La mandataria (1729-1796) escribió en una ocasión: "Es necesario iluminar a la nación, que debe ser gobernada". Y ella misma se convirtió en un ejemplo de ilustración: dedicó mucho tiempo a la lectura, mantuvo correspondencia con Voltaire y otras figuras de la educación francesa y creó instituciones educativas. Además, escribió obras de teatro.
Entre sus obras había óperas, dramas y comedias. En ellos ridiculizó los prejuicios y vicios de la sociedad rusa. Las obras se representaron en el Teatro de la Corte del Hermitage de San Petersburgo bajo la supervisión personal de la emperatriz, que asistía personalmente a los ensayos.
Una de las comedias de la emperatriz está dedicada a la visita a Rusia del famoso aventurero italiano Conde Cagliostro, a quien muchos confundieron con un mago y alquimista. En Rusia, se hizo amigo del favorito de la emperatriz, el príncipe Grigori Potemkin. Dicen que Cagliostro le ofreció a Potemkin multiplicar por tres sus reservas de oro, siempre que el mago obtuviera un tercio. No se sabe qué hizo Cagliostro, pero el oro de Potemkin supuestamente aumentó el triple.
El estafador hizo muchos más trucos en Rusia, pero quedó atrapado en una broma cruel. Supuestamente resucitó a un bebé, el hijo del conde Gagarin, pero quienes lo rodeaban sospechaban de la sustitución del niño. Cagliostro tuvo que salir apresuradamente de Rusia. Catalina la Grande, profundamente indignada por esta historia, escribió la comedia "El engañador".
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