Los guardias rojos en Petrogrado (actualmente San Petersburgo), 1917.
RIA NovostiLas afirmaciones sobre el derrocamiento de la monarquía en Rusia en febrero de 1917 con la ayuda de los aliados de la Triple Entente, principalmente de Inglaterra, siguen siendo muy populares. El periodista ruso Nikolái Stárikov, en su libro 1917. Desvelando el misterio de la revolución rusa, atribuye los acontecimientos a las maquinaciones de Inglaterra, supuestamente interesada en debilitar a Rusia.
La explicación más extendida de los motivos de la conspiración promovida por Inglaterra se basa en el deseo de eliminar al zar y, especialmente, a la zarina, sospechosa de albergar simpatías hacia Alemania. El relevo de este zar impopular debía garantizar que el país no sufriría el azote de las convulsiones revolucionarias y que no abandonaría su participación en la guerra.
George Buchanan, 1915. Fuente: Library of Congress
El mayor conspirador de todos fue el embajador británico en Rusia, George Buchanan. Una amiga íntima de la última emperatriz, Anna Vyrubova, escribe en sus memorias: “Su majestad me ha dicho que una fuente fiable le ha informado de que el embajador inglés, sir Buchanan, está envuelto en intrigas contra la familia real y que se reúne en su embajada con grandes príncipes por este motivo”. Estas sospechas enojaron al diplomático inglés, que en sus memorias niega enérgicamente toda participación en la agitación revolucionaria.
Aunque los historiadores no mencionan ninguna prueba de la participación del embajador inglés en el complot, Gran Bretaña desempeñó un papel en la revolución rusa. Algunos opinan que los servicios de inteligencia ingleses podrían haber participado en el asesinato del favorito de la familia real Grigori Rasputín, al que Londres consideraba promotor de la “influencia alemana”, incluso un espía alemán.
El historiador de San Petersburgo Andréi Ivanov considera “absolutamente probada la complicidad [en el asesinato] de miembros de la diplomacia inglesa de San Petersburgo y de personas relacionadas con los servicios de espionaje británicos”. Muchos contemporáneos de estos acontecimientos, como el portavoz de la Duma Mijaíl Rodzianko, consideraron el asesinato de Rasputin como el inicio de la revolución.
Una versión sobre las causas de la revolución igual de popular es la teoría de la conspiración masónica. A principios de siglo los masones tenían un peso considerable en la vida política de Rusia.
Los protagonistas de los rumores sobre la existencia en 1917 de una conspiración masónica con el objetivo de derrocar al emperador también se vieron obligados a justificarse. Una de las figuras centrales de los acontecimientos de 1917, Alexander Kérenski, se lamenta en sus memorias de que “la caída de la monarquía y la formación del Gobierno provisional se relacionan con mentiras” y califica estas declaraciones de absurdas.
Se considera que Kérenski también estuvo implicado en el golpe de Estado del general Kornílov. Fuente: RIA Novosti
Sin embargo, si bien se niega la existencia de una conspiración masónica es difícil negar el papel de la masonería política en los acontecimientos de la época. Entre los masones, que tenían el objetivo de apoyar el desarrollo progresista mediante reformas políticas, entre otras vías, había muchas figuras con influencia en el parlamento y contrarias al gobierno, no solo liberales, sino también socialdemócratas. Nikolái Chjeidze, diputado de la Duma hasta la revolución y en 1917 primer director del Sóviet de Petrogrado de los Diputados de Obreros y Soldados, el órgano que sentó las bases del poder soviético en Rusia, era masón.
Sin embargo, esta organización secreta no ayudó al gobierno durante las masivas protestas populares, ni siquiera cuando en julio de 1917 el masón Kérenski pasó a presidirlo. “Esta organización política, una de las armas de la oposición al zarismo, había perdido el sentido una vez depuesto el zar”, comenta el historiador Oleg Soloviov acerca del fin del periodo de influencia de la masonería en Rusia.
Vladímir Lenin. Fuente: Mary Evans/Global Look Press
Otra popular teoría de la conspiración asegura que los bolcheviques hicieron la revolución en 1917 gracias a la financiación de Alemania. Uno de los motivos para estas sospechas es la llegada a Rusia del líder de los bolcheviques, Vladímir Lenin, y sus camaradas en un tren precintado en abril de 1917 cruzando el territorio de Alemania, un país contra el que Rusia estaba en guerra.
Tras un intento sin éxito de los bolcheviques de tomar el poder en Petrogrado, el Gobierno provisional los acusó de tener contactos con Alemania. El Ministerio de Justicia acusó a Lenin de traición de Estado por colaborar con los servicios de espionaje alemanes.
Poco a poco, las acusaciones de trabajar con los servicios de espionaje pasaron a un segundo plano y comenzaron a circular las afirmaciones de que Alemania, que estaba interesada en que Rusia saliera de la guerra, destinaba considerables cantidades de dinero a financiar a los bolcheviques.Las cifras mencionadas ascendían a varias decenas de millones de marcos alemanes. Numerosos historiadores occidentales han escrito sobre ello. A partir de finales de los años 80 a esta corriente se unieron algunos investigadores rusos. “Sin embargo, hasta ahora no se han encontrado pruebas irrefutables que confirmen la recepción por parte de los bolcheviques de dinero procedente de Alemania para llevar a cabo la revolución”, concluye un historiador ruso. El prestigioso investigador de San Petersburgo Guennadi Sóbolev indica que es necesario seguir estudiando el asunto del oro alemán de Lenin.
No obstante, el experto señala que, fuera como fuera la realidad de la financiación de los bolcheviques desde Berlín, Alemania no provocó la revolución en Rusia. La revolución rusa tenía “unas causas internas más profundas, que se vieron reforzadas enormemente por la Primera Guerra Mundial”.
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