1. Lenin y los bolcheviques
Es una respuesta obvia para muchos. Es el punto de vista más habitual tanto en Rusia como en el extranjero. Uno de los argumentos principales para sostener esta cuestión es el famoso lema bolchevique: “Volver una guerra imperialista en una guerra civil”.
Lenin dijo estas palabras en 1915, dos años antes del derrocamiento de los Romanov, en un momento en el que la Primera Guerra Mundial estaba en un punto álgido. El lema tenía atractivo a nivel internacional porque los bolcheviques estaban obsesionados con la idea de una revolución mundial. Aunque la situación en Rusia se desarrolló exactamente según esas líneas: la “imperialista” Primera Guerra Mundial se convirtió en una guerra civil.
Muchos consideran la ofensiva contra la Asamblea Constituyente como el comienzo de las hostilidades. Ese cuerpo, cuya convocatoria había sido anticipada antes del derrocamiento del zar, tuvo su primera sesión en enero de 1918, unos dos meses después de que los bolcheviques tomaran el poder por la fuerza.
Como perdieron las elecciones contra los socialistas moderados, los bolcheviques forzaron el cierre de la Asamblea, dispersaron una protesta en su defensa y dispararon contra muchos de los manifestantes. El número de víctimas varía, entre siete y varias docenas.
El asalto fue un movimiento simbólico y el historiador Konstantín Morózov lo llamó “el pistoletazo de salida de la guerra civil rusa”, porque encarnaba la falta de voluntad de Lenin por tener en cuenta la posición de sus oponentes y la única opción que dejaba era la represión. En ocasiones, la dispersión de los defensores de la Asamblea se considera como el inicio de Terror Rojo.
2. Los blancos
Al mismo tiempo, a menudo se argumenta que a la mayoría de los rusos le daba igual el destino de la Asamblea Constituyente. Los campesinos constituían más del 80% de la población y para ellos lo primordial era decidir cómo conseguir tierras. Las cuestiones legales abstractas del constitucionalismo ruso no les importaban. Por cierto, tampoco era una cuestión relevante para el principal opositor de los bolcheviques, el Ejército Blanco.
“La mayoría de los oficiales blancos eran monárquicos. Incluso evitaban el término Asamblea Constituyente. No querían revivir ese cuerpo”, explica el historiador Alexéi Gúsev. De ahí que el ataque contra algo que no fuera valorado por la gran mayoría de la población difícilmente puede ser considerado como el inicio de la guerra civil.
Otro factor importante que hay que tener en cuenta es el primer intento de golpe de Estado en agosto de 1917, por parte de una serie de unidades militares. El general Kornílov, que en esos momentos era el comandante en jefe, envió tropas a San Petersburgo contra el Gobierno Provisional. El golpe falló y Kornílov fue arrestado. Mientras estaba entre rejas tramó un plan que implementó tras salir de la cárcel, después de la toma del poder por parte de los bolcheviques.
Suyo fue el programa del Movimiento Blanco, los mayores enemigos de los bolcheviques y que, en muchos sentidos, aspiraban a restablecer el viejo sistema. El movimiento de Kornílov hizo uso de la fuerza antes de que los bolcheviques tomaran el poder. Por eso hay expertos que vinculan el inicio de la guerra civil con Kornílov y sus seguidores, a mediados de 1917.
3. Los rojos y los blancos
Se trata de un acercamiento imparcial. Tal y como declaró Alexéi Gúsev: “La guerra civil como un conflicto sociopolítico provocado por ambas partes”. Los propietarios, la burguesía, el aparato burocrático y muchos oficiales militares sentían que su posición estaba amenazada por el derrocamiento del zar. Mientras tanto, el aumento del sentimiento revolucionario de los campesinos, los trabajadores y los soldados colocaba en situación todavía más apremiante a los que estaban conectados con el viejo régimen. El historiador argumenta que era inevitable un enfrentamiento entre los partidarios y detractores de la revolución.
Ambas partes utilizaron métodos violentos similares así que es difícil encontrar un verdadero villano. En muchos sentidos el Terror Blanco fue tan horrible como el Terror Rojo, que dejó un saldo de decenas de miles de víctimas. El general Kornílov dijo a principios de 1918: “No toméis prisioneros. Cuanto mayor sea el terror, más victorias habrá”.
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