Tras su expulsión de la URSS en 1929, la propaganda estalinista lo convirtió en el modelo del mal, prácticamente en el diablo de la mitología soviética.
El revolucionario se trasladó a México después de que los países europeos le negasen la entrada o le expulsasen de su territorio, como hizo España.
Durante toda su etapa de emigración, Lev Trotski criticó ferozmente a Stalin y la URSS por “traicionar la idea del marxismo” y dijo que la recalcitrante burocracia le había echado la soga al cuello a la revolución.
En 1939 Stalin dio orden de matarlo, y al cabo de un año, en la bautizada como ‘Operación Gnomo’ el agente soviético Ramón Mercader asesinó con un piolet a un Trotski de 60 años que fue enterrado en México.
En la capital azteca, solamente un modesto obelisco con la hoz y el martillo decora en la actualidad la tumba de desafortunado líder revolucionario.
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