Sergio Mámontoff recupera su pasado

Savva I Mamontoff. Fuente: cortesía de la familia Mamontoff.

Savva I Mamontoff. Fuente: cortesía de la familia Mamontoff.

Serguéi Sávvich Mámontoff, empresario argentino, descendiente directo de Savva Mámontov, aquel gran empresario y mecenas ruso de fines del siglo XIX, protector y promotor de Fiódor Shaliapin, Konstantín Stanislavski, Iliá Repin o Mijaíl Vrúbel, entre tantos otros. Serguéi-Sergio es el directo descendiente de uno de los referentes básicos de la secular cultura rusa. Su familia se vio obligada a emigrar durante la guerra civil rusa.

“En resumen –dice- en la Argentina vive un bisnieto de Savva Mámontov, mi padre, quien también se llama Savva, y un total de 12 descendientes directos, repartidos entre Mendoza,  Buenos Aires y San Martín de los Andes”.

 

Savva Ivanovich Mamontoff.

Fuente: cortesía familia Mamontoff

Es enorme y una gran barba le cubre el rostro. Mira hacia los árboles que rodean histórica 'dacha' de la embajada argentina en Rusia y apenas repara en que le están haciendo un reportaje. Habla quizá para sí mismo.

 

Desgrana el rosario de la familia Mámontov en el mundo.

 

“Mi  abuelo Andrés –relata-, único nieto varón de Savva Mámontov, se enroló como voluntario a los 18 años en el ejército 'blanco'. Al final de la guerra civil, derrotado por los 'rojos', se vio forzado a ir al exilio. En Belgrado se casó con Alexandra  Matvéev. Allí nacieron Elena (1922) y Sava (1930), mi padre”.

 

“Como tantos otros, llegaron a la Argentina en 1948 en un barco de emigrantes.  En el viaje hicieron amistad con otras familias rusas que  venían en busca de una nueva vida, huyendo de la guerra y las persecuciones políticas”.

 

Los hermanos Mámontov, ahora ya convertidos en Mámontoff, se asentaron en la zona norte del Gran Buenos Aires. Elena tuvo un gran protagonismo en las actividades culturales que organizaba la comunidad rusa de Villa Ballester. Sava participaba en las organizaciones juveniles rusas, donde además de organizar coros y obras de teatro, se programaban excursiones por las provincias, como Buenos Aires y Córdoba.

 

En esas actividades, por el año 1950, Sava conoció a Tatiana Verevkina. El próximo mes de septiembre cumplirán 60 años de casados. Pero la familia de Tatiana y Sava se ha ramificado. “En la Argentina –dice Sergio- viven tres de sus nietos (hijos de mi primer matrimonio) y tres bisnietos. Yo vivo en Rusia con mi segunda esposa y mis dos hijos moscovitas”.

 

Obligados a emigrar


Sergio descubre, de pronto, su pasado. “Mi familia, igual que miles de otras familias rusas, se vio obligada a emigrar como resultado de una atroz guerra civil alimentada por un conflicto ideológico que siguió desarrollándose en el  tiempo.

 

“No sólo dejamos la patria de nuestros ancestros, sino que la vimos borrada del mapa. Rusia ya no existía. En su lugar había un nuevo país: la Unión Soviética.  Las nacionalidades fueron eliminadas, formalmente se hablaba del pueblo soviético, del hombre soviético. 

 

Corríamos el riesgo de perder nuestra propia identidad”.

 

“La Argentina está formada por inmigrantes y, gracias a Dios, fuimos a parar a ella. Pudimos  conservar nuestra diversidad, porque es un país donde somos iguales pero diferentes. Diferentes para sumar nuestras diferencias en pos de una nueva nación. Como dicen, un verdadero crisol de razas”.

 

Savva Mamontoff con su nieto Andréi que emigró a Argentina. Fuente: cortesía familia Mamontoff.

 

“En el colegio éramos  ‘el tano’ , ‘el gallego’, ‘el turco’, ‘el ruso’, pero casi todos éramos hinchas de River  o Boca. Y nos peleábamos por el fútbol pero nunca por temas étnicos o religiosos. Algunos me empezaron a decir ‘soviético’ como para diferenciarnos. Tuve que explicarles la diferencia entre ‘ruso’ y  ‘soviético’,  que había rusos ‘blancos’  y rusos ‘rojos’.   Me decían, 'entonces sos belorruso’  …. y me obligaban a hacer una pequeña disertación de historia y geografía”.  

 

“A diferencia de otras comunidades de migrantes, los rusos  éramos  exiliados políticos, pero sin país de retorno. Por eso  siempre quedaba pendiente la justificación de tu exilio y las dudas sobre la validez  de sus razones. ¿Quiénes tenían razón? ¿Los ‘blancos’ o los ‘rojos’? Parecía que la guerra civil seguía vigente”.

 

De los tres hijos 'argentinos' de Sergio, Borís es guía turístico y conduce contingentes argentinos a Múrmansk, en el norte de Rusia, y Mijaíl, especialista en vinos, trabaja en el negocio paterno de exportación.

 

Sergio Mamontoff. Fuente: cortesía de la familia Mamontoff.

 

Además, tiene dos hermanos que residen en los Estados Unidos. Andrés, arquitecto vive en la Florida. Sergio advierte que “tiene pasión por la navegación a vela, igual que yo”.  El otro hermano, Alejandro, es geólogo y vive en Houston, donde da clases de… tango.

 

Borís mamontoff. Fuente: cortesía familia Mamontoff.

 

Aunque Sergio advierte que “todas las ramas de la familia tienen la costumbre de pasar las fiestas navideñas en Pinamar. Gozando de la playa y del  sol”.

 

 

La experiencia de volver


¿Cómo ha sido su retorno a Rusia? ¿Cuándo fue? ¿Qué sintió?  A partir de aquí, este es el relato de Sergio.

 

“En 1981 visité Rusia por primera vez invitado por un funcionario de la embajada argentina en Moscú. Conocí a la familias de las hermanas de mi abuelo y descubrí que mi padre tenía gran cantidad de primos y primas que no llevan nuestro apellido pero que han conservado un gran respeto por nuestro ancestro”. 

 

“Fue un viaje inolvidable porque  el país de origen  pasó a ser algo real y palpable y no sólo un  recuerdo en los relatos de mis abuelos. Descubrí con  sorpresa que había como un cansancio ideológico en la gente. Mucha desilusión y desencanto. A pesar de que la Guerra Fría ya se vislumbraban  ciertos cambios. Argentina no se adhirió al embargo dispuesto en 1980 por los Estados Unidos  y proveía a la Unión Soviética de trigo y carne. En aquellos días era mucha la simpatía de los rusos hacia la Argentina, a pesar de la dictadura militar que gobernaba en Buenos Aires”.

 

“Sentí  que me habían pateado la brújula.  Yo tenía mi negocio bien armado en San Martín de los Andes: una inmobiliaria y un estudio contable. Pero el  cambio que  se veía venir en Rusia era tan grande e importante que  no podía dejar de pensar en él”.

 

Un episodio histórico


En 1989 ya se había decidido y participó en la Primera Exposición Argentina en la URSS. Comenzó a estudiar los cambios que se estaban produciendo, a traducir las nuevas leyes, a hacer contactos y a viajar por negocios.

 

Hay uno que recuerda en especial. Era agosto de 1991, estaba en Moscú. “Esa mañana escucho por la radio el ‘comunicado número…’, como cuando los golpes militares en la Argentina. Por la ventana veo pasar los carros blindados en dirección al Kremlin. Me llama por teléfono uno de mis primos moscovitas o y me dice: ‘Te recomiendo que salgas de la URSS lo antes posible. Si cierran la frontera lo vas a pasar mal. Gorbachov está preso…”

 

“Mientras me afeitaba puse a cargar las pilas de mi cámara Súper  8 y pensaba para mis adentros: ‘Esto es historia y me está pasando a mí”.

 

“Vivía cerca de la estación Belorúskaya. Fui caminando por el  Sadóvoe Koltsó hasta la ‘Casa Blanca’, como le dicen al edificio que entonces era sede del  parlamento y ahora del gobierno. Seguía simplemente a la gente que se dirigía hacia allá, porque en ese lugar podía estar Borís Yeltsin, a quien por lo visto no habían podido capturar los del GKCHP, el comité de emergencia formado por los golpistas”.

 

“Lo que pasó en esos tres días de resistencia ya es historia. Está en los libros y en los archivos. Yo, sin embargo tengo la mía propia”.

 

“Pude entrar en la ‘Casa Blanca’ haciéndome pasar por periodista argentino (gracias a la cédula de identidad y a la cámara). Desde el balcón fui testigo de los discursos de Borís Yeltsin, Elena Bonner, Stanislav Rostropovich y otros.  El mar de gente era impresionante, más de 250.000 personas, había barricadas y fogatas resistiendo al golpe de Estado”.

 

“Me armo de coraje y me acerco a un diputado que arengaba a la gente para que no se dispersara y mantuviera el escudo humano alrededor del edificio donde estaba  Yeltsin.

 

-         ¿Me deja hablar por el micrófono  a la gente?- Le pregunto con todo descaro.

-         Pero….  ¿Usted   quién es?, -me mira sorprendido.

-         Mi apellido es Mámontov  y vengo del extranjero.

-         ¿Mámontov?  ¿De aquellos Mámontov?

-         Sí, de aquellos.

“Los ojos le brillaron un instante, sube al estrado sin titubear y me anuncia.

 

-Ahora, queridos compatriotas, les hablará Mámontov, llegado desde el extranjero . Es un  ruso del exilio….

 

….ovaciones y aplausos …… 

“Hablé como cinco minutos.  Hablé de dictaduras y exilios, de totalitarismo y democracia y  de que los corazones  de los exiliados rusos del mundo estaban con nosotros que estamos en en esa plaza de Moscú”.

 

“Fui ovacionado. En realidad, no yo sino el famoso apellido de mi tatarabuelo”.

 

“Más tarde vi cómo en  el edificio del gobierno bajaban la bandera roja de la URSS e izaban en su lugar la tradicional rusa tricolor: blanca, azul y roja. Igual  a la que izábamos en el colegio ruso en la vieja barraca de Olivos”.

 

“Lloré. Había superado al fin esa asignatura pendiente. Me tomó varios años pero lo logré.

 

“Hace más de dos décadas que vivo en Moscú.  Mi brújula está casi arreglada. Aunque a veces me muestra que el norte está en el sur, hacia Argentina. Donde viven mi vieja y mi viejo, mi hija e hijos, nietos, nieta,  primos, sobrinos y un mar de amigos”.

 

Actualmente, Sergio Mámontoff es consultor en comercio exterior para el mercado ruso. Tiene clientes en Argentina, Chile, España y México. La familia Mámontov-Mámontoff ha formado una red consultora internacional en la Argentina, Rusia, España, Brasil y los Estados Unidos.

 

“Somos socios naturales”, dice refiriéndose a las relaciones entre la Argentina y Rusia. “Al desintegrarse la Unión Soviética, Rusia perdió como proveedores de productos a las antiguas repúblicas soviéticas del sur, de climas cálidos. Para nosotros la distancia no es un problema. Transportar un contenedor de 40 pies desde Buenos Aires hasta San Petersburgo es más barato que desde España por camión. Desde la Argentina tenemos que ser más audaces e insistentes. Hay muchísimo por hacer. El mundo cambia. Rusia puede tener un rol fundamental en estos cambios para la Argentina”.

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