La chica del cuadro se llama Vera Mamóntova. Está sentada en el comedor de la casa de campo de su padre, sosteniendo unos melocotones. Se trata de un escena aparentemente normal, pero hay algo especial en los melocotones, que se cultivaban en el pueblo de Abrámtsevo, en la región de Moscú. Abrámtsevo era una residencia de arte desde 1870, cuando la adquirió Savva Mámontov, un rico comerciante y hombre de negocios de una familia de antiguos creyentes. Era un famoso patrocinador de las artes. Invitó a muchos artistas a Abrámtsevo para que pasaran el rato, disfrutaran de la naturaleza y pintaran. Una mañana, Valentín Serov, que entonces tenía 22 años, era un amigo de la familia y un artista de renombre, vio a Vera, la hija de Savva, de 11 años. La niña iba corriendo al comedor para tomar unos melocotones. La pobre Vera tuvo que posar durante un mes para el cuadro.
“Me esforcé mucho en lograr la frescura, esa peculiar frescura que siempre se siente en la naturaleza y no se ve en las pinturas. Pinté durante más de un mes y la torturé, pobrecita, casi hasta la muerte. Traté de conservar la frescura de la pintura hasta el final, como lo hacían los viejos grandes”, escribió Serov.
Más tarde, en 1896, Viktor Vasnetsov también pintaría a la hija de Mámontov en un cuadro titulado: Chica con una rama de arce, pero no es, ni mucho menos, tan famoso. Vera finalmente se casó con Alexánder Samarin, un rico e influyente funcionario y un firme creyente ortodoxo. Murió en 1907, a los 32 años, de neumonía y fue enterrada en Abrámtsevo. El hijo de Vera y Alexánder, el filólogo Yuri Samarin (1904-1965), se convirtió en informante de los servicios secretos soviéticos y proporcionó información que llevó a muchos artistas a ser encarcelados y ejecutados en la década de 1930.
El granadero de juguete hecho de madera, que se ve en el alféizar de la ventana en la obra de arte, sigue en el mismo lugar y no se ha movido.