Los títulos de las biografías de Pável Sudoplátov escritas por autores rusos impresionan bastante: El genio del terror, El cazador de lobos de Stalin, El Terminator de Stalin. Mucha gente dice que él, como jefe de Operaciones Especiales de la administración de Stalin, fue el responsable de la represión y de los crímenes cometidos entre 1930 y 1950.
Aunque su nieto señaló en una entrevista: “Mi abuelo era un agente secreto, no un carnicero”, lo que está cerca de la visión que tenía el propio Sudoplátov. En sus memorias admite en parte su culpa pero afirma que lo hizo por patriotismo. “Era un comunista idealista”, escribió.
Al menos nadie puede decir que Sudoplátov tuviera una vida fácil. Después de la muerte de sus jefes pasó 15 años en prisión. Pero antes de eso había sido una de las personas más poderosas de la URSS.
1. Bomba en una caja de chocolates
Nacido en Ucrania, Sudoplátov se unió al Ejército Rojo a los 12 años y durante toda su vida fue un devoto comunista. Comenzó a trabajar en los servicios de seguridad soviéticos a finales de los años 20 y tuvo una carrera meteórica.
Durante cuatro años estuvo infiltrado en un grupo de nacionalistas ucranianos. En 1938 Stalin le ordenó que asesinara al líder del grupo, Yevjen Konoválets, que había contactado con Hitler y preparaba una insurrección armada en Ucrania. “El plan era dar a Konoválets un regalo con un explosivo dentro”, escribió Sudoplátov, posteriormente.
Ambos se encontraron en Rotterdam. Konoválets consideraba a Sudoplátov un nacionalista leal y este le dio una caja de chocolates ucranianos. Pocos minutos después dijo adiós y la caja explotó, matando a Konoválets. Este fue el primero de los muchos asesinatos cometidos por Sudoplátov.
2. Un piolet en la cabeza de Trostki
Tras volver a Moscú Sudoplátov tenía miedo, a pesar de ser un alto cargo del NKVD. Las purgas de Stalin estaban en su punto álgido. Veía como sus compañeros y jefes eran detenidos y ejecutados. “Nosotros [los oficiales de inteligencia] tememos por nuestras vidas, esperamos que nuestro propio sistema nos extermina”, afirmó.
Sin embargo, Stalin y Beria le dieron el cargo de vicedirector de la rama exterior del NKVD y le ordenaron que planeara la ejecución de Trotski, que vivía en el exilio en México.
Sudoplátov tramó el asesinato de manera perfecta. Colaboró con sus colegas que estaban como agentes secretos en la Guerra Civil española (1936-39). Uno de estos agentes, el catalán Ramón Mercader, se mudó a México y se presentó como un admirador de Trotski, por lo que pudo acceder a su círculo más íntimo. El 20 de agosto de 1940, Mercader hirió de muerte a Trotski cuando lo atacó con un piolet.
3. Operación Monasterio
Durante la Segunda Guerra Mundial los hombres de Sudoplátov organizaron operaciones contra Alemania. Supervisaba a los mejores espías de la época: el grupo “Orquesta Roja”, Richard Sorge, Kim Philby, Rudolf Abel y demás. Sudoplátov también organizaba el trabajo de los saboteadores y de los partisanos que se encontraban detrás de las líneas enemigas.
Una de las operaciones más importantes que realizó tuvo el nombre en código de Monasterio. Un agente que se hacía pasar por un noble ruso antisoviético (Alexander Demiánov, que en realidad era de origen noble) se infiltró en las filas de la inteligencia alemana y durante cuatro años estuvo desinformando a los alemanes con información de alto nivel.
En ocasiones tuvo un papel crucial. Por ejemplo, cuando en 1942 “los alemanes esperaban que una ofensiva rusa se concentrase en Rzhev y fueron capaces de rechazarla pero el verdadero ataque en Stalingrado fue inesperado para ellos”, escribió Sudoplátov. Esta batalla fue una gran derrota para los alemanes y cambió el curso de la guerra.
4. Operación Scherhorn
En 1944, Sudoplátov y sus hombres tramaron la Operación Scherhorn. Con ayuda de fuente falsas, los miembros de la inteligencia soviética convencieron a los alemanes, que se estaban retirando de Europa del Este, que había una unidad de la Wehrmacht de unos 2.000 hombres detrás de las líneas enemigas en el territorio de Bielorrusia.
Berlín proveyó a los “heroicos soldados” de armas que fueron inmediatamente capturadas por los soviéticos. El verdadero oficial Scherhorn, jefe de la falsa unidad, era en realidad un prisionero que había sido reclutado por Moscú. Alemania siguió gastando recursos, gente y tiempo para ayudar a esos “héroes” inexistentes hasta el final de la guerra en mayo de 1945.
…¿y qué más?
La vida de Sudoplátov está rodeada de leyendas, que él mismo ha contribuido a alimentar. Por ejemplo, afirmó que la Unidad Especial que encabezaba fue responsable de obtener información del programa nuclear estadounidense. Sin embargo, tal y como escribió el corresponsal científico Serguéi Leskov en The Bulletin, “según los archivos, el departamento que dirigió no tenía contacto directo con la red de agentes”, y en las memorias de Sudoplátov faltan los nombres de muchas personas responsables de robar información a EE UU.
Lo que está claro es que tras la muerte de Stalin en 1953, el jefe de Sudoplátov, Lavrenti Beria, fue arrestado y ejecutado. Él no corrió la misma suerte pero fue acusado de tramar un golpe (que no parece que fuera cierto), así como de trabajar en un laboratorio secreto que probaba venenos en personas (sus colegas piensan que esta sí es una acusación cierta).
Durante 15 años, entre 1952 y 1968, estuvo en prisión pero sobrevivió a tres infartos y a la pérdida de visión en un ojo. Solo en 1992 Rusia rehabilitó la memoria de uno de sus espías más destacados.
En caso de que te interese la historia de la inteligencia soviética, lee nuestro artículo sobre las principales operaciones del NKVD y del KGB fuera de la URSS.
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