La dacha, exótica casa de campo de los rusos

Estilo de vida
ALEXANDRA GÚZEVA
La relación de los rusos con sus casas de campo es, más bien, una relación de amor-odio, sin embargo, los extranjeros parecen tener sentimientos muy cálidos por este fenómeno de la vida rusa.

“Era una de esas mañanas de trabajo de domingo cuando estaba exhausta después de cuatro horas de trabajo, pero tuve que ir a mi casa de campo por un día para traer a mi madre de vuelta a la ciudad”, recuerda la guía turística, Elena. “Después de emprender un recorrido en bicicleta de cuatro horas por San Petersburgo, mis turistas, una pareja holandesa, me dijeron que se habían enterado de que los pueblos en Rusia ruso eran espléndidos, y me preguntaron dónde podría ver uno. ¡Así que fuimos juntos a mi dacha!”.

Casas de madera con nalíchniki, decoraciones de madera tallada para ventanas; una bábushka envuelta en un chal y sentada junto a la entrada de la casa; un samovar en la sala de estar — es así como la mayoría de los extranjeros se imaginan la dacha rusa. Esta exótica escapada de verano está lejos de la ruidosa ciudad, y puedes encontrar aquí un pequeño paraíso y silencio.

En realidad, sin embargo, la dacha rusa es un lugar donde tienes que trabajar duro para que tus flores, verduras o lo que plantes, crezcan bien. Además, todo aquí requiere una reparación constante, y finalmente no siempre hay un inodoro adecuado, sino una caseta de madera con un agujero en el suelo. Entonces, ¿qué es lo que fascina tanto de esa forma de pasar el tiempo libre?

¿La Rusia exótica?

Max, de Nueva Zelanda, está casado con una mujer rusa y vive en Moscú desde hace cinco años. Su familia tiene su propia casa de madera que data de la década de 1950 y fue construida por el abuelo de su esposa, carece de agua corriente y tampoco tiene inodoro. Pero hace tres años modernizaron completamente la casa, y ahora pueden ir allí a descansar durante todo el año e incluso pasar largas vacaciones del Año Nuevo cuando las temperaturas bajan a -20ºC. A menudo invitan a amigos a quedarse y organizan fiestas largas del fin de semana con comida, niños y diversión.

“El aire limpio y la oportunidad de tomar el sol... tenemos la suerte de tener un lago en el que podemos nadar en verano, así como remar en nuestro pequeño bote y patinar en invierno”, explica Max, y agrega que son como unas minivacaciones.

Max no evita la locura tradicional de plantar verduras, pero mantiene esa actividad bajo control. “Cultivamos algunas (muy pocas) cosas, pero no caemos en la locura de trabajar durante todo el día”, dice.

Amigos y verduras

Håkan, de Suecia, ha vivido en Rusia durante siete años y dice que la casa de sus suegros es un lugar perfecto para reunirse con amigos. Poseen una moderna casa de madera de dos plantas con una bania, piscina cubierta y muchas habitaciones para los huéspedes.

A veces la familia de Håkan incluso da la bienvenida a sus amigos suecos que aman la casa de campo. Pero hay un secreto detrás de este sentimiento: “La buena comida que prepara mi suegra y todas las cosas buenas que hace con las verduras, bayas y patatas del jardín no es lo último que les atrae a mis amigos”.

Por lo tanto, ya sabes para qué sirve todo este trabajo: probar tu propia comida casera, cocinada y en escabeche, que es absolutamente incomparable con lo que se vende en las tiendas.

Un ritmo relajado

“La idea de ir a la naturaleza, trabajar en tu terreno y cultivar tus propias verduras y fruta resulta muy relajante comparando con la de estar en tu casa”, dijo Hugh de Irlanda, admitiendo también que tenía que acostumbrarse a la idea de tener un segundo hogar fuera de la ciudad. Viviendo ya diez años en Moscú, Hugh dice que a pesar de que en la dacha siempre tienes trabajo por hacer, es un ritmo agradable en comparación con el ritmo de la ciudad.

“Hay un río cerca y es bueno salir a caminar con los niños y relajarse, básicamente reconectar con la Madre Naturaleza”.

Sin embargo, Hugh está seguro de que si le ofrecen pasar un fin de semana en Roma o París, lo aceptaría, y sería más rápido ir allí porque solo habría tráfico hasta el aeropuerto y no se tendría que enfrentar a las largas colas que hay en la autopista Yaroslávskoie, al norte de Moscú.

Descubre aquí las diez razones por las que merece la pena ir a la dacha en verano.