El 2 de octubre de 1916, la mayoría de la gente que vivía en Sebastopol se despertó debido a una fuerte explosión en el puerto. Un incendio asoló el principal acorazado de la Flota rusa del mar Negro, el Imperatritsa María, y una inmensa columna de humo negro cubrió el cielo de la ciudad de Crimea.
“Testifico que la tripulación hizo todo lo posible para salvar el barco”, escribió en un informe posterior el almirante Alexánder Kolchak, que dirigía la Flota del mar Negro. Cientos de marineros corrieron a apagar el fuego, pero fue en vano. Cuando el fuego llegó a los depósitos con pólvora hubo una serie de 25 explosiones más. Fallecieron 320 tripulantes de los 1.220. El Imperatritsa María, quedó dañado irreparablemente y se hundió.
Fue un duro golpe para la Flota rusa, especialmente en 1916, cuando el imperio estaba luchando en la Primera Guerra Mundial y se enfrentaba a Turquía por el control del mar Negro. ¿Por qué era tan importante este barco y qué causó la explosión?
Botado en 1913, el Imperatritsa María (Emperatriz María en ruso, llamada así en honor a la madre de Nicolás II) pertenecía a los barcos de élite de la Armada imperial. Originalmente, esta clase de barcos se diseñaron en Gran Bretaña, y Rusia comenzó a construirlos después de su humillante derrota en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905.
Acorazado ruso Imperatritsa María en Sebastopol, el 12 de mayo de 1916.
Foto de archivoLos acorazados monocalibres estaban de moda en aquella época. Eran ágiles a la hora de maniobrar, estaban equipados con artillería pesada y de largo alcance (cada uno llevaba doce cañones navales de 305 mm y 20 cañones de 130 mm) y superaban a los cruceros de fabricación alemana que utilizaba el Imperio otomano. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, Rusia contaba con tres barcos de este tipo en el mar Negro, lo que le permitió establecer el dominio naval en la región.
El Imperatritsa María era la joya de la corona de la Armada rusa. El almirante Kolchak, comandante de la Flota del mar Negro, lo convirtió en el buque insignia.
La pérdida del mejor buque de guerra de la Flota, así como de las 320 vidas sin que disparara un solo tiro, mientras el barco estaba amarrado en el puerto, no solo afectó mucho sino que también fue una tremenda humillación. Se inició inmediatamente una investigación dirigida por tres oficiales de alto rango, entre ellos el ingeniero naval Alexéi Krilov, que había diseñado las naves para Rusia. Había tres hipótesis principales respecto a la explosión: 1) combustión espontánea de pólvora; 2) combustión causada por un error humano; o 3) una intención maliciosa.
Tras un examen exhaustivo de la tragedia, que consistió principalmente en interrogatorios realizados a los testigos (lue difícil llevar a cabo una investigación en el barco ya que el acorazado yacía en el fondo del mar), la comisión llegó a una vaga conclusión: “No hay posibilidad de llegar a una conclusión precisa y probatoria, tenemos que evaluar la posibilidad de esos (tres) supuestos basados en las circunstancias reveladas a lo largo de la investigación”.
Imperatritsa María en 1919.
Foto de archivoEn pocas palabras, la intención maliciosa, es decir, el atentado, fue más o menos descartado como una razón de la explosión. Kolchak informó más tarde: “Creía que no había malicia. Durante la guerra, este tipo de accidentes ocurrieron más de una vez en otros países: Italia, Alemania e Inglaterra…”.
Si embargo, unos veinte años después apareció una polémica versión. Para esa época el almirante Kolchak había sido matado a tiros por los bolcheviques y Stalin gobernaba el país. En 1933, Víktor Wehrmann, un ciudadano de origen alemán, fue arrestado y juzgado en Nikoláiev (ahora Ucrania). Testificó que había espiado para el Imperio alemán durante la Primera Guerra Mundial y que había mostrado especial interés en el María y otros grandes acorazados. Al menos eso es lo que apareció en Nezavisímoie voiénnoie obozrenie (NVO) en 1999, con referencia a la investigación realizada en los archivos del FSB.
Almirante Alexánder Kolchak en 1916.
Foto de archivo“Desde 1908, he estado personalmente involucrado en trabajos de espionaje en las siguientes ciudades: ...Sebastopol, donde el ingeniero Wieser dirigió el trabajo de inteligencia”, NVO cita el testimonio de Wehrmann. “Wieser tiene su propia red de espías en Sebastopol”.
Al mismo tiempo, según el NVO, en 1916, Wehrmann fue deportado a Alemania y es poco probable que hubiera tenido la oportunidad de organizar un ataque. Sin embargo podría haber entrenado y organizado a otros agentes para llevarlo a cabo. Aunque todavía no hay evidencia sólida de que fuera así y no parece que ninguna prueba concluyente vaya a aparecer pronto.
En el caos de la guerra y la Revolución que golpeó a Rusia un año después, el hundimiento del María fue rápidamente eclipsado por acontecimientos de mayor calado. La daga, del escritor soviético, Anatoli Ribakov, es una historia que describe los acontecimientos relacionados con la explosión, y en la que se dice: “Muchos trataron de investigar el caso pero sin resultado concluyente... y entonces llegó la Revolución”.
Hubo tantas cosas que fueron destruidas en las convulsiones que asolaron el país entre 1917 y 1922 que la pérdida de un buque de guerra, incluso de uno de los más importantes, se convirtió en un grano de arena más en el torbellino de la historia rusa.
El papel fundamental de Rusia en la Primera Guerra Mundial
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