabilidad estaba sobre el individuo y esta libertad, que abarcaba todos los aspectos, era demasiado para la sociedad agrícola y apenas urbanizada de la Rusia de los años 20.
La oscuridad del nuevo mundo
“Sobre la abolición del matrimonio” y “Sobre las uniones civiles, los niños y la propiedad”, fueron algunos de los primeros decretos firmados por los bolcheviques en 1918. Se abolieron los matrimonios por la iglesia y se introdujeron las uniones civiles. El divorcio era una elección y también se legalizó el aborto. Todo ello implicó una liberación total del concepto de familia y de las relaciones sexuales, lo que dio paso a uno de las épocas más picantes de la reciente historia de Rusia.
Una actitud relajada respecto al nudismo era una señal de aquella época. En las orillas del río Moscova, cerca de la Catedral de Cristo Salvador, se abrió una playa nudista, algo impensable en la Europa occidental de aquel momento. La ya mencionada sociedad llamada, “¡Abajo la vergüenza!”, había realizado numerosas marchas, en una de ellas con unos 10.000 participantes. El monárquico Alexánder Trushnóvich recuerda uno de aquellos encuentros: “¡Abajo los filisteos! ¡Abajo los curas que engañan! ¡No necesitamos ropa, somos hijos del sol y del aire”, gritaba desde la tribuna un orador en la principal plaza de la ciudad de Krasnodar. Cuando pasé por el mismo lugar por la tarde, vi que habían desmantelado el escenario y que alguien había pegado al ‘hijo del sol y del aire’”.
Todos estos cambios se daban en Rusia en medio de la Primera Guerra Mundial y de la guerra civil. Las amnistías revolucionarias de 1917, 1919 y 1920 liberaron a gran cantidad de criminales en un país en el que se estaba empezando a crear un nuevo poder estatal. A estos criminales se le añadieron soldados que habían desertado o habían sido dados de baja.
Durante los años 20 las violaciones eran una epidemia. Sorprendentemente la violencia sexual contra mujeres nobles y burguesas era considerada como “justicia de clase” entre los hombres proletarios. Mientras tanto, alrededor del 20% de la población masculina tenía enfermedades de transmisión sexual (a principios de siglo en la Rusia zarista era del 25-27%). Las nuevas leyes sobre el matrimonio y el ambiente general de ruptura con el pasado, fomentaban la promiscuidad y los encuentros sexuales, algo impensable en los años previos.
En la sociedad soviética se estaba criando una peligrosa generación de huérfanos sin casa, según los datos oficiales, la mitad de los niños nacidos en Moscú habían sido concebidos fuera del matrimonio y muchos de ellos habían sido abandonados durante la infancia. La revolución sexual tenía una contrapartida.
Vuelta a la represión
Durante la primera mitad de los años 20, cuando la liberación sexual estaba en pleno auge, los soviéticos comenzaron a promover de nuevo los valores tradicionales.
En 1924 el psiquiatra Aron Salkin publicó Los 12 mandamientos del proletariado revolucionario en el que se decía que “el amor tenía que ser monógamo”, “las relaciones sexuales deben ser el vínculo final en una cadena de profundos y complejos sentimientos que conectan a dos personas que se aman”.
Incluso cuando se realizaban las marchas “contra la vergüenza” por las calles de Moscú, el comisario del pueblo de Salud Pública, Nikolái Semashko, escribía que este tipo de comportamiento “debía ser condenado categóricamente... Mientras monstruosidades capitalistas como la prostitución y el vandalismo no sean eliminados, el nudismo ayuda a la inmoralidad... Por eso considero absolutamente necesario parar esta desgracia de una vez, con métodos represivos si fuera necesario”.
Los líderes soviéticos no querían que la población malgastara energía en la autosatisfacción. Se introdujo una severa austeridad y hubo recortes. Se redujeron los derechos de las mujeres. Es más, las propias mujeres apenas tenían razones para dedicarse a la educación a las que aludían las feministas de manera tan desesperada; y es que una vez que las mujeres fueron liberadas de la sociedad patriarcal con la que los bolcheviques iban acabar, la mujeres volvieron a la cocina y dedicarse a cocinar para su marido. Mientras tanto, comenzaron a redistribuirse raciones, lo que hizo necesario cocinar en casa. La “nueva mujer” de Kollontái apenas duró una década.
La familia volvió a convertirse otra vez en la unidad básica de la sociedad. Se echaron atrás multitud de decretos. Finalmente, en 1934 la homosexualidad volvió de ser criminalizada y se reintrodujo la penalización del aborto en 1936. Esto no conllevó a una reducción de la propaganda sobre la liberación de las mujeres. Porque ahora “ya podía hacer todo”: dedicarse a la forja de la revolución, mientras también era madre, esposa, cocinera y limpiadora.
Durante décadas la sexualidad y el erotismo se eliminaron completamente de la cultura y sociedad soviéticas y, debido ello, no sorprende que la sociedad rusa fuera hipócrita en lo que respecta al sexo. La siguiente revolución sexual tuvo lugar en los años 90.
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