Los marineros soviéticos del submarino nuclear K-314 ni siquiera podían imaginar en la mañana del 21 de marzo de 1984 que, más tarde, ese mismo día, embestirían al portaaviones americano USS Kitty Hawk en el mar de Japón, en la mejor tradición de las embestidas la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de que la maniobra no fuese planeada por el capitán soviético, este incidente podría haber desencadenado consecuencias impredecibles para el futuro de ambos países, e incluso para el mundo entero.
Si las armas nucleares a bordo de los dos buques hubieran explosionado, no sólo habrían provocado una catástrofe ecológica, sino también un grave conflicto entre las dos superpotencias.
El USS Kitty Hawk, capaz de transportar hasta 80 aviones, acompañado por ocho barcos de escolta, entró en el mar de Japón en marzo de 1984 para participar en unos ejercicios conjuntos entre Estados Unidos y Corea, bautizados con el nombre en código de Team Spirit-84.
La aparición de un grupo tan poderoso de portaaviones en las proximidades del Lejano Oriente soviético no podía pasar desapercibida para la flota soviética del Pacífico. El submarino nuclear K-314 recibió la orden de seguir a los portaaviones.
El 14 de marzo, K-314 localizó al Kitty Hawk y comenzó la persecución. Los estadounidenses pronto descubrieron que estaban siendo seguidos e hicieron lo que pudieron para dar esquinazo a los soviéticos.
Este juego del gato y el ratón continuó durante una semana, hasta que algo inesperado sucedió.
El 20 de marzo, debido al mal tiempo, el K-314 perdió la pista del USS Kitty Hawk. El submarino, para evaluar la situación, ascendió a una profundidad de tan sólo 10 metros.
A través del periscopio, el capitán Vladímir Evsienko se sorprendió al descubrir que todo el grupo de ataque estaba a sólo entre 4 y 5 kilómetros de distancia. Y lo que era más alarmante, el portaaviones estadounidense y el K-314 se dirigían el uno hacia el otro a toda máquina.
El capitán dio la orden inmediata de bajar a más profundidad, pero llegó demasiado tarde. El K-314 y el USS Kitty Hawk chocaron.
“Mi primer pensamiento fue que la torre de mando había sido destruida y el cuerpo del submarino cortado en pedazos”, recordó Evsienko.
“Revisamos el periscopio y las antenas, y todo funcionaba. No se reportaban fugas y los mecanismos parecían estar bien. Y de repente, otro golpe. ¡A estribor! Hicimos una nueva revisión, y todo seguía en orden... Tratábamos de averiguar qué pasaba. Quedó claro que un portaaviones nos había embestido. El segundo golpe nos dio en la hélice. El primero, muy probablemente, nos dobló el estabilizador...”.
No había otra opción para el submarino soviético que salir a la superficie y mostrarse a los americanos. Mientras los marineros soviéticos esperaban a remolcadores de emergencia, el K-314 recibió la visita de varios aviones de combate estadounidenses del Kitty Hawk, que no perdieron la oportunidad de examinar al submarino soviético desde las alturas.
“Inmediatamente lanzamos dos helicópteros para ver si podíamos prestarles ayuda, pero el submarino soviético no parecía haber sufrido daños importantes”, recordaría el comandante del Kitty Hawk, el capitán David N. Rogers.
Como resultado de la colisión, la hélice del submarino soviético sufrió graves daños. El portaaviones tenía un enorme agujero en la proa, lo que causó que varios miles de toneladas de combustible de aviación se filtraran al mar; por puro milagro, no explotó.
Por suerte, tampoco detonaron las armas nucleares a bordo de las naves soviéticas y estadounidenses.
El K-314 fue remolcado a la base naval soviética más cercana, escoltado por una fragata americana durante parte de la ruta.
Para el portaaviones, los ejercicios Team Spirit habían terminado. Lentamente, se dirigió al puerto japonés de Yokosuka para ser reparado
Los estadounidenses culparon al capitán del submarino soviético por el incidente, y el comando naval soviético estuvo de acuerdo. Vladímir Evsienko fue suspendido del puesto de capitán y continuó su servicio en tierra.
Evsienko no podía estar de acuerdo con el veredicto, ya que el incidente no causó ninguna pérdida, ni de vidas ni del propio submarino: “Todo el mundo tuvo suerte. No nos hundimos, nadie murió”.
“Incluso logramos expulsar al ‘enemigo’ de la zona durante mucho tiempo”, añadió.
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