Cómo un general francés traicionó al Gobernante Supremo de Rusia

Russia Beyond (Foto: Dominio público, František Sládek)
El legendario almirante ruso no permitió que los intervencionistas aliados sacaran las reservas de oro de Rusia del país. Al final, fue traicionado y ejecutado por los bolcheviques.

“Luna llena, una noche ligera y helada... Me ofrezco a vendarle los ojos, pero Kolchak se niega. El pelotón de fusilamiento está en posición con sus rifles listos... Doy la orden: Pelotón, ¡abran fuego contra los enemigos de la revolución!”, así recordaba Iván Bursak, que comandaba el pelotón de fusilamiento, la ejecución de uno de los principales enemigos del régimen soviético, el gobernante supremo de Rusia, el almirante Alexánder Vasílievich Kolchak. 

El almirante Alexánder Vasílievich Kolchak

El líder del movimiento blanco antibolchevique podría haber evitado fácilmente este amargo destino de no ser por el general francés Maurice Janin.

Enemigos

Oceanógrafo, explorador polar y comandante naval, Alexánder Kolchak vivió alejado del mundo de la política, hasta que (tras la revolución bolchevique de 1917) se encontró al frente del movimiento blanco en Siberia. El 18 de noviembre de 1918, el almirante asumió el cargo de Gobernante Supremo de Rusia, y pronto su autoridad fue reconocida por los generales blancos del sur, norte y noroeste del país.

Sin embargo, las potencias de la Entente no se apresuraron a reconocer el alto estatus del almirante, aunque le proporcionaron, al igual que a otras fuerzas antisoviéticas, ayuda militar. El representante de los aliados en el llamado gobierno ruso de Kolchak era Maurice Janin.

 Maurice Janin

Desde el principio, el Gobernante Supremo y el general francés no se llevaron bien. Kolchak se oponía a que Janin se convirtiera en el comandante de todas las fuerzas antibolcheviques en el este de Rusia, tanto de los ejércitos blancos como de las tropas de los intervencionistas. El almirante ignoró abiertamente que este nombramiento había sido aprobado por los dirigentes de la Entente.

No obstante, el general francés asumió el mando de todas las tropas extranjeras en Siberia, incluida su principal fuerza de ataque: la Legión Checoslovaca. Formada por el gobierno zarista durante la Primera Guerra Mundial a partir de prisioneros checos y eslovacos, su objetivo era luchar contra Alemania y Austria-Hungría. Tras la caída de la monarquía rusa, la legión pasó a estar bajo el mando del Estado Mayor francés, que planeaba retirarla del país y enviarla a luchar al Frente Occidental. Sin embargo, con el inicio de la Guerra Civil rusa, se decidió mantener a decenas de miles de legionarios en Siberia y el Lejano Oriente, donde se convirtieron en un arma eficaz en la lucha contra los soviéticos. La Legión Checoslovaca jugó un papel fatídico en la vida de Kolchak.

La Legión Checoslovaca entra en Irkutsk en 1918.

“El almirante está poseído por la megalomanía y la astucia ingenua de los locos”, escribió Janin sobre Kolchak en su diario. “Gracias a Dios los aliados tuvieron la previsión de no reconocer al gobierno de Siberia como el gobierno de Rusia”, señaló.

Por su parte, el general Konstantín Sajarov, del Estado Mayor del Gobernante Supremo, describió al comandante francés de la siguiente manera: “Janin era poco sincero y de carácter débil. Dio instrucciones vagas y se dedicó a hacer doble juego desde el principio. Por fuera, se comportaba de forma muy obsequiosa con Kolchak, asegurándole su apoyo y devoción, su simpatía por el ejército ruso, mostrando buena voluntad e indulgencia. Pero a sus espaldas aprobaba todas las acciones oscuras de los checos, y (no sin razón) incluso pensábamos que a veces los incitaba contra nosotros”. 

Fuga

El tren blindado checoslovaco cerca de Ufa, 1918.

A finales de 1919, el movimiento blanco en el este del país estaba al borde del colapso. Habiendo derrotado a las fuerzas de Kolchak, el Ejército Rojo avanzaba rápidamente hacia el interior de Siberia, y el 15 de noviembre logró incluso tomar la capital de la Rusia Blanca, la ciudad de Omsk.

Lo que siguió fue la ardua Gran Marcha del Hielo de Siberia, durante la cual los blancos tuvieron que cubrir una distancia de varios miles de kilómetros hacia el este, sufriendo la constante presión de las tropas del Ejército Rojo y de los partisanos locales, así como toda la severidad del invierno siberiano.

La crítica situación se vio agravada por el comportamiento de las unidades checoslovacas. Los legionarios controlaban el ferrocarril transiberiano y, en primer lugar, dejaban pasar sus escalas con “trofeos de guerra” (en realidad, botín), deteniendo por la fuerza los trenes con refugiados y, a veces, requisando abiertamente locomotoras de vapor, combustible y propiedades de los mismos. Los airados mensajes de Kolchak a Janin y al comandante checoslovaco Jan Syrový no ayudaron mucho a rectificar la situación.

Soldados del Ejército Blanco.

El Gobernante Supremo pronto se dio cuenta de que todos los hilos estaban en manos de Janin y sus legionarios. Tras separarse del ejército principal, varios trenes del almirante que lo transportaban a él, a su séquito, a un convoy y a una reserva de oro, se dirigían a la nueva capital, Irkutsk. Sin embargo, el 27 de diciembre fueron detenidos por los checoslovacos en la estación de Nizhneudinsk, a 500 km de la ciudad, “hasta nuevas órdenes”.

Pronto se supo que en Irkutsk había estallado un levantamiento contra el poder del Gobernante Supremo, organizado por el llamado Centro Político que comprendía representantes de los partidos Socialista-Revolucionario y Menchevique. Como los rebeldes no consideraban a los invasores aliados como oponentes, Janin sugirió a Kolchak entregar el escalón con oro bajo la protección de los aliados para su transporte a Vladivostok. Kolchak respondió: “No me fío de usted. Prefiero dejar el oro a los bolcheviques que entregarlo a los aliados”. Fueron estas palabras, así como su promesa de que no permitiría que los checoslovacos sacaran los bienes materiales del país, las que determinaron en gran medida el trágico destino de Alexánder Vasílievich. 

Traición

Durante dos semanas, el almirante, bloqueado por las tropas checoslovacas, tuvo que languidecer impotente en Nizhneudinsk, perdiendo un tiempo precioso. Su convoy de 500 hombres podría haber reprimido el levantamiento en una fase temprana, si los aliados les hubieran dado la oportunidad. Sin embargo, Janin estaba esperando su momento, habiendo entablado negociaciones con los rebeldes.

Al final, el Centro Político tomó Irkutsk bajo su control, mientras que el convoy que acompañaba a Kolchak huyó. Sólo un puñado de personas permaneció con el Gobernante Supremo, el más veterano de ellos era el presidente del Consejo de Ministros, Viktor Pepéliaiev.

El almirante Alexánder Kolchak

Los ministros de su gobierno que se mantenían en contacto con Alexánder Vasílievich intentaban persuadirle de que renunciara a su título en favor del comandante de las fuerzas blancas en el sur del país, Antón Denikin. Kolchak estaba dispuesto a aceptarlo, pero no antes de pasar por Irkutsk, dejar atrás Baikal y llegar a Verjneudinsk (Ulán-Udé).

Janin recibió órdenes de su superior de llevar al almirante a donde quisiera, y el 10 de enero, finalmente, proporcionó a Kolchak un vagón de tren decorado con banderas inglesas, francesas, estadounidenses, japonesas y checoslovacas. Simbolizaban que Kolchak, al pasar por Irkutsk, estaría bajo la protección de estos estados. Sin embargo, al subir al tren, el deprimido Alexánder Vasílievich declaró: “Estos aliados me venderán...”

Los miembros del Centro Político exigieron a Janin que les entregara a Kolchak y Pepéliaiev, así como la reserva de oro. Si se negaba, el nuevo gobierno le amenazaba con no dejar que las unidades checoslovacas fueran hacia al este, lo que podría ser un desastre para la legión, ya que cada día el Ejército Rojo estaba más cerca. Sin embargo, los legionarios no tenían intención de abandonar todos los trofeos que habían acumulado.

Al final, Maurice Janin decidió entregar al Gobernante Supremo, que se había vuelto inútil para la Entente, olvidando fácilmente las garantías de seguridad que se le habían concedido. Alexánder Kolchak fue detenido el 15 de enero en la estación de tren de Irkutsk. “Psicológicamente, no podemos aceptar la responsabilidad de la seguridad del viaje del almirante... Después de que le propusiera transferir la reserva de oro bajo mi responsabilidad personal y se negara a confiar en mí, ya no puedo hacer nada”, dijo el general francés.

Janin y otros representantes de los aliados abandonaron tranquilamente la ciudad, mientras que los checoslovacos, que habían conseguido hacerse con parte de la reserva de oro, recibieron luz verde para partir en dirección a los puertos del Pacífico.

Un "general sin honor”

Pronto el Ejército Rojo se acercó a Irkutsk, y el 25 de enero de 1920 el poder en la ciudad pasó a los bolcheviques sin que se derramara sangre. A principios de febrero, unidades de la Guardia Blanca bajo el mando del general Serguéi Voitsejovski intentaron liberar al almirante por la fuerza.

Maurice Janin

En estas circunstancias, los dirigentes soviéticos no quisieron arriesgarse, y Alexánder Kolchak, junto con Viktor Pepéliaiev, fueron fusilados precipitadamente el 7 de febrero cerca de la desembocadura del río Ushakovka, tras lo cual sus cuerpos fueron arrojados a un pozo de hielo. Al enterarse de su muerte, Voitsejovski se retiró de Irkutsk.

“El comportamiento traicionero del general Janin y de otros representantes de las potencias aliadas al cometer este acto vergonzoso provocó la más profunda indignación y la más impotente ira”, dijo el ministro de alimentación del gobierno de Kolchak, Iván Serébrenikov, al comentar estos hechos.

Otro líder del movimiento blanco, Lev Krol, señaló: “Entregar a una persona en esas circunstancias era un acto de máxima deshonra, algo que fue recibido con desprecio incluso por aquellos a los que se entregó el almirante”. 

Aunque en la prensa occidental se criticaron las acciones del general, los dirigentes de la Entente las consideraron bastante adecuadas dadas las circunstancias. El propio Janin desestimó las acusaciones de que los aliados habían traicionado a Siberia, de que los checos habían destruido el ejército y de que él personalmente había entregado al almirante a los bolcheviques como “cuentos de hadas” de quienes “nunca quisieron imaginar el estado real de las cosas en su verdadera luz”. 

Entre los representantes del movimiento blanco y los emigrantes rusos, Maurice Janin llegó a ser ampliamente conocido como un “general sin honor”. Cuenta la leyenda que en una de las estaciones de camino a Vladivostok, un oficial ruso se le acercó y, arrojando varias monedas a sus pies, le dijo “Aquí están sus treinta piezas de plata”.

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