5 cosas de Rusia que sorprendieron a Napoleón

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Tras tomar el control de casi toda Europa, Napoleón sentía que el Imperio ruso amenazaba sus planes así que trató de poner el país eslavo de rodillas. En 1812 invadió Rusia, pero resultó ser un error fatal.

1. Ejército esquivo

El comportamiento poco habitual de las tropas rusas fue la primera sorpresa desagradable para Napoleón. Con la esperanza de conseguir una rápida y segura victoria, el emperador francés reunió a la Grand Armée y entró en Rusia sin encontrar resistencia. Posteriormente, durante su exilio en Santa Helena, Napoleón recordó que tuvo “el ejército más numeroso que jamás haya luchado en Europa...Fortalecido con tropas de Prusia, Austria y la Confederanción del Rhin. Tenía bajo mi mando a 480.000 soldados”.

Como el suministro a un ejército tan grande era difícil durante un largo periodo, Napoleón esperaba que hubiera una batalla tradicional nada más cruzar la frontera, en algún lugar de la actual Lituania.

Pero entonces ocurrió algo muy inesperado. El Ejército ruso, de unos 240.000 soldados, comenzó a retirarse en vez de enfrentarse fieramente en una gran batalla. Había ataques y escaramuzas pero no grandes enfrentamientos. Napoleón describe los sentimientos franceses a mitad de agosto, cuando, tras una feroz batalla, entraron en la ciudad de Smolensk.

“Todo el ejército pensó que iba a ser el final de nuestra campaña. Mis regimientos estaban sorprendidos, ya que tras tantas duras y mortíferas marchas [dos meses después de la invasión], sus esfuerzos eran cada vez más alejados y comenzaron a preocuparse sobre la distancia que los separaba de Francia”.

2. El fuego “escita”

Finalmente el francés tuvo su gran batalla. Ambos ejércitos se vieron las caras en Borodinó, no lejos de Moscú. A pesar de que las tropas rusas se retiraran por la noche, después de la batalla, Napoleón no obtuvo su objetivo estratégico. El ejército ruso seguía intacto y su ejército había recibido un gran golpe y necesitaba tiempo para recuperarse. Esperaba que las tropas francesas lo pudieran hacer en Moscú, donde entraron una semana después.

Aunque el plan de Napoleón volvió a fracasar, pero esta vez a causa de un fuego que devastó la antigua capital rusa y lo organizaron los propios moscovitas. “Este fuego destruyó todo. Estaba preparado para cualquier cosa pero no para esto. ¿Quién iba a pensar que la gente fuera a quemar su propia capital? Si no hubiera sido por ese funesto fuego, todo habría sido para el ejército. Al año siguiente o bien el zar Alejandro habría firmado la paz o yo estaría en San Petersburgo”, declaró Napoleón a un médico británico durante su exilio. “¡Qué vista más terrible! Lo están quemando ellos mismos. ¡Qué resolución!¡Qué pueblo! ¡Son escitas!”

3. Frío insoportable

Napoleón se quejó posteriormente sobre el frío que pasó en Rusia. “Siempre me equivocaba por un par de días. Había estudiado el tiempo de Rusia de hacía 50 años... Estas heladas empezaban 20 días más tarde. Cuando estábamos en Moscú hacía -3ºC y los franceses lo tomaron bien. Pero en el camino (durante la retirada) hacía -18ºC y casi mueren todos los caballos...Los soldados estaban desmoralizados... Se dispersaban y caían presa de los enemigos”. Afirmó que el tiempo fue uno de los factores clave en la destrucción del ejército.

4. Bellas ciudades

A pesar de la humillante derrota, Napoleón apreciaba la belleza de las ciudades rusas. “La vista de Smolensk, situada como si fuera un anfiteatro en las orillas del Dnieper, es muy bella”, escribió el francés.

Los comentarios sobre la capital rusa eran todavía más halagadores: “Sobre siete colinas construida, al igual que Roma, Moscú es pintoresca. Uno debería ver esta ciudad, semioriental y semieuropea, con sus 200 iglesias y miles de cúpulas de colores diferentes, para experimentar lo que nosotros sentimos cuando la miramos desde la altura de Poklónnaia Gorá”.

5. Valerosa resistencia

Napoleón quedó muy sorprendido por la gran resistencia popular a su invasión, como ya se vio por su reacción al incendio de Moscú. “El ejército más amenazante no puede tener éxito en una guerra contra una nación decidida a ganar o morir. No tuvimos que preocuparnos de los lituanos, que eran espectadores indiferentes de lo que ocurría a su alrededor. Todos los que eran rusos étnicos dejaban sus casas cuando avanzábamos. En nuestro camino encontramos asentamientos arrasados o quemados, cuyos habitantes se habían unido contra el invasor”.

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