1. ‘No pertenecemos ni a Occidente ni a Oriente, somos una nación excepcional’
Esta es la conclusión a la que llegó Piotr Chaadáiev, un amigo cercano de Alexánder Pushkin y una figura masónica de alto rango. Fue declarado demente por orden personal del zar Nicolás I. El filósofo recibía cada día la visita de un médico que controlaba su estado. Chaadáiev pasó un año bajo arresto domiciliario y después se le prohibió escribir.
Sin embargo, la idea del excepcionalismo ruso resultó ser mucho más duradera. El propio Chaadáiev pensó en ello dentro de un contexto negativo: criticó mucho a Rusia y creyó que el propósito de su existencia consistía en “enseñar al mundo una lección importante”. Muy pronto surgieron filósofos e ideólogos que asumieron el excepcionalismo ruso como una gran misión. Según ellos, Rusia tiene su propio camino y cuenta con una civilización especial.
De una forma u otra, la idea de un camino propio, que se originó en 1836, se afianzó en los siglos venideros. Sigue siendo muy popular en la actualidad.
2. ‘Sé amable y no luches contra el mal con violencia’
Lev Tolstói, uno de los escritores más conocidos del mundo, también estaba a la vanguardia del pensamiento filosófico de su tiempo. Era, según los términos actuales, un pacifista: creía que lo único que podía salvar el mundo era el amor y que el mal nunca podía ser derrotado con más mal. Si estas teorías sobre amor universal no se hubieran basado en fundamentos peligrosos, nadie les habría prestado mucha atención.
Sin embargo, fue demasiado lejos. Tolstói comenzó a rechazar la idea del Estado, considerando que todo poder era malo. Estaba en contra de la violencia y, por lo tanto, propuso una forma no violenta de abolir el Estado: que todo el mundo se negara a cumplir con sus deberes públicos y estatales. Tampoco aceptó el cristianismo en la forma en que lo profesaba la Iglesia ortodoxa rusa. Creó su propia “religión verdadera” y distribuyó folletos para promoverla. Acabó siendo excomulgado.
Sus ideas atrajeron a muchos seguidores. Algunos rechazaron el servicio militar y rompieron sus armas. Otros comenzaron a vivir en comunas agrícolas. Sin embargo, casi todos sus seguidores se enfrentaron al mismo resultado: duras represalias.
3. ‘¿De quién es la culpa?’ y ‘¿Qué hacer?’, dos eternas preguntas rusas
Algunas conclusiones de los filósofos rusos consisten en la formulación de algunas preguntas cruciales. Por ejemplo, estas dos preguntas: “¿De quién es la culpa?” y “¿Qué hacer?”. La primera es el título de una novela del filósofo Alexánder Herzen y la segunda, de una obra del filósofo Nikolái Chernyshevski.
En su libro Chernyshevski trata de responder a la pregunta del título, aunque lo único que quedó para la posteridad fue que es el autor de la pregunta. Por su parte, Herzen no trató de dar una respuesta a la pregunta que planteó. Paradójicamente, esto resultó ser suficiente para describir la esencia de la mentalidad rusa: los rusos siempre buscan respuestas a las preguntas principales, a las cuestiones “eternas”, incluso si no tienen una respuesta correcta.
Por ejemplo, Vladímir Lenin siguió los pasos de Chernyshevski. Le encantó la novela y su respuesta a la pregunta de qué hacer era: la revolución. Sin embargo, con el tiempo, resultó que la revolución tampoco funcionaba.
4. ‘Una persona no necesita felicidad sino sufrimiento’
Fiódor Dostoievski no se libró del sufrimiento. Tuvo epilepsia, fue pobre, estuvo condenado a muerte, aunque conmutaron la sentencia por trabajos forzados. Es irónico, pero fue él quien se convirtió en el principal promotor del sufrimiento como salvación del alma.
Dostoievski no creía en la revolución y es que, según él, el mal no está en el sistema estatal sino en la naturaleza humana. “El ser humano es un misterio que debe ser resuelto”, afirmó. Al final, llegó a la conclusión de que un ser humano no es un ser sensible que debería esforzarse razonablemente por la felicidad, sino un ser irracional, con una necesidad innata de sufrir. Debido a que es en este punto en el que nace la conciencia, la gente tiende hacia Dios y se purifica. Tal y como dice Raskólnikov en Crimen y Castigo: “Creo que la gente realmente grandiosa debería sentir una gran tristeza en el mundo”.