El mundo al revés: ¿por qué Stalin barajó la opción de unirse a la OTAN?

Historia
ALEXÉI TIMOFÉICHEV
¿Fue inevitable la Guerra Fría? Hay académicos que creen que se podía haber evitado. A finales de los años 40 y a principios de los 50, el Gobierno soviético consideró la idea de unirse a la OTAN. Los sucesores de Stalin respaldaron la idea a mediados de los años 50. ¿Se trató simplemente de un movimiento de relaciones públicas de los mandatarios soviéticos o había un sincero deseo por detener la peligrosa competencia entre superpotencias?

La idea de que Moscú se uniera a la OTAN ya estuvo presente en la capital soviética en el momento de creación de la Alianza en 1949. Se vio potenciado por los debates en el parlamento británico, en los que se habló si era necesario o no invitar a Moscú a entrar en la nueva organización de seguridad. Aunque la Guerra Fría ya había empezado, la memoria de la lucha común contra los nazis todavía seguía viva.

En este contexto, el ministro de Exteriores, Andréi Víshinski, envió una nota a Londres en la que proponía hablar sobre la posibilidad de que Moscú se uniera a este club. Sin embargo, la idea soviética se topó con el silencio.

¿Qué escondía la risa de Stalin?

La cuestión volvió a surgir de nuevo en 1952, en una reunión entre el embajador francés, Louis Joxe, y el líder soviético, Iósif Stalin. El diplomático explicó que según el general de Gaulle, la OTAN era una organización pacífica cuya existencia no contradecía la Carta de las Naciones Unidas.

Según la historiadora Natalia Yegórova, lo más probable es que fuera una ironía por parte de Stalin. Sin embargo, muchos académicos tienden a ver algo más. Nikolái Kochkin cree que las razones de Stalin eran serias y se basa en el hecho de que en 1951 la URSS declarara en varias ocasiones su disponibilidad para “unirse a la Alianza”, si estaba dirigida a una posible agresión alemana en el futuro. El destino de la Alemania dividida era el tema más acuciante en Europa en aquel momento.

Inquietud soviética

Al mismo tiempo, Stalin pensaba que la OTAN estaba “debilitando la ONU” porque la Alianza tenía un “carácter agresivo”, ya que suponía un “cerrado alienamiento militar de estados” en un contexto de falta de acuerdo de seguridad en Europa.

Por eso cuando en 1954, los sucesores de Stalin (un triunvirato compuesto por Nikita Jrushchov, Gueorgui Malenkov y Nikolái Bulganin) renovaron la idea de una posible unión a la Alianza, Moscú puso una serie de condiciones. Defendió el principio de soberanía, argumentando que no era adecuado inmiscuirse en los asuntos internos de otros países. A Moscú tampoco le agradaba la idea de la presencia militar estadounidense en Europa, y aspiraba a que las bases de EE UU desaparecieran del continente.

El compromiso de Moscú

Cuando Moscú hizo una propuesta oficial a Occidente, el 31 de marzo de 1954, los mandatarios soviéticos no querían recalcar demasiado esas condiciones. Kichkin cita un informa del Ministerio de Exteriores en el que se dice: “La cuestión de nuestras preocupaciones... debería estar enmarcada en una forma muy general para no dar a los gobiernos de esos tres países (Reino Unido, Francia y EE UU), la oportunidad de llamar a nuestra propuesta mera propaganda”.

La propuesta contenía otra idea soviética: la firma de un tratado paneuropeo en seguridad colectiva, algo que remotamente recuerda a los acuerdos contemporáneos de la OSCE.

Para poder evitar las posibles críticas de Occidente, Moscú suavizó su posición, e invitó a EE UU a participar en la propuesta del tratado europeo. Antes de ello afirmó que Washington no tenía que meterse en los asuntos europeos.

Amenaza a la civilización

¿Qué es lo que empujó a los mandatarios soviéticos a buscar un tratado de seguridad con Europa y que considerasen unirse a la OTAN? Los motivos de Moscú se pueden inferir de un discurso del primer ministro soviético, Gueorgui Malenkov, del 12 de marzo de 1954. Dejó de lado los tradicionales clichés ideológicos y alertó sobre la amenaza de aniquilación que se cernía sobre la humanidad, en caso de que estallase una tercera guerra mundial, que inevitablemente acarrearía un conflicto nuclear.

En mayo de 1954 Occidente rechazó la propuesta de Moscú, alegando que la admisión soviética sería incompatible con los “objetivos democráticos y defensivos de la OTAN”. La idea del tratado tampoco fue bien vista.

En opinión del historiador británico Geoffrey Roberts, los soviéticos “estaban abiertos a establecer discusiones serias acerca del establecimiento de estructuras de seguridad paneuropeas, y las negociaciones quizá habrían llevado al final de la Guerra Fría”.

El académico lamenta que Occidente no tuviera una “respuesta más flexible” a las propuestas soviéticas.

Si quieres conocer unos documentos inéditos de Stalin sobre la Guerra Civil española, recientemente desclasificados en Moscú, lee nuestro artículo