En los años 70 y 80 había una popular broma soviética que se burlaba de la propaganda oficial.
Un ciudadano estadounidense llama a una emisora de radio soviética y pregunta:
- ¿Puede un ingeniero soviético normal permitirse comprar un coche?
Después de una larga pausa los de la emisora contestan:
- Mmmmm... ¿Y entonces qué pasa con los linchamientos de los negros?
Aunque este chiste hace referencia al típico “¡y tú más!” y es algo exagerado, el hecho es que referirse al racismo estadounidense era una manera popular en la URSS de desviar la atención de, digamos, las acusaciones de violaciones de los derechos humanos. Pero, ¿tenía sentido esta posición soviética sobre este tema?
Jim Crow contra la Komintern
Aunque no era un modelo de derechos humanos, en las décadas de 1920 y 1930 la URSS estaba por delante de EE UU en términos de igualdad racial. En aquella época en el sur de EE UU estaban vigentes las leyes Jim Crow, que promovían la segregación racial en muchos Estados. En 1931 tuvo lugar en EE UU el caso Scottsboro, en el que nueve adolescentes negros fueron falsamente acusados de violar a dos mujeres blancas.
Por su parte, la situación en la URSS era completamente distinta: la cuestión de la raza simplemente no era importante, incluso antes de la Revolución. Sí, había grupos oprimidos, sobre todo los judíos, que solo tenían permitido establecerse en una región en particular (la infame Zona de Asentamiento), pero era tan improbable que se viera gente negra en el país que los rusos no podían tener ningún problema con ellos.
El enfoque soviético hacia los negros era antirracista porque para los comunistas el enemigo era el capitalismo y no la gente de otras razas. El lema oficial soviético proclamaba: “¡Naciones y pueblos oprimidos del mundo, uníos!”. Esto significaba que los comunistas eran aliados naturales de todos los pueblos oprimidos, lo que incluía a los afroamericanos y a los pueblos que sufrían el colonialismo occidental en África.
A través de redes comunistas oficiales, como la Komintern (Internacional Comunista), Moscú trataba de establecer relaciones con los africanos y con los afroamericanos. Promovía la lucha contra los opresores y que se unieran a las filas comunistas. Muchos así lo hicieron.
A Moscú con esperanza
“En los años 20 y 30, Rusia no solo no era racista en relación con los negros, sino que también alentaba la migración”, informó New Statesman America, citando a Mark Nash, organizador de la exposición Things Fall Apart, una exposición dedicada a la URSS. Según Nash, durante ese periodo llegaron a la URSS entre 4.000 y 5.000 negros, que tuvieron impresiones muy variadas.
Robert Robinson, un ingeniero negro estadounidense que llegó a la URSS en 1930 para tener mejores oportunidades de trabajo (los soviéticos estaban contratando especialistas para la industrialización del país), terminó descontento con las condiciones de vida y las purgas de Stalin. Incapaz de dejar el país hasta 1976, Robinson escribió un libro titulado, Black on Red: My 44 years inside the Soviet Union (Negro en rojo: Mis 44 años dentro de la Unión Soviética), donde retrataba la Rusia soviética como un país problemático, donde la verdadera actitud hacia los negros no era tan acogedora como la oficial, pero sí que era mejor que la que había vivido en su país natal en la década de 1930.
Hubo otros muchos negros que vieron la URSS con mejores ojos, sobre todo quienes no se quedaron tanto tiempo. El famoso cantante afroestadounidense Paul Robeson, que visitó la URSS en 1934, y que más tarde sufrió por su visión prosoviética en EE UU, solía decir: “La existencia misma de la Unión Soviética, su ejemplo ante el mundo por abolir toda forma de discriminación basada en el color o la nacionalidad... nos ha dado a los negros la oportunidad de lograr nuestra completa liberación dentro de nuestro propia época”.
África Roja
Al estallar la Guerra Fría en la década de 1940, el mundo se convirtió en un campo de batalla entre la URSS y EE UU: las superpotencias se enfrentaron ideológicamente y en guerras híbridas, que tenían como objetivo aumentar la cantidad de países proclives al capitalismo o al socialismo.
No es de extrañar que esto provocara múltiples enfrentamientos en los países africanos, donde hubo numerosos y violentos golpes de Estado. Uno de los primeros políticos prosoviéticos en morir tras un golpe militar fue Patrice Lumumba, primer ministro del Congo, en 1960. Moscú lloró tanto su muerte que la Universidad de la Amistad de los Pueblos (UDN), fundada ese mismo año, llevaba su nombre. Etiopía, Angola y Mozambique fueron los países africanos más apoyados por los soviéticos y quienes recibieron toda la ayuda posible.
¿Amistad?
En cuanto a la UDN, se suponía que debía “preparar no solo científicos, técnicos y especialistas culturales altamente cualificados, sino también a verdaderos amigos de la URSS, que promoverían las ideas socialistas entre sus compatriotas”, escribió Viacheslav Yeliutin, ministro de Educación de la URSS. Los africanos fueron muy bienvenidos. Entre 1949 y 1991 hubo alrededor de 60.000 estudiantes provenientes de este continentes, que no solo estudiaron en la UDN.
¿Se sintieron siempre seguros en Rusia? No. Como suele ocurrir con los intercambios internacionales, se produjeron algunos malentendidos. “Nadie garantizaba a los africanos una vida sin conflictos entre personas con un color de piel diferente, pertenecientes a otra civilización”, explica el profesor Serguéi Mázov, africanista del Instituto de Historia Mundial de la Academia Rusa de Ciencias.
Mázov enfatiza que los ciudadanos soviéticos rara vez veían a los extranjeros, sobre todo negros. En realidad solo los veían en los carteles contra el racismo estadounidense y en los que pedían que África se levantara contra el opresor. De modo que los soviéticos no sabían cómo comportarse realmente con los negros... y a veces había conflictos. Se sabe que un estudiante somalí y otro soviético llegaron a pelearse por una chica. Pero también hubo casos más graves: en 1963, tras la muerte de un compatriota, unos 150 estudiantes de Ghana organizaron una manifestación en la Plaza Roja. Afirmaban que su compañero había sido asesinado, pero las autoridades soviéticas dijeron que murió congelado mientras estaba borracho.
“Si hubieran admitido que se trataba de un asesinato y prometido encontrar al culpable... nadie habría protestado”, afirmó Edward Na de Ghana, uno de los participantes en la protesta. Sin embargo, la hipocresía de las autoridades enfureció a los estudiantes. Cuando en la BBC le preguntaron si la URSS era un país racista, respondió rotundamente que no. “Fue un incidente... deberías recordar que la mayoría de los soviéticos siempre fueron amistosos con nosotros, nos invitaron a sus casas”, afirmó. “Algunos de nosotros incluso nos hemos casado con mujeres soviéticas”.
Las palabras de Na parecen reflejar la tendencia general: en la URSS hubo casos de racismo, pero la segregación y el racismo nunca estuvieron instituzionalizados ni respaldados por la ley, como en EE UU hasta la década de 1960. Tampoco sorprende, ya que la esclavitud negra, raíz del conflicto racial estadounidense, nunca existió en Rusia. Obviamente, la historia soviética tiene sus propias páginas vergonzosas, pero el racismo no fue una de ellas.
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