Se trata de una antigua aldea de mercaderes situada en la región de Yaroslavl (a unos 300 km de Moscú) y fue elegida como la aldea más bonita en un concurso oficial celebrado el año pasado.
Este empobrecido pueblo pasó de ser un lugar aislado y deprimente a convertirse en un complejo histórico-cultural que atrae miles de turistas. En la actualidad cuante con con diez museos, tres hoteles, un restaurante, una sala de conciertos y una infraestructura turística de calidad. Los cambios empezaron en 2007 gracias a una serie de inversiones privadas.
El número de edificios históricos restaurados en Viatskoe supera a los necesarios para la vida rural, por lo que se ha ganado el nombre de “la aldea que quería ser ciudad”.
Uno de los aspectos más importantes es que estos cambios han llegado hasta los propios locales y ahora casi la mitad de ellos trabaja en el sector turístico. Esta aldea de alrededor de 500 habitantes atrae a casi 100.000 turistas al año. Las pequeñas iglesias, el paisaje y la reconstrucción del modo de vida de los mercaderes son algunos de sus principales encantos.
La estepa, montañas, yurtas, manadas de camellos y un viejo datsan, monasterio budista. La vida de los descendientes de la tribu Guchit gira en torno a esta espiritual calma.
Sus antepasados nómadas llegaron a este lugar desde la taiga siberiana en el siglo XVII e instalaron 100 yurtas en la llanura del valle de Atsagat, donde en verano el aire se colma de la fragancia de la sagrada planta aya-ganga.
El ambiente tranquilo del datsan de Atsagan, con sus 1.000 pequeñas figuras de Buda contrasta con el dinámico complejo turístico llamado “El nómada estepario”. Aquí los habitantes del lugar invitan a probar el tradicional buuz (raviolis al vapor) y el té con leche de yak y sal, tal y como marca la tradición; las boova (galletas del lugar) y vodka. También enseñan a disparar con arco, montar en sus veloces caballos y participar en los ritos buriatios.
Se encuentra en la caldera de un antiguo volcán ya extinguido, entre fuentes termales, ríos que no se congelan y montañas. Este lugar forma parte del patrimonio mundial de la Unesco y desde tiempos remotos está poblado por pequeñas tribus de Kamchatka: los itelmen, evenk y koriak.
Situado a 500 km de la capital de Kamchatka, Petropávlovsk-Kamchatski, y a más de 6.000 km de Moscú, Esso es un lugar que merece la pena visitar a pesar de su remota ubicación. Aquí se puede conocer de primera mano la vida de las tribus locales, bañarse en piscinas termales al aire libre, admirar los volcanes e incluso encontrarse con osos de verdad (este es su hábitat natural, pero los osos de esta zona no atacan a las personas).
En primavera comienza en Esso una carrera en trineos tirados por perros llamada Beringuiya, con un recorrido de 1.000 km está incluida en el Libro Guinness de los Récords.
Alejada de la civilización en las montañas de Altái, lo que la hace especialmente bella a esta localidad son sus 120 habitantes, casi todos ellos artistas que con su arte llenan cuatro galerías y el centro de cultura nacional “Lukomorie”.
Muchos van a Askat para conseguir productos de los artesanos locales: vestidos y camisas con bordados extravagantes, ocarinas que solo algunos maestros de Askat saben fabricar. También se puede meditar a orillas del cristalino río Katún, una atmósfera que tranquiliza antes de entrar en un sueño reparador en una isbá de paja.
Esta ciudad de la región de Kaluga, 220 km de Moscú, estuvo a punto de desaparecer en los años 90 pero ha recobrado la vida gracias al festival “ArchStoyanie” (traducido como “levantamiento arcaico). El lugar se ha llenado de obras de land art surrealistas y los campos de patatas, el pequeño río Ugrá y los bosques locales se han convertido en un lugar de peregrinación de miles de amantes del arte contemporáneo, alejado de lo digital.
Donde antes pastaban las vacas y crecían las hortalizas, ahora han aparecido hoteles cápsula, un sendero de Moebius, un zigurat, un homenaje a la mente universal y otras cien obras de arte que se pueden visitar durante todo el año. En invierno u otoño el land art de Nikola-Lenivets tiene un aspecto todavía más misterioso cuando contrasta con el fondo nevado del paisaje.
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