Antes de que Pedro el Grande ascendiera al trono, Rusia era un estado periférico de Europa, pero al final de su reinado –que duró solamente un cuarto de siglo– se había convertido ya en un imperio. Pedro creó un ejército moderno, impulsó el desarrollo de la industria y consiguió acceso a una importante ruta estratégica a través del mar Báltico.
A la hora de desarrollar sus reformas Pedro desafió las centenarias tradiciones y los rituales de la vida social y política de Rusia y rechazó lo viejo en favor de los modernos patrones europeos. No resulta extraño que hubiera gente sorprendida por estos grandes cambios en un periodo tan corto de tiempo y que trataran de explicarlos con las teorías más insólitas.
El hecho de que Pedro favoreciera a los extranjeros y que adoptara sus prácticas disparó los rumores sobre su nacionalidad. Se decía que no era ruso y que era un zar ilegítimo. Según contaban el verdadero Pedro había sido remplazado por “un alemán”.
Pedro el Grande de joven.
Vadim Nekrasov/Global Look PressHabía dos teorías sobre cómo podía haber ocurrido una cosa así. En primer lugar, Pedro fue remplazado desde el principio, nada más nacer. Su madre dio a luz a una niña, contaba la leyenda, pero el padre de Pedro quería un niño. Así que ella tomó el hijo de unos comandantes extranjeros que servían en la corte del zar.
Según otra leyenda, el verdadero Pedro desapareció en el extrañamente largo viaje a Europa en 1697-98. Tras visitar varios países Pedro lanzó sus modernizadoras y europeizantes reformas. Algunos creían que el “verdadero Pedro” había sido hecho prisionero y que estaba preso en un fuerte de Riga o en un barril con brea en Alemania.
Muchos rusos de la época creían en el “remplazo del zar”, sobre todo aquellos que no aceptaban la reforma de la iglesia y que fueron brutalmente perseguidos durante el reinado de Pedro. Llamaban al zar el “anticristo”. Aunque los historiadores profesionales no dudan de la autenticidad de Pedro, antes y después de su viaje por Europa.
Este misterio se supo solamente décadas después de la muerte del zar. A finales del siglo XVII la princesa Ekaterina Dashkova, directora de la Academia Rusa, se sorprendió por la cantidad de bebidas fuertes que se utilizaban habitualmente en la Academia. Decidió aclarar el asunto ya que sospechaba de un abuso. Según la leyenda la respuesta dejó totalmente sorprendida a Dashkova. Le dijeron que se trataba de razones estrictamente científicas y le mostraron varios objetos: dos jarras con sendas cabezas humanas dentro. Las bebidas se utilizaban para preservarlas.
Se trataba de las cabezas de antiguos cortesanos de Pedro el Grande y su mujer, Catalina. Una era de Mary Hamilton, descendiente de un escocés que había migrado a Rusia a mediados del siglo XVI. Era una de las damas de compañía de Catalina y amante de Pedro y fue ejecutada por aborto e infanticidio. Se creía que el bebé que mató podría haber sido del propio Pedro, aunque en el momento de la investigación y de la sentencia se afirmaba que también mantenía relaciones con el asistente del zar.
Mary Hamilton antes de su ejecución, obra de Pavel Svedomski.
WikipediaLa segunda cabeza era la de Willem Mons, secretario de Pedro y amante de la emperatriz. Cuando se supo acerca de la infidelidad de la zarina, Pedro montó en cólera, aunque él mismo tuviera múltiples amantes. Mons fue acusado de fraude y, poco después, decapitado. Se cuenta que el zar ordenó colocar la cabeza de Mons en la habitación de la emperatriz.
No solo se especulaba acerca de su nacimiento sino también acerca de las circunstancias de su muerte. Los rumores se dispararon porque poco antes de que falleciera su mujer, Catalina, había caído en desgracia por su romance con Mons. Estaba en una situación peligrosa.
Además, también estaba en peligro la posición de Alexánder Ménshikov, la persona de más poder en la corte después del zar. Se decía que Alexánder y Catalina habían hablado y que ambos deseaban la temprana muerte del monarca. Sin embargo, tal y como señala el historiador Evgueni Anísimov, la muerte de Pedro en 1725 se produjo por enfermedades crónicas de transmisión sexual.
Pedro I en su lecho de muerte.
WikipediaTambién se cuentan historias acerca de la última voluntad del emperador. Según una leyenda, en su lecho de muerte el zar pidió una pluma y papel y escribió: “Darle todo a...”, pero murió antes de poder terminar de escribir la frase.
Tras su muerte, Catalina recibió todo pero eso no cejó las especulaciones. Casi un siglo después, en plenas guerras napoleónicas, concretamente en 1812, apareció en Francia un documento titulado: “La voluntad de Pedro el Grande”. Era el supuesto plan de Rusia para someter a toda Europa. Los historiadores pronto establecieron que esa “última voluntad” era un fraude.
En cualquier caso, en el siglo XIX se utilizó en algunos países de Europa para desacreditar a Rusia. Aunque en realidad, el verdadero deseo de Pedro era modernizar un país que se convirtió en un actor importante dentro de la política europea, incluso en nuestros días.
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