En la primavera de 1939, la Alemania nazi desmanteló definitivamente una Checoslovaquia debilitada tras ser abandonada a su suerte por las potencias occidentales. Mientras las fuerzas alemanas ocupaban Bohemia y Moravia sin disparar un solo tiro, se proclamó una República Eslovaca “independiente”, a instancias de Berlín, en otra parte del país.
Por primera vez en su historia, los eslovacos tenían su propio Estado. Pero no todos los eslovacos estaban satisfechos ante el hecho de que su patria se hubiera convertido en un estado satélite totalitario del Tercer Reich. En la fracturada sociedad eslovaca, algunos ayudaron a construir la “nueva Europa” de Hitler, mientras que otros se unieron al creciente movimiento de resistencia.
Tras el inicio de la invasión alemana de la URSS, decenas de miles de eslovacos acabaron en el Frente Oriental, donde lucharon en los ejércitos de los dos bandos contendientes.
A favor de Hitler
La República Eslovaca fue de hecho el primer aliado de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. En septiembre de 1939, su ‘Ejército de Campo Bernolák’, compuesto por 50.000 hombres, participó en la invasión de Polonia, con la intención de arrebatar a ésta los territorios que Checoslovaquia había perdido en años anteriores.
En junio de 1941, el gobierno del presidente Jozef Tiso y del primer ministro Vojtech Tuka tomó la iniciativa de volver a luchar junto a los nazis. “En plena solidaridad con el Gran Reich Germánico, el pueblo eslovaco ocupa su lugar en la defensa de la cultura europea. Algunas unidades de nuestro ejército han cruzado las fronteras [eslovacas] para unirse a las tropas de combate alemanas”, dijo el entonces ministro del Interior Alexánder Mach en un discurso radiofónico el 22 de junio.
Unidades eslovacas participaron en las hostilidades en la URSS como parte del 17º Ejército alemán ya en los primeros días de la guerra. Al mismo tiempo, se llevó a cabo una movilización masiva en el país y pronto el Grupo del Ejército Expedicionario Eslovaco en el Frente Oriental superó los 40.000 hombres.
Sin embargo, muy pronto quedó claro que la cantidad no compensa la calidad. Mal entrenadas y carentes de movilidad y de mandos bien entrenados, las unidades eslovacas no podían participar eficazmente en la veloz Blitzkrieg alemana.
Después de que los alemanes enviaran a la mayoría de los eslovacos a casa en el otoño de 1941, sólo quedaron unos 15.000 en la Unión Soviética. Estaban formados por varias formaciones. A una de ellas, la 2ª División de Seguridad, se le encomendaron tareas de lucha contrapartisana y la protección de importantes instalaciones de retaguardia y enlaces ferroviarios en la Ucrania ocupada.
Desde noviembre de 1942 hasta octubre de 1943, la 13ª Escuadrilla eslovaca de cazas estuvo desplegada en el frente soviético-alemán. El 41º Escuadrón de Bombarderos eslovaco tuvo su base en la Crimea ocupada durante varios meses.
La formación eslovaca más eficaz fue la 1ª División de Infantería (“División Rápida”), que estaba subordinada al mando del Grupo de Ejércitos Sur. Participó en las batallas por Kiev, se distinguió especialmente en la segunda toma de Rostov del Don en julio de 1942 e incluso consiguió llegar a las estribaciones del Cáucaso Norte, de donde poco después emprendió la retirada junto con sus aliados alemanes.
“No se puede confiar en ellos”
Al principio de la guerra, Vojtech Tuka, en un telegrama dirigido al Ministro de Asuntos Exteriores del Tercer Reich, Joachim von Ribbentrop, había dicho que “el pueblo eslovaco ha decidido activamente y con todas sus fuerzas ponerse del lado del gran pueblo alemán”. En realidad, las cosas no eran tan halagüeñas como el primer ministro hubiera deseado.
Incluso en los primeros años de la guerra, cuando parecía que nada salvaría a la URSS de la derrota, los eslovacos a menudo se pasaban a los partisanos soviéticos o se rendían al Ejército Rojo sin luchar. Así, el jefe del Estado Mayor del Regimiento Eslovaco 101 de la 2ª División de Seguridad, Ján Nálepka, estableció contacto con los partisanos a principios de 1942. El 15 de mayo de 1943, junto con un grupo de soldados y oficiales, se pasó a su lado y luchó contra los alemanes hasta su muerte el 16 de noviembre del mismo año. Tras la guerra, se le concedió a título póstumo el título de Héroe de la Unión Soviética.
“Si alguien nos salvó o nos trató bien, fueron los eslovacos...”, recordaría Lidia Girenko (Shishkina), residente de la ciudad ucraniana ocupada de Korostishiv (ruso: Korostishev). “Había un apuesto soldado de caballería, Daniel Gonta… ¿Ves, incluso recuerdo su nombre? Incluso les dijo en secreto a los partisanos a dónde ir y hacia dónde se dirigían los alemanes... Él les ayudó. Los alemanes se enteraron de algo y quisieron fusilarlo. Pero los dirigentes eslovacos dijeron “lo juzgaremos en Eslovaquia” y lo enviaron a Eslovaquia, y, por supuesto, nadie lo juzgó allí. Puede que lo pusieran entre rejas para guardar las apariencias, pero eso es todo”. A pesar de que, en general, los soldados eslovacos no trataron con brutalidad a la población local soviética, también hubo incidentes de su participación en crímenes de guerra.
Los aliados eslavos se convirtieron en un verdadero dolor de cabeza para los germanos, que constantemente tenían que identificar y desarmar a las unidades menos fiables y enviarlas a la retaguardia. En agosto de 1944 llegaron a desarmar a todo el ejército eslovaco oriental, de 38.000 hombres, que se había creado para defender el país de las “hordas bolcheviques” que se aproximaban. Cuando estalló el Levantamiento Nacional Eslovaco, muchas unidades de este ejército no sólo no participaron en su represión, sino que empezaron a pasarse al bando de los partisanos. Como resultado, las tropas alemanas tuvieron que ocuparse de los insurgentes, y todas las fuerzas armadas eslovacas restantes fueron puestas bajo el estricto control de Berlín.
Con el Ejército Rojo
Decenas de miles de checos y eslovacos lucharon como parte de los ejércitos aliados durante la Segunda Guerra Mundial por la restauración de su estado en el mapa político de Europa. Fueron ellos los que formaron las primeras unidades extranjeras que se unieron a la batalla contra los nazis hombro con hombro con el Ejército Rojo en suelo soviético.
Tras el ataque de la Alemania nazi a la URSS, al que se unió Eslovaquia, que se había puesto del lado del Tercer Reich, el gobierno soviético se negó a reconocer al Estado títere de Jozef Tiso y estableció una cooperación militar y política con el gobierno checoslovaco en el exilio dirigido por Edvard Beneš.
A principios de 1942, de mutuo acuerdo, se formó el 1er Batallón de Campo Independiente Checoslovaco en la ciudad de Buzuluk, en la frontera con la República Socialista Soviética de Kazajistán. Estaba formado por checos y eslovacos que habían acabado en territorio soviético (principalmente los que habían huido a Polonia de los nazis y habían sido internados allí por el Ejército Rojo en 1939).
Como escribió Ludvík Svoboda, el primer comandante del batallón, en sus memorias: “Los voluntarios que llegaron a Buzuluk desde diversos rincones del ilimitado territorio de la Unión Soviética se unieron a la unidad militar no para hacer gala de nada, sino para luchar, para ayudar a su pueblo a lavar la vergüenza de Múnich y hacer frente a los invasores, colaboracionistas y traidores lo más rápidamente posible”.
Desde sus primeros combates en marzo de 1943, los checos y eslovacos demostraron una gran moral y un excelente nivel de entrenamiento. En poco tiempo, el batallón se reorganizó en una brigada y, en abril de 1944, en el I Cuerpo de Ejército Checoslovaco, con unos 16.000 hombres.
En septiembre-octubre de 1944, este cuerpo, junto con otras unidades del Ejército Rojo, intentó atravesar los Cárpatos para apoyar el Levantamiento Nacional Eslovaco, pero sin éxito. Sólo la 2ª Brigada Paracaidista checoslovaca consiguió dejarse caer en zonas bajo el control de los insurgentes. Pero también se vio obligada a retirarse con grandes pérdidas después de que el levantamiento fuera aplastado por los alemanes.
Los eslovacos y checos que habían luchado del lado de la URSS recibieron el final de la guerra en Praga. Un destacamento de vanguardia de la 1ª Brigada de Tanques checoslovaca entró en la ciudad liberada el 10 de mayo de 1945, y una semana después un desfile ceremonial de todo el personal del cuerpo marchó por las calles de la capital de la Checoslovaquia liberada.
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