Lev Tolstói
Los críticos más feroces de Tolstói fueron los oficiales que participaron en la guerra de 1812 descrita en Guerra y paz. El escritor y funcionario Avraam Norov escribió: “Al leer la primera parte de la novela, al lector le llama la atención la pésima impresión que causa el más alto círculo social de la capital, círculo que se representa como frívolo y casi inmoral...; luego se asombra por la falta de un sentido superior en las operaciones militares y por una ausencia casi total de valor en el combate, aunque nuestro ejército siempre se ha enorgullecido de esto último... No podría leer esta novela, que pretende ser histórica, sin un sentimiento patriótico ofendido”. [Jesse Zeldin, Literatura e Identidad Nacional. Lincoln, University of Nebraska Press, 1970, p. 125] En un largo artículo publicado en 1868, Norov analizó minuciosamente lo que consideraba como los múltiples errores que Tolstói cometió en sus descripciones de la invasión de Napoleón a Rusia.
Por su parte, el conde Piotr Viazemski, que también participó en la guerra y que fue el prototipo de Pierre Bezukhov, uno de los principales personajes de Guerra y paz, también se quejaba sobre las verdades históricas. “En el libro es difícil decidir o simplemente adivinar dónde termina la historia y comienza la novela y viceversa”, escribió Viazemski.
Al igual que Norov, Viazemski sobre todo acusó a Tolstoi de “degradar” los acontecimientos del pasado. “La historia debe ser tratada con fidelidad, respeto y amor. ¿No es blasfemo y, de hecho, contrario a todas las normas de decencia y gusto literario, reducir la imagen histórica a la caricatura y la vulgaridad? ¿Por qué tanto desprecio a los lectores, como si no estuvieran a la altura de imaginar y apreciar imágenes más sublimes y más repletas de dignidad moral interior?”
Fiódor Dostoievski
Uno de los primeros críticos de Dostoievski fue su contemporáneo, Nikolái Mijçailovski, aunque sólo se atrevió a criticar a Dostoievski un año después de la muerte del escritor, en un artículo titulado “Un Talento Cruel” en 1882.
Muchos se referían a Dostoievski como una “figura central” en incluso lo llamaban “profeta”. Mijáilovski dijo que esas definiciones eran “tonterías”. En su opinión, Dostoievski era “simplemente un escritor importante y original que merece ser estudiado a fondo”. Mijáilovski se enfureció contra Dostoievski, alegando que “la crueldad y el sufrimiento siempre han sido la preocupación de Dostoievski, y siempre desde el punto de vista de su atractivo, desde el punto de vista de una lascivia aparentemente derivada del sufrimiento”.
Analizando las obras del escritor con gran detalle, Mijáilovski llegó a la conclusión de que “la falta de un sentido artístico de la proporción, que podría haber controlado la manifestación de su cruel talento, y la ausencia de un ideal social contribuyen a la espiral descendente de Dostoievski, que va de la simplicidad a la pretenciosidad, de la humanidad al sufrimiento gratuito y sin objetivo".
Pero el crítico más feroz de Dostoievski fue otro gran escritor, Vladimir Nabokov. “Dostoievski no es un gran escritor, sino más bien mediocre, con destellos de excelente humor, pero, desgraciadamente, con un derroches de tópicos literarios. “La falta de gusto de Dostoievski, su monótono trato con personas que sufren de complejos pre-freudianos, la forma en que se revuelca en las trágicas desventuras de la dignidad humana, todo esto es difícil de admirar”.
Según Nabokov, Crimen y castigo es “largo, terriblemente sentimental y está mal escrito”. Y sobre El idiota Nabokov dijo: “Todo este hachís loco está intercalado con diálogos destinados a representar los respectivos puntos de vista de diferentes círculos de la sociedad sobre cuestiones como la pena capital o la gran misión de la nación rusa. Los personajes nunca dicen nada sin palidecer, o sonrojarse, o tambalearse en sus pies." Nabokov admiraba a Dostoievski en su juventud, pero posteriormente en un blanco favorito de sus críticas.
Antón Chéjov
Paradójicamente, el crítico más severo de Chéjov fue el propio Chéjov, especialmente en sus cartas a los familiares. “He completado una obra de teatro. Se llama La gaviota. No creo que nunca llegue a tener mucho sentido. En general, no soy muy buen dramaturgo”. “Tan aburrido como el agua de una zanja”, escribió de su historia Las luces, “está tan lleno de filosofías pretenciosas que es repugnante... Estoy leyendo lo que he escrito y es nauseabundo, ¡simplemente repugnante!"
Era bien sabido que Chéjov no soportaba los elogios, pero debió de creer que había escrito algunas buenas obras, aunque no eran populares. "No estoy contento con mi éxito... lástima que se hayan escrito tantas tonterías y que tantas buenas obras queden como fueran mera basura literaria”.
Pero algunos de sus contemporáneos sí que criticaron a Chejov sin ironía. Innokenti Annenski, una destacada poetisa simbolista, escribió: “No hay alma... Una pobre y vacía alma, una margarita desplumada en lugar de un alma... Siento que nunca volveré a leer a Chéjov. Es una mente seca”. Pero reconoció que había “demostrado el poder de nuestra lengua hablada como una fuerza pura e incluso literaria. Es su gran mérito”.
Por su parte, el poeta Osip Mandelstam fue completamente despiadado con Chéjov. Escribió lo siguiente sobre Tío Vania: “Qué inexpresivo y monótono acertijo... Me resulta más fácil entender el esquema en espiral de la Divina comedia de Dante, con sus círculos y caminos y la astronomía esférica, que esta tontería de la oficina de censos... Con su red de especímenes, Chéjov recoge una muestra del ‘barro de pantano’ de la humanidad, que nunca antes se había visto. La gente vive junta y simplemente no puede seguir sus caminos por separado. Eso es todo. Solamente dales unos billetes de tren a las ‘tres hermanas’, por ejemplo y la obra habrá terminado”.
Tolstói vs. Dostoievski: ¿quién es el patriarca de las letras rusas?