Fuente: Daniel Maclise / wikipedia
Desde muy niño, Pedro sintió fascinación por la construcción de barcos y la navegación y siempre albergó la ambición de hacer de Rusia una importante potencia naval. Cuando se convirtió en el único líder de Rusia, en 1696, el Imperio Ruso solo tenía acceso a un puerto, en Arjángelsk, a algo más de 1.000 km al norte de Moscú. En aquella época el Báltico estaba controlado por Suecia y los mares Negro y Caspio estaban bajo el poder de los otomanos y el imperio safávida de Irán, respectivamente.
Tras capturar la fortaleza de Azov de los otomanos en julio de 1696, Pedro estaba decidido a ganar también otros accesos al Mar Negro. Pero sabía que, en aquellos momentos, Rusia no podía sola con con Imperio Otomano.
El primer zar que viajó al extranjero
De este modo, a Pedro se le ocurrió la idea de su “Gran Embajada”, una misión diplomática con el objetivo de asegurarse el apoyo aliado contra el Imperio otomano. En particular, su viaje buscaba fortalecer la Liga Santa, una unión de imperios cristianos que el papa Inocencio XI había formado en 1684. Rusia se unió en 1686. En este viaje, Pedro también tenía la intención de adquirir conocimientos y tecnología, y contratar a especialistas extranjeros para que sirvieran a Rusia.
En 1697, Pedro emprendió una odisea de 18 meses con un séquito de 250 personas. Oficialmente, la “Embajada” estaba encabezada por tres de los consejeros más cercanos del zar y Pedro usó un sinónimo durante el viaje, Piotr Mijáilov, ya que quería mantenerse en el anonimato. Aunque Pedro fue el primer zar en viajar al extranjero, era fácilmente reconocible porque medía más de dos metros. Los escritos de la época atestiguan que pocos líderes europeos se dejaron engañar por el disfraz.
La primera etapa del viaje fue considerada un fracaso. Se reunió con los líderes de Francia y Austria, pero Francia mantuvo inquebrantable su apoyo al sultán otomano y el mayor interés de Austria era conservar la paz en el este para poder alcanzar sus objetivos en el oeste. Los europeos mostraron un gran desinterés en los planes de Pedro.
Desde ahí, Pedro se trasladó a Holanda, donde entró de aprendiz con un armador de barcos en Zaandam (la casa donde vivió es ahora un museo). Para el zar, aprender sobre tecnología naval era crucial para su objetivo de crear una flota realmente moderna y en aquella época los barcos holandeses estaban entre los más avanzados del mundo. La casa donde Pedro se alojó pertenecía a Gerrit Kist, un herrero holandés que había trabajado una temporada para el zar en Moscú; el zar y él siguieron siendo amigos de por vida.
La visita a Holanda
La visita a Holanda fue la más influyente de todas las que realizó, ya que no solo adquirió conocimientos técnicos, sino que también aprendió cómo vivían los europeos. Un invento importante que Pedro descubrió, especialmente teniendo en cuenta la frecuencia de los incendios en la Moscú del XVII, fue la manguera anti incendios, a cuyo conocimiento llegó a través de su inventor, Jan van der Heyden.
Posteriormente, partió para Ámsterdam y con ayuda de su alcalde, Nicolaas Witsen, un experto naviero, pudo poner en práctica lo que había aprendido en Zaandam trabajando en los mayores astilleros del mundo. Pasó cuatro meses en los muelles, propiedad de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.
Además de adquirir conocimientos marítimos, Pedro también se esforzó en contratar trabajadores especializados, marineros y armadores. Pero su mayor logro fue, sin duda, tentar a Cornelius Cruys, un oficial de alto rango de la Marina Holandesa, para que se trasladase a Rusia, donde fue nombrado vice almirante de la Marina Rusa. Cornelius se convertiría en el consejero en asuntos marítimos más influyente durante las décadas siguientes.
Desde Holanda, Pedro partió para Inglaterra, donde se reunió con el rey Guillermo III y visitó las ciudades de Oxford y Manchester, en las que aprendió sobre planificación urbana, conocimientos que pondría en uso varios años después, cuando fundó San Petersburgo. Después, el séquito de Pedro viajó conjuntamente a Leipzig, Dresde y Viena, donde el zar se reunió con Augusto el Fuerte, el rey de Polonia y Gran Duque de Lituania, y Leopoldo I, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y frecuente antagonista del Imperio Otomano.
La rebelión
Pedro se vio obligado a volver a Rusia antes de tiempo, en 1698, ya que los “streltsí” (unidades armadas de la Guardia) se habían rebelado. Pero el motín fue aplastado antes de que Pedro pudiese llegar desde Inglaterra.
Pedro quedó muy impresionado durante su “Embajada” y regresó convencido de que algunas costumbres europeas eran superiores a las rusas. Al volver, anunció que los nobles rusos debían cortarse la barba (o pagar una multa) y llevar ropa europea. Cambió el calendario para adecuarse mejor a Europa. El resto del reinado de Pedro, hasta su muerte en 1725, estuvo marcado por varias victorias contra los suecos, que llevaron a Rusia a ostentar el estatus de potencia suprema de la Europa nororiental. Aunque las tropas rusas lucharon contra los otomanos en varias ocasiones, no se llegó a ningún arreglo importante. San Petersburgo fue fundada en 1703 y el país empezó a mirar hacia occidente.
Una de las primeras cosas que Pedro hizo al volver fue divorciarse de su mujer Eudoxia Lopujina. Para Pedro el Grande realmente se había acabado lo “viejo” y empezado lo “nuevo” tras el viaje que cambió su vida.
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