“Tenía 9 años. Una vez, mi madre llegó a casa y me dijo que había estado en un lugar maravilloso. Pronto, la gente empezó a visitar nuestra casa para tener ‘reuniones’”. Yana Losovski, ahora una mujer de 30 años de edad, todavía está tratando de digerir la decisión de su madre: llevar voluntariamente a su hijo a un culto religioso.
A aquella niña de 9 años le gusto un repentino cambio de vida, al menos al principio. “En aquel entonces, era interesante para mí creer en algo. Yo misma les pedí asistir a una conferencia de jóvenes [organizada por la secta]. Aprendimos versículos bíblicos de memoria y ganamos premios. Se llamaba la Iglesia de la Restauración”, cuenta Losovski.
A medida que crecía, las dudas aumentaron en el alma de la niña y, más tarde, afectaron para siempre la relación con su madre.
“Solían decir que la suya era la única fe verdadera. Que era necesario dedicarme completamente a Dios, que todo lo demás era pecado”, recuerda Losovski.
Una repentina toma de conciencia de la falsedad de todo aquello asaltó a Losovski cuando tenía 15 años, coincidiendo en el tiempo con su primer enamoramiento.
Su nuevo novio no estaba en la secta y la chica encontró que su nueva relación chocaba con las creencias de su fanático círculo interior. Aún hizo más “travesuras”, permitiéndose enfurecer a los seguidores del culto, incluyendo a su propia madre. Un pasatiempo inocente (el canto) convirtió a la joven en una pecadora sin esperanza a los ojos de los fanáticos religiosos, quienes le aplicaron una inmensa presión psicológica para intentar que la joven obedeciese. Pensar que le permitirían salir con un chico del “mundo exterior” parecía una locura.
Durante algún tiempo, Losovski se quedó con su madre, pero poco después sus reprimendas se volvieron insoportables y la niña huyó de casa.
Miles de pequeños cultos religiosos operan en Rusia, donde la libertad religiosa está protegida por la Constitución. En muchos casos, los cultos destructivos son difíciles de identificar y combatir, ya que caen más allá de la vista del gobierno, debido a su escala insignificante y el secretismo con el que operan.
Los expertos suelen distinguir entre unos pocos movimientos religiosos amplios que clasifican como cultos destructivos y totalitarios; operan en Rusia en una escala más significativa y también son conocidas por personas de otros países: Testigos de Jehová, Cienciología, el Culto Carismático, y Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna (ISKCON). Hay menciones de otros cultos prominentes cuya naturaleza es más evasiva; lo que los hace más difíciles de clasificar.
Testigos de Jehová en una reunión en Rostov del Don.
Getty ImagesAunque el Ministerio de Justicia de Rusia ganó en abril de 2017 una resolución judicial que calificaba a los Testigos de Jehová de organización extremista, prohibiendo sus actividades en Rusia, otros cultos tienen una naturaleza tan escurridiza que es difícil para el Estado defenderse de ellos.
Los cultos no religiosos son pioneros en este campo: la gente ya no puede estar segura si asiste a una sesión formativa sobre técnicas de motivación o a una reunión de culto. “Dos de mis amigos se engancharon a las conferencias de Oleg Torsunov, un autoproclamado ‘experto en psicología familiar y prácticas de crecimiento personal’. No creen que sea una secta, pero estoy bastante segura de que lo es”, cuenta Olga Yershova, una mujer que vive en Moscú.
Las conferencias de Torsunov recuerdan a reuniones de culto: un salón lleno de mujeres, que forman el silencioso público, que asiste a improvisaciones verbales mal articuladas interpretadas en el escenario por un hombre mediocre. Las transmisiones de las “conferencias” están disponibles gratuitamente en internet. Detrás de la fachada de las lecciones de “crecimiento personal” se esconde una industria que vende de todo, desde libros hasta piñones, desde dentífrico hasta azúcar.
El flujo de clientes está asegurado por las conferencias de Torsunov; el hombre se proclama a sí mismo interesado en la ciencia médica, pero muestra una especial predilección por la astrología, el karma y la reencarnación.
“Algunos programas de entrenamiento psicológico (crecimiento personal, técnicas para encontrar a un esposo rico, de cómo obtener riquezas y otras) pueden ser calificadas como cultos [destructivos]. En estos grupos hay un gurú, una cierta jerarquía y todos los demás signos de las sectas totalitarias”, explica Tatiana Kudeiárova, psicóloga y autora del libro Rehabilitación psicológica de los miembros desadaptados de los cultos destructivos.
“Nadie capta a los recién llegados abiertamente. Invitan a la gente a conferencias de psicología, autoayuda o festivales de cultura india. Sus métodos de reclutamiento son muy finos y elaborados, nunca hablan abiertamente”, dijo Mark Martsinkovski, un hombre de Moscú que fue reclutado por ISKCON cuando tenía 24 años y pasó cinco años en este culto llamado “conciencia de Krishna”.
Los expertos advierten que es fácil caer bajo los encantos de los seguidores del culto, ya que siempre son muy amables con los recién llegados, mostrando la empatía que los individuos vulnerables suelen anhelar. Los profesionales lo llaman “bombardeo amoroso”, una técnica destinada a ganar influencia sobre una persona demostrando un nivel extremo de afecto al principio.
Todo cambia cuando el período de luna de miel termina para el nuevo adepto. “Estás obligado a repetir el mantra durante dos horas todos los días. No te fuerzan físicamente, pero cuando tu visión del mundo cambia empiezas a temer insultar al gurú mediante la desobediencia”, dijo Martsinkovski.
Algunos de los rituales que el hombre describió son tan repulsivos que resulta obvio que los seguidores del culto pierden su capacidad de pensar con claridad: “El gurú se lava los pies con leche y luego, sus alumnos, al venir al templo deben beberla y llamarla ‘néctar’”, cuenta Martsinkovski.
Los que lograron escapar de los cultos hablan de ello con alivio: algunos fueron capaces de librarse de creencias fraudulentas sin sufrir daños graves, financieros o psicológicos. Otros, cuyas familias quedaron divididas por la cuestión de la fe, suenan menos entusiastas. Cuando se le preguntó si alguna vez había intentado rescatar a su madre de las garras de la secta, Losovski respondió: “No, todo lo que quería era huir de ellos”.
Pincha aquí para leer sobre los skoptsí, la secta religiosa rusa que creía en la castración como salvación del pecado.
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