Justo un año después de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, el mariscal Gueorgui Zhúkov, en la cima de su gloria, cayó en desgracia. Se le acusó de sobredimensionar sus propios méritos en la derrota de Alemania, de menospreciar el papel del comandante supremo en jefe (Stalin) y de reclamar los laureles por operaciones militares exitosas en las que no había tenido nada que ver.
Como resultado, el siempre suspicaz líder soviético envió al muy respetado y demasiado popular (tanto en su país como en el extranjero) mariscal fuera de Moscú. El 9 de junio de 1946, Zhúkov fue nombrado comandante del distrito militar de Odessa, a pesar de haber ocupado previamente el puesto de comandante en jefe de todas las fuerzas terrestres soviéticas.
En su exilio de Odessa, Zhúkov no se quedó de brazos cruzados. Allí le esperaba un nuevo enemigo, muy diferente al que se había encontrado en los campos de batalla de Europa.
La Odessa criminal
En la posguerra, Odessa fue incluida en la lista especial de ciudades soviéticas con un nivel excesivo de delincuencia. Los criminales superaban en número a la policía casi tres a uno.
Cuando caía el atardecer, las calles se vaciaban de gente normal, que era sustituida por ladrones y salteadores. Incluso en sus casas, la gente no se sentía segura. Las bandas de malhechores, con nombres como ‘Gato Negro’ y ‘Dodge ¾’ allanaban los apartamentos a voluntad, a veces masacrando brutalmente a familias enteras.
Los delincuentes contaban con la ayuda de la laberíntica red de catacumbas que había bajo la ciudad, antiguas canteras en las que podían desaparecer tras robar un almacén o una tienda de comestibles.
“Era difícil para todos los servicios de seguridad de la ciudad liberada”, escribió el oficial de policía David Kurliand sobre la Odessa de la posguerra: “Los delincuentes eran muy activos, especialmente los desertores, y estaban generalmente armados".
Los criminales también se hicieron con armas de distintas maneras. Muchos oficiales del ejército visitaban la “perla junto al mar” (como se conocía a Odessa) de vacaciones. Muchos eran emboscados o asesinados, y les robaban sus pistolas. El problema de la delincuencia urbana afectaba también a los militares, así que cuando en junio de 1946 Zhúkov llegó a la ciudad, las autoridades locales lo recibieron como a su salvador en la lucha contra el crimen.
Operación Mascarada
El condecorado mariscal no perdió el tiempo y puso manos a la obra, ordenando la liquidación de toda la actividad criminal en el menor tiempo posible. Se cree que la llamada Operación Mascarada fue obra suya.
Durante esta operación de tintes míticas, se trajeron a la ciudad costera soldados y policías de otras regiones (los delincuentes conocían a las fuerzas locales de vista), vestidos de civil, y se les envió a patrullar las calles nocturnas de Odessa.
En cuanto alguien intentaba robarles, las “víctimas” disparaban a matar, sin intentar siquiera coger a los delincuentes vivos. Los cadáveres de los facinerosos quedaban tirados en las calles durante algún tiempo como advertencia. “No hacían detenciones, se limitaron a ejecutar a varios cientos de personas en un par de meses”, explica el historiador de Odessa Víktor Savchenko.
Hoy, sin embargo, la operación encubierta “Mascarada” está siendo cuestionada. No existe ninguna prueba documental en los archivos del Ministerio del Interior ruso sobre ella, y el propio Zhúkov nunca mencionó que cazase criminales de esta manera. “En mi opinión, todo es pura ficción”, dice Isai Bondarev, que sirvió en la oficina del comandante militar de Odessa en 1946: “No escuché nada de aquello, no lo vi, no lo supe. Si hubiera pasado algo así, como oficiales de policía seguro que habríamos oído algo”.
Enfoque sin sentido
Sea cual sea la verdad, no hay duda de que Zhúkov desempeñó un papel importante en acabar con el poder de los criminales de Odessa. Y gracias a él, la policía y el ejército establecieron estrechas relaciones de trabajo.
El mando militar dividió la ciudad en sectores, cada uno de ellos asignado a un comandante de unidad. Los parques, las plazas, las estaciones de tren, los restaurantes y los suburbios también tenían su propio responsable. Los soldados tendieron emboscadas, registraron apartamentos, áticos y sótanos sospechosos, y comprobaron los documentos en los puntos de entrada y salida de la ciudad.
Los sospechosos eran detenidos, llevados a la comandancia y, a la mañana siguiente, entregados a los investigadores. Además, los militares realizaban regularmente patrullas conjuntas con la policía.
Aunque esta práctica no fue inventada por Zhúkov y este tipo de medidas ya era habitual en las ciudades con alta criminalidad, su decisión y autoridad aceleraron significativamente el proceso. En 1947, la tasa de criminalidad en Odessa había vuelto a los niveles de antes de la guerra.
De Odessa a los Urales
Zhúkov estaba desesperado por poner fin a su exilio interno, y esperaba que el éxito en Odessa contribuyera a acabar con él. En febrero de 1947, envió una carta a Stalin en la que admitía haber cometido errores y confesaba haber “perdido el sentido de la modestia bolchevique”. “Trabajo muy duro en [Odessa] y con gran deseo. Le pido, camarada Stalin, que me dé su plena confianza, que me satisfaré”, escribió el mariscal.
Sin embargo, el “padre de las naciones” (como se conocía a Stalin) se negó a reunirse con Zhúkov, en absoluto. Se presentaron nuevos cargos contra él por supuestamente “abusar de su posición oficial, ponerse del lado de los saqueadores y sacar objetos de valor de Alemania en su beneficio personal”.
El 20 de enero de 1948, el gran mariscal fue retirado de Odessa y puesto a cargo del distrito militar menos importante, esta vez en los Urales. Sólo después de la muerte de Stalin, en 1953, Zhúkov volvió por fin a la política de primera línea.
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