Nadiezhda Artes tiene 28 años. Hasta hace poco era la directora de desarrollo de proyectos en un estudio de arquitectura, vivía en el mismo centro de San Petersburgo y le encantaban las fiestas ruidosas.
“Solía pensar que la vida solo se daba aquí, en San Petersburgo: es aquí donde la gente conduce coches de lujo, donde se divierte en clubes de moda, donde las chicas guapas llevan tacones de aguja. Yo quería vivir así”, dice Nadiezhda. “Pero hubo un momento en el que me pregunté de qué me serviría y fui incapaz de encontrar la respuesta. Entonces tuve una profunda crisis”.
En 2017 sufrió un accidente de tráfico mientras conducía. “Sobreviví milagrosamente. Salí del coche, llamé a la oficina y dije que no volvería”.
“Entonces recordé mi infancia en el pueblo, donde todo me parecía tan real e importante. Me di cuenta de que no sabía nada de la vida actual en el campo. De modo que decidí visitar diferentes pueblos para conocerlos”.
Al principio solo viajó para observar cómo vivía la gente en diferentes regiones. Poco después se le ocurrió desarrollar una serie de proyectos sociales en zonas rurales. En la región de Ivánovo se comprometió en la mejora de la plaza principal, luego pasó medio año en Súzdal, parte del Anillo de Oro, desarrollando una granja local.
Hace 18 meses el destino la llevó al pueblo de Péniki, situado a una hora en coche de San Petersburgo. Mientras caminaba con sus amigos, vio un vertedero y decidió organizar la limpieza.
Para involucrar a los voluntarios de la ciudad, Nadiezhda le pidió a una fotógrafa de moda de San Petersburgo que hiciera una sesión de fotos creativa con ella y sus amigas en bikini, con el vertedero al fondo. La respuesta en las redes sociales no se hizo esperar y también inspiró a los locales a unirse a la limpieza, que se hizo regular. “Ahora también ayudamos a limpiar el bosque, separar toda la basura y llevar todo lo que podamos a una planta de reciclaje”.
Posteriormente inició otros proyectos en la zona. Por ejemplo, la organización de una “sala de conferencias rural” en el centro cultural local. “Hace poco algunos arquitectos vinieron aquí para dar una clase magistral a los niños, una maestra vino a enseñar lectura rápida, un médico habló sobre la prevención del derrame cerebral. Los temas son muy diferentes. Y todos estos conferenciantes prestan sus servicios de forma totalmente gratuita”.
Péniki es un pueblo de unos 1.500 habitantes. La mayoría son personas mayores. Algunos trabajaban en sovjozes (granjas estatales soviéticas), que están cerradas. Otros lo hacían en las piscifactorías del golfo de Finlandia. Los jóvenes, por su parte, solo vienen a pasar el verano con sus familiares.
Al principio los lugareños desconfiaban de la creatividad de Nadiezhda. “Era muy difícil negociar con los locales y la administración del pueblo, pero al final, la gente acabó creyendo que hacíamos cosas buenas”. Ahora se comunican todos los días: “Camino a la tienda, conocerás a la mitad de los locales. No chateamos online, aquí todo es offline y real”. Sin embargo, Nadiezhda tiene un popular blog llamado Selo Moe (Mi aldea) en Instagram, donde escribe sobre todas sus iniciativas.
Junto con los residentes locales, Nadiezhda decidió reactivar la producción de bayas. El desafío agrícola se ha abordado de manera moderna: filmó vídeos con agricultores y lanzó una empresa de crowdfunding.
Se necesitaban 100.000 rublos (1.500 dólares) para comprar plantas de semillero, que se recaudaron en tan solo dos semanas. “Espero que el año que viene se pueda comprar el primer lote de nuestra mermelada y pastilá, por ejemplo, en nuestro museo local”, dice Nadiezhda. “Quiero que la gente crea que el pueblo es necesario”.
Al principio, visitaba Péniki todos los fines de semana, pero en verano Nadiezhda decidió mudarse definitivamente. Vive en la casa de los parientes de su novio y está buscando una casa separada en el vecindario para organizar una comunidad de co-living. “Muchos habitantes de la ciudad quieren mudarse fuera y nosotros queremos crear un tipo de vivienda compartida que se centre en diferentes proyectos y desarrolle el campo”.
Ahora se limita a ir a la ciudad para reunirse con amigos o por negocios, ya que sigue trabajando como gestora de contenidos freelance, porque los proyectos rurales todavía no son rentables. Sin embargo, no tiene planes de abandonar la aldea.
“Estaba huyendo del campo, pero él mismo me trajo de vuelta. Por supuesto, tengo que lidiar con los problemas de casa. A menudo tenemos problemas con la electricidad, con Internet, con el inodoro, etc. Pero estoy lista para hacerle frente porque veo más cosas buenas en una vida como esta”.