El número de los niños sin hogar en las ciudades rusas creció drásticamente debido a la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil y las hambrunas posteriores.
A principios de 1920, llegó a haber entre seis y siete millones de niños sin hogar en la URSS. El problema se agravó tanto que Vladímir Lenin se encargó personalmente de resolverlo.
En 1928 el gobierno soviético decidió seguir la línea dura en su política hacia los niños de la calle, y no tuvo reparo en recurrir a medidas drásticas. La noche al 12 de abril, el Directorio Político Unificado del Estado y la policía secreta soviética iniciaron una operación a gran escala para encontrar y reunir a todos los niños sin hogar por todo el país. Los niños fueron llevados a refugios temporales y las tropas en las grandes ciudades rusas los vigilaban para impedir que se escaparan al bosque o al campo.
Los niños de la calle más fuertes se resistían a ser internados. Rompían ventanas, puertas, peleaban con los guardias y escapaban de los refugios por separado o en grupos. La policía respondió a esta resistencia tratando a los niños de forma violenta, como si fuesen criminales.
Los niños obedientes fueron internados en refugios y orfanatos, recibieron educación, se pusieron a trabajar y se convirtieron en pioneros del movimiento comunista. El estado animaba a las familias a que adoptaran a niños, por lo que recibían ayuda estatal como, por ejemplo, un buen pago. Esas medidas de los dirigentes soviéticos tuvieron tanto éxito que en 1935 se declaró que la crisis de los niños de la calle había sido superada.
En los años 1920 y 1930 se organizaron comunidades especiales para niños. Tenían la oportunidad de trabajar, estudiar y tomar decisiones por su cuenta. El destacado educador soviético, Antón Makárenko, que trabajó en una de esas comunidades, hizo enormes contribuciones para ayudar a los niños de la calle a readaptarse a la sociedad.
Los niños sin hogar reaparecieron en las calles de Rusia con el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Durante los primeros años de la guerra muchos perdieron a sus padres, así como la atención por parte del gobierno. Los niños de la calle recurrieron a la delincuencia para sobrevivir. Entre 1941 y 1944 el número de crímenes cometidos por los niños de la calle casi se triplicó. La policía fue encargada de poner en práctica programas de rehabilitación y educación, pero se habían vuelto ya demasiado rebeldes y, por lo tanto, se enviaban directamente a los centros de detención juveniles.
Cuando la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin, las condiciones de los niños sin hogar empezaron a mejorar. El gobierno soviético gastó una enorme cantidad de dinero para construir orfanatos, guarderías y centros de arte. Varias instituciones públicas cuyo trabajo consistía en socializar a los huérfanos y a los niños de la calle, realizaban controles regulares para ver si los que habían sido colocados en familias se estaban adaptando bien a su nueva vida familiar.
El sistema soviético no trató de dominar a los niños de la calle recordándoles su pasado sin hogar. El objetivo del gobierno era rehabilitar y transformar a estos niños en los miembros constructivos de la sociedad soviética.
El esfuerzo que hizo la Unión Soviética para reducir el número de los niños de la calle tuvo éxito. Los programas de rehabilitación mostraron su eficacia. Lamentablemente, tras el colapso de la URSS, debido a la crisis económica de los años 1990 y el uso generalizado de drogas y alcohol, Rusia volvió a enfrentarse al mismo problema: el número de niños sin hogar empezó a crecer de nuevo. Se borraron los avances alcanzados durante el siglo anterior y el país entero volvió a empezar de cero para resolver este problema.
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