Operación Gnomo: el plan de Stalin para liberar al asesino de Trotski

Ramón Mercader, alias Jacques Mornard y Frank Jackson, asesino de Lev Trotski, aparece pensativo en el techo de una estación de policía en la Ciudad de México, el 27 de agosto de 1940.

Ramón Mercader, alias Jacques Mornard y Frank Jackson, asesino de Lev Trotski, aparece pensativo en el techo de una estación de policía en la Ciudad de México, el 27 de agosto de 1940.

AP
20 de agosto de 1940. Tras asestar a Lev Trotski con un fuerte golpe de piolet que le penetra en el cráneo, Ramón Mercader, es detenido inmediatamente por los guardaespaldas del líder revolucionario, que propinan una paliza al español agente del NKVD. Trotski muere entre espasmos doce horas después del ataque.

Mercader se identifica como Jacques Mornard, y tras el consiguiente juicio es condenado a veinte años de prisión por asesinato e internado en una prisión mexicana. Pronto se empieza a elaborar un plan para liberarle.

Un policía mexicano sostiene el piolet usado por Ramón Mercader para herir mortalmente a Lev Trotski. Ciudad de México, 20 de agosto de 1940.

Tres años después de crimen, durante 1943, Stalin decidió que era hora de rescatar de la prisión a Ramón Mercader, por lo que ordenó que se preparara una operación con ese objetivo.

La operación recibió el nombre clave de ‘Gnomo’ e incluyó varias posibilidades para que Mercader huyera de prisión con la ayuda de agentes soviéticos y comunistas mexicanos y españoles exiliados en el país.

Ramón Mercader recibe tratamiento en el Hospital Cruz Verde de México, el 23 de agosto de 1940. Mercader, tras cometer el atentado, fue golpeado con las culatas de sus armas por los guardaespaldas de Trotski.

A finales de 1943 el rezident del espionaje soviético en México, Leonid Alexándrovich Eitingon, diseñó un plan para que Mercader huyese durante una de las salidas de la cárcel de Lecumberri para ir a declarar al juzgado. Aprovechando una reducción de la guardia que había de custodiarlo, Mercader sería introducido en un coche y sacado del país. Se asignaron 20.000 dólares a la intentona, para sobornar a los funcionarios de prisiones y policías que fuesen necesarios.

León Trotsky después de fallecer a causa de las heridas infligidas por el agente del NKVD Ramón Mercader. Ciudad de México, 21 de agosto de 1940.

El camino al infierno está empedrado con buenas intenciones

A la desconfianza y las rencillas entre los agentes soviéticos, españoles republicanos asilados en el país azteca y mexicanos, se unió la inesperada llegada de la madre del asesino de Trotski, Caridad Mercader, a México en marzo de 1945. Esta, que había recogido en Moscú la condecoración ‘Orden de Lenin’ que había concedido Stalin a su hijo (y que lo reconocía como Héroe de la Unión Soviética) venía con la intención de llevar a cabo una serie de gestiones con las autoridades mexicanas para conseguir la libertad de su hijo. No sabía que estaba a punto de conseguir lo contrario.

​El NKVD (predecesor del más famoso KGB) mostró desde el principio su incomodidad con la presencia de Caridad en el país. La visita de la madre (apodada por los espías soviéticos como KLAVA) alertó a las autoridades mexicanas, que reforzaron la vigilancia del recluso.

La tumba de Lev Trotski en la Ciudad de México.

En la primavera de 1945, como informóArchive.org, el ‘Proyecto Venona’ norteamericano, que hacía un seguimiento de los mensajes entre las embajadas soviéticas en el extranjero y Moscú, detectaba el siguiente correo, interceptado entre México y la URSS.

“En lo sucesivo, considere que la presencia de KLAVA en la CAMPIÑA complica grandemente el proyecto GNOMO”.

Por la “campiña”, se hacía referencia a México.

Los soviéticos ordenaron a Caridad, agente del NKVD y amiga (algunos dicen que algo más) de Beria, que dejase México de inmediato y no volvieron a plantearse nuevos intentos para sacar a Ramón Mercader de la prisión. Tuvo que cumplir completa su pena de veinte años de reclusión, años que pasó leyendo (sobre todo, temas de electrónica) y alfabetizando al resto de los presos.

Una prisión muy dulce

Según el libro Eitingon, las operaciones secretas de Stalin en México, de Juan Alberto Cedillo, la estancia de Mercader en la cárcel mexicana de Lecumberri fue muy cómoda. Allí recibía la visita de prostitutas dos veces por semana, comida de los restaurantes más refinados y cigarros habanos. Todo gracias a mil dólares que recibía desde Nueva York cada mes. Hasta el poeta Pablo Neruda fue a verle en una ocasión.

Ramón Mercader en el patio de su celda en la prisión donde ha pasado diez años, la mitad de su condena. Ciudad de México, 16 de julio de 1950.

El escritor Gregorio Luri escribió en su obra El cielo prometido. Una mujer al servicio de Stalin, que la famosa cantante y actriz española Sara Montiel visitaba al asesino de Trotski en su celda y que ese fue el que la enseñó a leer y escribir. Hace un par de años algunos medios españoles aseguraban que la popular artista quedó embarazada y dio a luz una hija de Ramón Mercader, que fue declarada muerta al nacer pero que en realidad habría sido robada y entregada en adopción.

La cantante y actriz española Sara Montiel.

Final en Cuba

Mercader, aunque nunca se lo echó en cara, jamás perdonó a su madre que interfiriese en la Operación Gnomo, aunque lo hiciese involuntariamente. “Tuve que pasar dieciséis años de cárcel por su culpa”.

Salió de prisión en 1960, sin relacionar durante los interrogatorios a la URSS o al NKVD con el asesinato del fundador del Ejército Rojo. Vivió bien entre Moscú y el Caribe hasta que criticó la invasión soviética de Checoslovaquia. Se trasladó a Cuba, donde falleció, en La Habana, un 19 de octubre de 1978.

Ramón Mercader en un avión de las líneas aéreas cubanas en México, el 8 de mayo de 1960. Es acompañado por el agregado de la embajada de Checoslovaquia en México, Olldrich Novicki y el abogado de Mercader, Eduardo Cisneros.

Según reveló El Mundo hace dos años, su hermano Luis Mercader siempre pensó que el cáncer oseo que mató a Ramón estuvo provocado por un reloj radiactivo que le regalaron en una fiesta en la sede del KGB en La Habana. Sin embargo, no existen pruebas que confirmen esta elucubración.

P.D. En El cielo prometido Gregorio Luri señala a una evidente anuencia de Caridad Mercader con Beria para que la “Operación Gnomo” desplegara una espesa cortina de humo que distrajera a los estadounidenses, con el objetivo margen de maniobra a otra operación secreta: “Enormous”. Esta pretendía hacerse con las investigaciones nucleares estadounidenses del Proyecto Manhattan. ¿Hubo alguna vez una voluntad real en rescatar a Ramón o todo fue una operación de distracción? 

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