Fotograma de la serie ”El diario de un joven doctor”.
Kinopoisk.ruMijaíl Bulgákov describe en su relato breve titulado Morfina (1926) a un doctor en un hospital provincial que tras caer enfermo prueba la morfina y se convierte en adicto. La vida del doctor se desmorona, e imposibilitado para superar su adicción, acaba quitándose la vida. Bulgákov sabía de qué escribía. Era doctor y en 1917 comenzó a tomar morfina. Su caso no era excepcional.
La guerra y las drogas van de la mano
Durante los años de guerra y revolución era difícil encontrar un hospital sin pacientes adictos a la morfina, escribió el experto en narcóticos Vladímir Gorovói-Shaltán. La morfina era utilizada de manera habitual entre los soldados heridos en el frente de batalla durante la Primera Guerra Mundial. Los científicos no la consideraban peligrosa y muchos soldados acabaron siendo adictos.
Soldados heridos en el hospital en Tsárskoie Seló durante la Primera Guerra Mundial. Fuente: TASS
Además, el gobierno zarista contribuyó sin percatarse a la expansión de la adicción a las drogas, cuando prohibió la venta de alcohol “hasta el victorioso final de la guerra”. Evidentemente hubo muchas personas que consiguieron eludir esta ley, pero el alcohol dejó de estar menos disponible. De modo que aquellos que buscaban una manera para desinhibirse se volvieron hacia las drogas.
La cocaína era incluso más popular que la morfina y fue “el zar de las drogas” durante los periodos de guerra y posguerra en Rusia. Poco antes se vendía legalmente en las tiendas, así que la prohibición no era muy estricta. Los traficantes la llevaban a Rusia desde Alemania y otros países occidentales y como la droga era popular la venta posibilitaba hacer una fortuna. Antes de la guerra la cocaína era “una droga para los ricos”, pero entonces el precio cayó y estuvo disponible para todo el mundo.
Cocaína para los sintecho y para los héroes
La cocaína era fácil de encontrar y de utilizar. Sobre todo se consumía esnifada. Según estudios realizados en San Petersburgo, en 1924 entre el 70% y 80% de los sintecho utilizaban la droga. Incluso se hizo un hueco en el lenguaje coloquial de la época y la llamaban “marafet” o “el hada blanca”.
El anuncio del siglo XIX. Fuente: Foto de archivo
Algunas figuras históricas tomaban cocaína. Por ejemplo, Alexánder Vertinski, artista y cantante de cabaret, era adicto antes de la guerra. En sus memorias describe un incidente en Odessa hacia el final de la guerra civil rusa (1918-1922).
La ciudad del Mar Negro fue uno de los últimos bastiones de los blancos, el movimiento antibolchevique. En una ocasión pidieron a Vertinski que cantase frente al general Yakov Slashchiov, un destacado militar blanco. Pálido y cansado, Slashchiov oía la triste canción de Vertinski y se puso a esnifar cocaína. “Fue una reunión extraña”, escribió posteriormente el artista.
Evidentemente la cocaína que consumía Slashchiov no era la misma que la que consumían los vagabundos. Solamente la gente de clase alta podía permitirse droga de primera calidad. Los otros la consumían mezclada con aspirina, yeso y otros materiales.
Vuelve el alcohol
Los bolcheviques hicieron todo lo que estaba a su alcance para luchar contra esta adicción a las drogas y en 1924 el gobierno aprobó una ley según la cual los traficantes se enfrentaban a diez años de prisión, lo que ayudó a reducir el tráfico de drogas.
Aunque los historiadores creen que la medida más eficaz en la guerra contra las drogas fue devolver el vodka al pueblo. En agosto de 1924 el gobierno volvió a permitir oficialmente la venta de licores, casi diez años después de que fuera prohibido. Entonces el consumo de drogas cayó estrepitosamente.
Para aquellos que se quisieran “relajar” era más fácil comprar vodka legal que arriesgarse a ir a la cárcel por comprar drogas. De modo que Rusia volvió a la situación “normal”, en la que el alcoholismo es un mayor problema que el consumo de estupefacientes.
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