Teriberka, región de Murmansk (a 2.000 km de Moscú)
Es el único pueblo a orillas del mar de Barents al que se puede acceder en coche y debe su nombre al río del mismo nombre. Se encuentra en la península de Kola y su primera mención data del siglo XVI, como lugar de parada para los comerciantes de pescado. En la época soviética se convirtió en uno de los principales puntos de pesca del Ártico.
Durante la crisis de los años 90, la mayoría de las empresas pesqueras cerraron y los residentes locales comenzaron a trasladarse a pueblos y ciudades más grandes. Hoy en día, viven aquí alrededor de 700 personas. En 2014 ganó algo de fama cuando el director ruso Andrei Zviáguintsev rodó algunas escenas para su película Leviatán.
Después del estreno de la película, Teriberka experimentó un pequeño auge turístico. Algunos vienen al pueblo por la aurora boreal, la cocina ártica, la pesca y las excursiones a las cascadas locales, otros por el kitesurf (el viento nunca se detiene aquí), el buceo y el senderismo en los singulares paisajes del norte.
Parque de la Montaña Ruskeala, Carelia (a 1.000 km de Moscú)
En los siglos XVII-XIX, en el lugar del parque se encontraba una cantera de medio kilómetro de largo, donde se extraía mármol blanco que luego se utilizó para la construcción de las catedrales de San Petersburgo, Kazán y San Isaac.
La cantera se inundó en el siglo XX. Posteriormente en el primer decenio del 2000 se acondicionó la zona circundante con senderos y plataformas de observación y los buzos comenzaron a explorar las cuevas y grutas excavadas.
Los turistas vienen a admirar los fósiles de mármol de colores claros, el agua azul turquesa y el verdor que enmarca las cimas de las montañas. Los que no temen a las alturas pueden ver el parque desde arriba, deslizándose por una tirolina. Según los turistas, el vuelo de 20 segundos causa una impresión que dura toda la vida.
Montañas Jibini, región de Múrmansk (a 1.800 km de Moscú)
Aykuayvenchorr y Kukisvumchorr son dos de los centros de esquí más populares del norte de Rusia, ambos situados al pie de las montañas Jibini, que según los geólogos tienen más de 390 millones de años de antigüedad. Reciben turistas todo el año y no solo esquiadores y snowboarders.
Desde arriba las montañas se asemejan a un anillo ovalado atravesado por valles fluviales, lagos, cascadas y desfiladeros, todo ello rodeado por el bosque de tundra.
Las montañas están cubiertas de nieve incluso en agosto-septiembre; los visitantes del verano caminan por los pasos locales y los lagos de montaña.
En invierno las montañas Jibini son frecuentadas por los esquiadores y los snowboarders, para los que hay varias pistas y campamentos base, así como por los que van en motos de nieve y están interesados en ver la aurora boreal.
Kimzha, región de Arjánguelsk (a 1.500 km de Moscú)
Desde la distancia, la que fuera votada la aldea más hermosa del norte de Rusia, parece anodina. Tres hileras de casas para no más de 100 personas y dos pequeños molinos. En realidad es como un auténtico museo al aire libre con cabañas de troncos, graneros y una iglesia de madera construida en 1709.
Kimzha fue mencionada por primera vez en las crónicas antiguas a principios del siglo XVI. Los residentes de las aldeas vecinas estaban convencidos de que la gente que vivía en Kimzha tenía el poder del mal de ojo y podía lanzar maldiciones. Incluso se les dio un apodo colectivo, chernotropi (los que están en el camino negro, que significa hechiceros). Hasta 1951 la aldea ni siquiera tenía su propio cementerio porque los lugareños enterraban a sus seres queridos junto a sus casas, creyendo que los espíritus de sus antepasados protegerían su hogar de los daños.
Durante las vacaciones de verano e invierno, los hijos y nietos de los residentes locales visitan la aldea, lo que hace que Kimzha se parezca aún más al escenario de un cuento de hadas ruso.
Islas Solovetski, región de Arjánguelsk (a 1.400 km de Moscú)
Las islas Solovetsky -el mayor archipiélago del mar Blanco, está formado por seis islas grandes y más de 100 pequeñas. Son visitadas cada año por 20.000 turistas, ya sea en barco o en helicóptero desde el continente.
En el territorio de la más grande los visitantes son recibidos por un enorme museo-reserva, en cuyo centro se encuentra el monasterio de Solovetski, construido en la primera mitad del siglo XVI. En la época soviética colocaron una granja colectiva en su lugar, así como un campo de trabajos forzados, que más tarde se transformó en una prisión.
También se puede ver el kremlin de Solovetski, con sus muros de cantos rodados de granito, además de numerosas iglesias, incluida la capilla del faro en Sekirnaia Gora.
Las islas están a menudo envueltas en la niebla, lo que le da un toque especial a estos majestuosos paisajes. En verano los visitantes salen a navegar por los lagos y en julio-agosto se puede observar a las ballenas en el cabo Beluga. La isla Bolshói Zayatsky tiene misteriosos laberintos que pueden ser explorados (nadie sabe quién los construyó y por qué), así como focas que en ocasiones nadan cerca de la orilla.
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