La hagiografía de Clemente nos cuenta que vivió en el siglo I. A los veinticuatro años conoció al apóstol Pedro, se convirtió en uno de sus discípulos y le sucedió como obispo de Roma.
Clemente inspiró muchas conversiones. Bajo el emperador Trajano, fue condenado a trabajos forzados en una cantera de mármol cerca de Quersoneso.
Incluso en su angustiosa situación, Clemente continuó su apostolado, convirtiendo a más y más personas al cristianismo. En el año 101, fue atado a un ancla y murió ahogado. Se decía que cada año, en el aniversario de su muerte, las aguas del mar Negro se retiraban y dejaban al descubierto la entrada de la cueva donde yacían sus restos. En el siglo IX, Cirilo y Metodio adquirieron las reliquias del mártir: algunas se trasladaron a Roma, otras a Kiev. Se cuentan entre las reliquias cristianas más antiguas trasladadas a la Rusia de Kiev.
San Clemente es venerado tanto por católicos como por ortodoxos. En Rusia, se le considera uno de los protectores celestiales de las tierras rusas. En Inkerman (Crimea) hay un monasterio dedicado a él. Algunas de sus reliquias se conservan en la iglesia de San Clemente de Moscú.
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