Ocho niños asesinados antes de cumplir los cuatro años. Vladímir Vinnichevski, alumno menor de edad de una escuela de la ciudad de Sverdlovsk (actual Ekaterimburgo), se convirtió en el asesino más joven de la historia de Rusia a finales de los años 30.
“Monstruo de los Urales”
Vinnichevski, de quince años, cometió su primer asesinato en el verano de 1938. Entró a hurtadillas en el patio de la casa donde jugaba Guerta Gribanova, de tres años, estranguló a la niña, la apuñaló varias veces y, tras mutilar el cuerpo, lo escondió entre los arbustos. Cuando descubrieron a Guerta y la sacaron a la calle, Vladímir se mantuvo tranquilo entre la multitud de curiosos y observó.
Sintiéndose impune, el psicópata llevó a cabo dieciocho ataques contra niños pequeños tanto en la propia Sverdlovsk como en otras ciudades de los alrededores. Trataba a sus víctimas involuntarias con dulces y las llevaba a lugares desiertos, donde las asesinaba y violaba, tras lo cual ocultaba los cadáveres bajo una gruesa capa de hojas o nieve.
Hubo diez que sobrevivieron a los ataques. Nina Pleshcheieva, de cuatro años, escondida en un pajar por el psicópata, sobrevivió; Ala Gúbina, de dos años, que recibió una horrible puñalada en el estómago, se salvó en la mesa de operaciones. Vinnichevski robó un trineo con Boria Titov, de cuatro años, en la calle, casi ante los ojos de su madre. Cuando la policía llegó al lugar de los hechos, escuchó milagrosamente los débiles gemidos del niño.
El terror se apoderó de Sverdlovsk. Los padres, que temían al "monstruo de los Urales", tenían miedo de dejar a sus hijos sin vigilancia ni un segundo.
El fin del psicópata
Todas las fuerzas de la policía de la ciudad se lanzaron a la búsqueda del "joven" denunciado por los niños rescatados. Todo hombre acompañado de un niño despertaba sospechas. Nadie podía imaginar que un escolar estuviera detrás de los crímenes.
El 24 de octubre de 1939, Iván Popov, cadete de la Escuela de Milicias de Sverdlovsk, observó que un adolescente llevaba a un niño pequeño al bosque. Llevando consigo a dos de sus compañeros, el futuro policía siguió cautelosamente a la extraña pareja. Agarraron al maníaco justo cuando estaba a punto de estrangular al aturdido Slava Volkov, de tres años.
El padre y la madre de Vinnichevski se sorprendieron al saber lo de su hijo. La familia se consideraba bastante acomodada y de confianza: no tenían problemas con el alcohol o el dinero. El 1 de noviembre se publicó su mensaje en el periódico Uralski Rabochi: "Nosotros, los padres, renunciamos a ese hijo y exigimos que se le aplique la pena más alta: la ejecución. No puede haber vida para esos locos en una familia soviética".
El propio Vladímir no creía en el triste desenlace de su caso. Contó tranquilamente a los policías sus actos, creyendo que le esperaba una larga vida en la cárcel.
Sin embargo, el tribunal tuvo una opinión diferente. La ley soviética de la época permitía la pena capital para los menores y el 11 de noviembre de 1940, el joven de diecisiete años, que había sido declarado completamente cuerdo, fue fusilado.
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