Maria Malinovskaya de tan solo 19 años descubrió el mundo interior de los enfermos mentales por casualidad. Un amigo suyo, que sufre de esquizofrenia, le hizo leer su diario. Quedó impresionada por el deseo que tenía de ser escuchado y por la belleza original de sus pensamientos. María comprendió inmediatamente que tenía que hacer algo. Fue así como publicó un ciclo de poesía documental llamado Kaimaniya, basado en los pensamientos de su amigo y de otros enfermos mentales. La primera parte fue publicada en la editorial online Text Only y fue nominada a varios premios literarios, mientras que la segunda salió recientemente en Tsirk Olimp+TV.
Los protagonistas del ciclo poético son enfermos mentales que escuchan voces. Kaimaniya ha sido traducido al italiano y hay partes traducidas al español. Actualmente, la poeta está buscando un traductor de inglés.
Hay docenas de protagonistas en Kaimaniya. ¿Cómo recogió este material?
Uno de mis mejores amigos sufre de una grave enfermedad mental y eso destruyó su exitosa carrera como pianista. Los enfermos mentales pueden comunicarse mejor con aquellos que pueden entenderlos, que también tienen este tipo de problemas. Hay comunidades cerradas formadas por estas personas. A través de mi amigo conocí a otra persona, luego a otra y poco a poco a muchas más que se convirtieron en mis protagonistas.
¿Fueron receptivos, se abrieron a ti?
Depende. A veces era fácil, ya que necesitaban apoyo. A menudo sus seres queridos se alejan de ellos y no quieren entenderlos o escucharlos. Uno de mis objetivos internos era que estas personas fueran escuchadas.
Los poemas son bastante duros. Sientes un escalofrío en la columna vertebral después de escuchar a los enfermos mentales. ¿Fue aterrador adentrarse en su mundo? ¿Qué tipo de impacto tuvo esta experiencia en ti?
A veces era aterrador. Con algunas personas tuve de inmediato una relación de confianza, casi amistosa. A veces parecía que no hablaba con la persona en sí, sino con una especie de esencia paralela que hablaba en su lugar, lo que me llevaba a un mundo desconocido y doloroso. Este trabajo no solo era agotador psicológicamente, sino también físicamente.
Sin embargo, no es que pusiera mi energía y no sacara nada. Mi vida tiene una nueva dimensión desde que estas personas entraron en ella. He empezado a ver las cosas de manera diferente. A veces, cuando las cosas no iban bien me sentía desanimada, pero luego hablaba con estas personas- que escuchan voces las 24 horas del día y en ocasiones les maldicen- y veía que no se desesperaban, sino que encontraban fuerzas para trabajar y animarse. Me dio fuerza ver cómo estas personas luchan por su vida.
También comprendí que el estereotipo social de “loco” no tiene nada que ver con la realidad, excepto que es una etiqueta para problemas y destinos absolutamente diferentes. A veces esto provoca tanto sufrimiento como los verdaderos problemas de salud.
¿Qué quería decirle exactamente a la sociedad, cuál es la premisa de su proyecto?
Quería contar las historias de estas personas fuera del contexto médico, religioso o esotérico e incluso fuera de mi propia relación con ellos. Todos los poemas son el discurso directo de mis interlocutores. No contienen palabras mías.
Hoy en día, cuando algunas personas oyen que una persona tiene una enfermedad mental, casi instintivamente se distancian de ella. Quería superar este estereotipo. Estas personas no son diferentes de nosotros. Simplemente tuvieron mala suerte y rechazarlos es como rechazar a gente que tiene otro tipo de enfermedades.
Una de las protagonistas de Kaimaniya dice que perdió su trabajo tras enfermar, que su marido la dejó y su madre dejó de hablarla completamente, por el miedo supersticioso de atraer la misma desgracia. “Mi único consuelo”, dice, “es mi gato. Entierro mi cara en su pelaje y lloro”.
La gente que conoció no está en instituciones especiales. ¿Viven en la sociedad como los demás?
No todos. Visité a algunos en hospitales.
Es aterrador lo que pasa allí. En la mayoría de los casos, los que escuchan voces son igualmente diagnosticados con esquizofrenia y son tratados con medicinas muy fuertes. Esto puede tener consecuencias irreversibles. Normalmente la persona se convierte en una especie de vegetal.
Tampoco hay suficientes voluntarios en los centros de tratamiento. Yo quería ser voluntaria pero hay que tener al menos 25 años. Solo tengo 22. Por ahora solo intento dar a estas personas lo que necesitan.
¿Han leído tus protagonistas el poemario? ¿Qué dijeron?
Claro que lo han leído. Cuando salió la primera parte de Kaimaniya, varias personas me escribieron sus comentarios personales en Facebook. No eran realmente los protagonistas, sino potenciales protagonistas, gente de la literatura, conocidos. Admitieron que lo mismo está pasando en sus vidas y que también les gustaría contar sus historias, pero solo si era yo su confidente. La gente empezó a venir a mí con el deseo de contarme sus experiencias.
Los protagonistas tuvieron reacciones diversas. Algunos están en tal estado que no pueden leer ni conversar. Viven en su propio mundo. Les haces una pregunta y dicen algo y todo lo que puedes hacer es escribir lo que dicen.
Para otros ha sido muy importante. Es un método de comunicación, una petición de ayuda dirigida al mundo en general y a sus seres queridos en particular. Es la prueba de que no están solos con vuestra desgracia. Algunos me han dicho que ahora, con la aparición de estos textos, no se sienten inútiles y no sienten que sus vidas están perdidas. Mi amigo pianista dijo que a través de la poesía se mantendría su conexión con el arte.
Durante el proceso de publicación murió uno de los protagonistas, llamado Andréi. El título de la colección está tomado de una de sus declaraciones. “El espíritu dijo Kaimaniya. Kaimaniya es un conocimiento antiguo”, María usa sus palabras. “Cada uno de nosotros tiene un espíritu, el verdadero yo”. No se sabe lo que sus espíritus trataban de decirle a Andréi.
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