La necesidad de precisar “qué Iván era justamente ése y en qué se diferenciaba de los demás” hizo que surgieran los apellidos. La manera más sencilla era decir de quién era hijo.
En Rusia los apellidos surgieron en una fecha relativamente cercana: en las capas altas de la sociedad, en el siglo XVI; y, entre los campesinos, después de que se anulara el régimen de servidumbre, a finales del siglo XIX. Los típicos apellidos rusos acaban en -ov, -ev o -in; es decir, al principio, por ejemplo, Iván Petrov significaba, “Iván, el hijo de Piotr”. Y ya en las siguientes generaciones se conservó el apellido dado en origen, como el nombre del linaje general, y para indicar el nombre del padre empezaron a utilizarse los patronímicos: Vasili Ivánovich Petrov es “el hijo de Iván de la familia de los Petrov”.
Dentro de muchos apellidos modernos se han conservado nombres que ya no son de uso corriente: Makárov, Matvéiev y Lukin provienen respectivamente de Makar, Matvéi y Luka. El apellido más típico ruso es Ivánov, aunque por su presencia sólo ocupa el segundo puesto, por detrás de Smirnov (del adjetivo “smirni”, tranquilo): los Smirnov en Rusia representan el 1,8% de todos los habitantes, mientras que los Ivánov, el 1,3%. Un dicho tradicional contiene la secuencia de estos apellidos rusos: “Ivánov, Petrov, Sídorov…”.
En Rusia no hay muchos apellidos que se hayan formado a partir de los nombres de las profesiones: Kuznetsov (herrero), Rybakov (pescador), Plótnikov (carpintero), Mélnikov (molinero)… En cambio, gozan de amplio uso los apellidos formados a partir de nombres de animales: tanto salvajes (Medvédev -de oso-, Vólkov -de lobo-, Sóbolev -de marta cebellina-) como domésticos (Kozlov -de cabrío-, Baránov -de carnero-, Bykov -de toro-). Es muy popular el apellido Kótov -de gato-, mientras que el apellido Sobakin -de perro- es poco común.
Muy a menudo se encuentran por alguna razón apellidos de pájaros: Solokov, Gólubev, Borobiov, Orlov, Sorokin, Zhuravliov, Petujov, Drozdov… Los dos comentaristas de futbol de televisión más conocidos en la actualidad llevan apellidos que se formaron a partir de nombres de aves de corral: en el primer canal comenta el fútbol Víktor Gúsev (“gus”, ganso) y en el canal NTV, Vasili Útkin (“utka”, pato).
Dos famosos poetas rusos de la segunda mitad del siglo XX tienen apellidos formados a partir del nombre de fiestas eclesiásticas: Andréi Voznesenski (de “Voznesenie”, Ascensión) y Robert Rozhdestvenski (de “Rozhdestvó”, Navidad).
La terminación -ski también es una variante de la respuesta a la pregunta “¿De quién?” o “¿De dónde?”, aunque es más característico en las regiones occidentales de Rusia: es más bien una variante polaca.
Por las terminaciones de los apellidos se puede determinar no sólo la nacionalidad, sino también, como regla, el género. La mayoría de apellidos rusos cambian en su terminación en su forma femenina: se le añade la letra “a” (Ivánova, Sorókina), y -skii pasa a ser -skaia (Moskóvskaia).
Pero la terminación en -ich y -ko es idéntica tanto en la variante masculina como en la femenina, y los apellidos de mujer con estas terminaciones permanecen invariables en los diferentes casos de las declinaciones rusas. La terminación ucraniana -ko (por ejemplo, Rybalko) es en general una forma no marcada: los apellidos acabados en -ko no se declinan ni en la variante masculina ni en la femenina.
Los apellidos tienen la peculiaridad de 'adaptarse' a la nacionalidad originaria del país: así, los apellidos orientales se rusifican a menudo (Ali se convierte en Alievim, Rajmón en Rajmónovym), pero en Letonia a todos los apellidos se les añade la terminación -s y, por ejemplo, el ciudadano letón Ivánov en el pasaporte lee su apellido escrito Ivanovs.
Hombres públicos (por ejemplo, políticos y escritores) a menudo se cambian sus apellidos por pseudónimos brillantes. Vladímir Uliánov, que antes de la revolución firmaba algunos de sus artículos como «Lenin» (dice la leyenda que en honor al río siberiano Lena), entró en la historia como Vladímir Lenin.
Pero sus compañeros del partido de los bolcheviques adoptaron seudónimos con un significado de fuerza y resistencia. Iósif Dzhugashvili se convirtió en Stalin (de “stal”, acero); Lev Rozenfeld, en Kámenev (de “kamen”, piedra); y Viacheslav Skriabin, en Mólotov (de molot, martillo).
El escritor Alekséi Peshkov también cambió su apellido y su nombre: en las cubiertas de sus libros se lee Maksim Gorki (es decir, “amargo al máximo”). En las décadas de 1920-1930, en la Unión Soviética, en el marco de las luchas que se libraron contra el pasado a menudo las ciudades cambiaron de nombre, como resultado de lo cual algunos seudónimos incluso aparecieron en el mapa geográfico: así, Perm se convirtió en Mólotov, y Nizhni Novgórod en Gorki (ahora a estas ciudades se les ha restituido sus nombres anteriores).
Los escritores a menudo bautizan a sus personajes con nombres motivados (es decir, “con sentido”): Prostákov (de “prostiak”, simplón), Molchali (de “molchat”, callar) o Raskólnikov, quien mató a su víctima con un hacha, (de “raskolot”, escindir).
Y en la década de 1920, Mijaíl Bulgákov, en su novela Corazón de perro, le puso a uno de sus personajes menos simpáticos el nombre de Klim Chugunkin (de “chugún”, hierro fundido), que, probablemente, fuera una alusión a Iósif Stalin, y su novela se prohibió. Por lo demás, también encontramos apellidos elocuentes en el mundo real: así, uno de los mejores deportistas soviéticos, un esgrimista, lleva el apellido de Krovopúskov (de “puskat krov”, derramar sangre”).
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