¿Quién (o qué) hace crujir la puerta y hacer que algunos objetos se caigan en mitad de la noche? Aquí tienes la versión eslava.
Los antiguos eslavos creían que detrás de las enfermedades, los fracasos y los desastres naturales había fuerzas de otro mundo: dioses, demonios, no-muertos y otros espíritus malignos. Habitan en las fronteras (entre el mundo “de los vivos” y “de los muertos”), que pueden ser físicas como el umbral de una puerta, un puente, un cruce de caminos, o temporal: la medianoche, el mediodía, una fase de luna llena. Y si no quieres meterte en problemas, es mejor estos lugares y momentos “impuros”. Sin embargo, en caso de que te encuentres con uno de los espíritus malignos, te recomendamos qué hacer.
Barabashka
Empecemos con los pequeños entes burlones caseros. Si te pareció alguna vez que alguien estaba caminando por tu cocina o llamando a la puerta en mitad de la noche, tal vez tengas un barabashka en casa. Así es como los eslavos llamaban a diferentes criaturas [una especie de poltergeist] que viven junto a los humanos y se divierten asustándolos, especialmente a los niños. En algunos casos, los barabashkas incluso mostraban el inframundo a la gente en sueños. Se cree que los afectados debían pedirle a sus domovoi (sus espíritus hogareños) ayuda para hacerles frente.
Anchutkas
Diablos jóvenes, que se instalan en una casa, dentro de una bania, en un pantano o en un bosque. No sólo eran charlatanes, sino que también se convertían en secuaces del mal “mayor”. Lo más inocente que hacían era destrozar la ropa o separar pares de calcetines. Nunca, nunca debes pronunciar su nombre, de lo contrario los invitarías a entrar. Para deshacerte de ellos, tenías que agitar un higo o una piña (de pino, no la tropical. A esto puedes añadir un par de palabras malsonantes.
Lijo tuerto
“¡No despiertes al Lijo si está tranquilo!” Este proverbio ruso, de hecho, esconde un significado horrible. En ruso, la palabra “lijo” es sinónimo de “problema”. Y así es como la gente llamaba a una criatura malvada con un solo ojo, cuya aparición era presagio de muerte. Tenía predilección por aquellas personas que hablaban mal de los demás o cometían malas acciones.
Leshi
Los rusos llamaban al Leshi el guardián de los bosques, o el espíritu de la madera. Es exactamente él quien engañaba a los viajeros para que se perdiesen y permanecieses en su poder para siempre. La maldición más terrible para los eslavos era mandar a alguien a Leshi. Se creía que este espíritu era normalmente invisible, pero si quería, podía tomar cualquier apariencia. Para apaciguar al Leshi hacía falta hacerle una ofrenda y no (nunca, jamás) dañar el bosque.
Además del Leshi, el bosque estaba habitado por mawks, almas inquietas de niñas, que también atacaban a la gente en pantanos y barrancos. Se volvían activas en la cúspide del día o de la noche, por lo que en esta época era mejor no caminar por bosques o caminos desconocidos.
Vodianoi y su banda
Los eslavos solían representar al guardián del “reino del agua” como un anciano con cola de pez y barba enredada en barro. Llevaba a los hombres ahogados a su mundo submarino, y los eslavos creían que no se debía nadar después de la puesta de sol para no ser atrapados por él. Las mujeres ahogadas a menudo se convertían en sirenas después de morir. Estas (aparentemente) buenas chicas sólo buscaban una cosa: aumentar el número de no-muertos presentes bajo las aguas, atrayendo a la gente a las profundidades.
Upir
Un cadáver reanimado que murió de forma no natural. ¿Qué quería? Por supuesto, beber sangre y robar almas. En algunas fuentes, se le llamaba demonio y chupasangre. En general, era algo así como un vampiro eslavo. A menudo se preparaba una estaca de álamo y una cruz para tratar con él.
Viy
Un antiguo mal que gobernaba sobre todos los espíritus malignos. Como Nikolái Gogol escribió en la novela homónima, “Levantad mis párpados, no puedo ver”, repetía el Viy a sus secuaces (según la superstición, los párpados de Viy llegaban al suelo). Tal vez no era realmente malo que no pudiera abrirlos, porque podía matar a cualquiera con una sola mirada. Y todos los desastres naturales, en general, eran su obra. Se creía que sólo las personas fuertes y justas podían sobrevivir a un encuentro con él.
Zmei Gorinich
Un enorme dragón de tres cabezas que lanzaba fuego (además le cortas una cabeza y otra vuelve a crecer inmediatamente) y vigilaba el puente Kalinov, la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos, para que nadie se colase donde no debía. Existían varios rumores sobre él, como que podía raptar jovencitas, quemar aldeas y posiblemente tenía poderes los poderes de regeneración del Viy. En cada región de Rusia se le atribuyeron varias acciones. Eso, a pesar de que no es el único dragón famoso de Rusia.
Sin embargo, mucha gente creía que tenía una voz humana y que se podía hablar con él. Y si le gustaba tu charla, te dejaba ir.
Baba Yagá
La vieja bruja, que vivía en una choza que tenía patas de pollo (no, no has leído mal) y volaba en un mortero con una escoba, era un personaje popular en los cuentos populares rusos. Valerosos bogatires la buscaban y ella los esperaba pacientemente con la intención de comérselos.
En general, Baba Yagá era un especie de guía entre el mundo de los vivos y de los muertos. Una de sus piernas era sólo un hueso que servía para pasar de un mundo a otro. En los cuentos de hadas rusos, un viaje al inframundo también significaba la renovación: al encontrarse con Yagá, el bogatir realizaba algunos rituales (lavarse, comer su comida del “más allá”, responder a preguntas difíciles) para salir de su choca convertido en una nueva persona.