Todos los niños nacidos en la URSS recuerdan el sabor de aquellos tiempos, sobre todo el de los pasteles. Hasta finales de los años 90, cada barrio tenía al menos una panadería local. Los pasteles estaban disponibles una o dos veces al día, siempre calientes y oliendo a recién horneados. A pesar de que siempre había colas para conseguir los dulces, todos en ellas esperaban pacientes.
En cuando abrías la puerta de la tienda, no podías dejar el establecimiento con las manos vacías: una galleta de almendras, una torta de hojaldre o un simple bollo de azúcar, ¡tenías que comer algo! Uno de los clásicos era el bollo de amapola, tan fresco, tan esponjoso y con sorpresa dentro. Aunque no siempre tenía muchas semillas de amapola, si te encontrabas con una buena cantidad de ellas, entonces definitivamente te sentías como un rey ¡ese nucleo pastoso y crujiente era para morirse!
Conocidos en Rusia desde el siglo XVII, estos sencillos pasteles se hacían en casas de los nobles y de los plebeyos; y por supuesto, siempre se podían encontrar en ferias y bazares, generalmente durante la celebración de algo llamado “balnearios de miel”. Esto era un día festivo que generalmente tenía lugar el 14 de agosto, que es el día en que comenzaba a cosecharse la miel. Con suerte, las flores de amapola estaban también listas en aquel momento, así que se podían combinar estos dos ingredientes. ¿Por qué no rellenar con ellos un poco de masa dulce? ¿Qué mejor manera de celebrar algo que con un delicioso pastelito?
Es muy sencillo de hacer, no hace falta tanto tiempo como uno pensaría y confía en mí, nunca antes habías pensado usar semillas de amapola para algo así.
Ingridientes:
Para la masa:
- 450 g de harina
- 60 g de azúcar
- 100 g de mantequilla
- 2 huevos
- 10 g de levadura seca activa
- buena pizca de sal
- 125 ml de leche
Para el relleno:
- 150 g de semillas de amapola
- 100 g de miel
Preparación:
Comienza por preparar tus ingredientes. Calienta la leche hasta que esté a temperatura ambiente o ligeramente caliente al tacto. Añadela al cuenco del batidor y agrega la levadura. Mezcla hasta que la levadura se disuelva. Ahora puedes añadir harina, sal, azúcar, huevos y mantequilla blanda.
Vas a tener que amasar esto durante (al menos) 10 minutos hasta que todos los ingredientes estén bien combinados y la masa ya no se pegue al cuenco. Debe ser suave y elástica. Ahora cubre la masa con un film transparente y déjala reposar en un lugar caliente durante 2-2,5 horas, hasta que doble su tamaño.
Mientras tanto, haz tu relleno: lava las semillas de amapola y deja escurrir el agua. Ahora, en una olla pequeña derrite la miel y añade las semillas de amapola escurridas. Cocina a fuego lento esta mezcla durante unos 10-15 minutos hasta que la miel sea absorbida y la masa quede húmeda. Luego déjala enfriar.
Después de eso vas a tener que sacar el CO2 de esa masa golpeándola un poco y doblándola unas cuantas veces, lo de “golpeándola” puede sonar algo cruel, pero créeme: la masa sólo se beneficia de esto. Una vez desinflada,vuelve a ponerla en el cuenco y vuelve a cubrirla con film transparente. Dejala reposar de 40 a 50 minutos para que se levante de nuevo y estará lista para el siguiente paso.
¡Ahora empieza la diversión! Saca la masa y separala en trozos pequeños de unos 80 gramos cada uno, haz bolas y pásales el rodillo sobre una superficie plana, ligeramente espolvoreados con harina.
Pon la masa en una mano y coloca una cucharada generosa de mezcla de semilla de amapola en el centro. Ahora dobla suavemente los bordes hacia el centro y pellizca para sellar la masa de amapola en el interior. Coloca el lado de la costura del bollo hacia abajo en una bandeja de hojas forrada con papel pergamino. Repite el proceso con el resto de la masa... ahora vuelve a cubrir suavemente la bandeja con el film transparente, con mucho cuidado, esto es esencial para que la masa no se seque encima. Deja que los bollos crezcan durante 30-40 minutos.
Cepíllalos con una simple aguada de huevo y hornea en un horno precalentado a 190°C durante 25-30 minutos, o hasta que estén dorados por encima.
Sacalos del horno, cepilla los bollos con un poco de mantequilla por encima y ahora la parte más dura... ¡espera a que se enfríen un poco! Se disfrutan mejor el mismo día, con una buena taza de té.
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