En el Lejano Oriente de Rusia hay una región llamada Chukotka, donde vive el pueblo chukchi. Son el pueblo indígena de esa región y tienen una relación cercana con la naturaleza. Además, cuentan con un reputación de ser temibles guerreros. El Imperio ruso lo comprobó de primera mano.
Expansión imperial
Durante los siglos XVII y XVIII el Imperio ruso se estaba desplegando hacia el este, hacia el océano Pacífico. Numerosos pueblos indígenas se vieron rodeados por esta expansión. A menudo les hacían jurar lealtad a los mandatarios rusos y que pagaran el llamado yasak: un peaje especial a base de piel. Rusia les entregaba a cambio herramientas de hierro, armas y otro equipamiento.
Pastores y pescadores
La mayoría de estos pueblos aceptaban los términos de los acuerdos, pero algunos los rechazaban. Los chukchi fueron uno de los pueblos que lo rechazaron. Se negaron a pagar el yasak a pesar de que solo poseían armas hechas de madera, hueso y piedra. Estaban dispuestos a plantar cara al imperio. Los chukchis eran un grupo de tribus nómadas, compuesta por unos 9.000 miembros y se dedicaban mayoritariamente al pastoreo de renos y a la pesca. En principio no eran ningún peligro para soldados equipamos con armamento moderno.
Pueblo resistente
Al principio Rusia trató de convencer a los chukchis a que pagaran el yasak. Enviaron un embajador a sus tierras en 1711, que no tuvo éxito. No estaban dispuestos a cambiar de opinión. Son un pueblo orgulloso que mantiene su identidad, cultura y tradiciones. Se llaman a sí mismo “luoravetlans”, que significa “el único pueblo auténtico”.
A principios del siglo XVIII Rusia ya contaba con varios puestos de avanzada en Chukotka, incluyendo el asentamiento fortificado de Anadyrsk. Sin embargo querían tener más tierras y la paciencia del imperio comenzaba a agotarse. En 1727 la emperatriz Catalina lanzó una campaña para imponer el imperio en el Lejano Oriente y someter a sus recalcitrantes habitantes.
Primeros choques
La primera incursión rusa fue todo un éxito. Alrededor de 450 tropas - rusos y aliados nativos - mataron unos 800 guerreros chukchis, y apenas sufrieron bajas. Tampoco fue una sorpresa: las lanzas y las flechas no podías competir con las pistolas o los cañones.
Sin embargo, fue solamente el principio de una larga y extenuante guerra que Rusia no fue capaz de ganar. Después de su primera derrota los chukchis cambiaron sus tácticas y evitaron los grandes enfrentamientos. Organizados en pequeños grupos, se dedicaron a atacar pueblos rusos con gran éxito y después de dispersaban por la tundra. Estaban luchando en su propio territorio y era una efectiva guerra de guerrillas.
El punto muerto
A pesar de la experiencia militar y el predominio tecnológico, los rusos no se pudieron adaptar a combatir a los chukchis en territorio salvaje. Los nativos utilizaban su conocimiento del medio y se movían rápido. Nunca se quedaban largo tiempo en ningún sitio y eso no permitía a los rusos hacerles daño.
En 1742 la zarina Isabel ordenó a los soldados “eliminar a los poco pacíficos chukchis”. Dmitri Pavlutski, el gobernador local conocido por sus exitosas batallas contra los chukchis, organizó varios ataques. No funcionaron bien y en 1747 su regimiento sufrió una emboscada y mataron a Pavlutski.
Haz negocios, no la guerra
En 1764 el senado decidió parar la guerra ya que era demasiado cara y apenas daba frutos. Se quemó el asentamiento de Anadyrsk, los rusos se retiraron hacia el oeste y abandonaron sus intentos por conquistar al pueblo chukchi.
La conquista económica fue mucho más exitosa. Poco después Rusia vendía a los nómadas gran variedad de bienes. Estaban impresionados por lo que el imperio tenía para ofrecer y pronto abandonaron la lucha. Los chuchki y Rusia se convirtieron en importantes socios comerciales.
En 1779 Catalina II declaró a los chukchis ciudadanos de Rusia, aunque es probable que muchos ni tan siquiera supieran lo que eso significaba. El nuevo status quo satisfacía a todos.