Mijaíl y Valeria Baján, de la ciudad rusa de Tver, decidieron mudarse al campo en 2012. Ambos, de veintitantos años, con licenciaturas en derecho e ingeniería, se cansaron de vivir en el pequeño apartamento de la ciudad. Soñaron con tener una casa grande en el campo y cultivar su propia tierra. Para ellos y muchos otros jóvenes de ideas afines, vivir fuera de la ciudad ofrece una oportunidad para relajarse, pensar en lo que realmente quieren hacer con sus vidas y tal vez incluso iniciar su propia granja.
Compraron un terreno a 35 km de Tver y decidieron trasladarse allí vendiendo su apartamento en la ciudad, quemando sus naves. No sabían nada de agricultura, así que tenían que aprender todo desde cero, desde construir una casa hasta ordeñar una cabra.
En el comienzo de su aventura los lugareños desconfiaron de estos jóvenes forasteros que habían invadido su idílica utopía. Pero con el tiempo, reconocieron la seriedad de la intención de los Baján y comenzaron a apoyarlos.
Al principio, su granja tenía algunos cerdos, cabras y un abejas para producir miel. Más tarde apostaron por la producción de carne, pero resultó poco rentable en tiempos de crisis, por lo que ahora los jóvenes agricultores están pensando en cultivar plantas y crear su propio complejo de invernaderos.
A raíz de la negativa de las autoridades locales a suministrar electricidad a su asentamiento, los Baján decidieron surtirse mediante la energía eólica y solar. También comenzaron a aplicar la tecnología moderna en la producción de leche y otros fines.
Cinco años después de su huida de la gran ciudad, los Baján están contentos con sus vidas y dan la bienvenida a todos los que quieran unirse a ellos y elegir el trabajo en el campo. El asentamiento tiene ya 50 hectáreas de extensión e incluye cuatro familias. El proyecto se llama "Pereselenie v poselenie", y las familias dirigen una granja orgánica colectiva llamada "Molodiozhnoie".
"El objetivo de nuestro proyecto era demostrar que incluso unas pocas personas pueden hacer una diferencia", declaró Mijaíl a Russia Beyond. A pesar de que suena a un koljoz soviético (granja colectiva), aquí la gente es libre de elegir hacer lo que les plazca, ya sea apicultura, jardinería, lartesanía de madera o producción de plantas.
Este proyecto es una oportunidad para que las personas puedan cumplir sus ideas, encontrar personas con ideas afines y apoyarse mutuamente. Por ejemplo, uno de los participantes del proyecto plantó más de 100 manzanos en su tierra, mientras que otro planea abrir un museo de juguetes populares.
El asentamiento tiene conexión a Internet y en un pueblo a 2 km hay una escuela local, hospital y policía. Los productos de la granja Molodiozhnoie están en los estantes del mercado local y disponibles en línea. Venden miel, adelfila, cosméticos naturales y carne.
"Las autoridades no ayudan mucho, pero al menos no nos crean obstáculos", comparte Mijaíl. "Recientemente hicieron más sencilla la burocracia en la adquisición de tierras, así que eso es bueno".
El interés público en el proyecto es alto. Hasta 400 personas vienen a visitar el asentamiento en días abiertos. Allí pueden aprender algunas cosas sobre la agricultura, ayudar en el hogar y conocer qué es la vida.
Los agricultores dicen que vivir en el campo ha hecho que el dinero sea menos importante para ellos. Ya no se sienten obligados a comprar nuevas cosas de lujo, por lo que el beneficio que hacen con la venta de sus productos es suficiente para una vida feliz.
"Es genial ver los frutos de su trabajo", dice Mijaíl. "Y también hay más certeza aquí, porque sabes que tus hijos heredarán todo lo que has construido y poseído".
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