“No soy padre del pecado: únete a mi causa y te reconoceré como mi hijo”, cuentan que dijo el fundador de la secta mística de los skoptsí, el campesino Kondrati Selivánov al emperador ruso Pablo I. Las enseñanzas de Selivánov no impresionaron al zar y este lo mandó a un monasterio para enfermos mentales. Sin embargo, en aquel momento la castración como salvación del pecado ya se había extendido por toda Rusia y Selivánov tenía muchos seguidores.
La palabra skopsí proviene del verbo en desuso oskopit, que significa “castrar”. Los miembros de la secta no se llamaban de este modo y preferían epítetos más románticos, como “Corderos de Dios” o “Palomas Blancas”. En sus mejores años, las comunidades de “palomas” prosperaron tanto entre los campesinos analfabetos de las provincias como en las casas de comerciantes en San Petersburgo.
Los skoptsí se bifurcaron de otra secta: los jlistí (una secta “popular” que practicaba un severo ascetismo y un culto basado en danzas), que a su vez se escindió de los viejos creyentes (los viejos creyentes no se distinguen prácticamente de los cristianos ortodoxos, pero en el siglo XVII no habían aceptado la reforma eclesiásticas y se separaron de la iglesia ortodoxa oficial).
Los skoptsí conservaban las opiniones de los jlistí, pero fueron más allá: practicaban el denominado “bautismo del fuego”, castraban a los hombres y cortaban los pechos a las mujeres.
Según el historiador e investigador de los skoptsí Serguéi Tsoia, el activo desarrollo de la secta en Rusia en aquel momento se debió en parte al hecho de que muchos comenzaron a percibir la iglesia ortodoxa oficial como una estructura burocratizada y en declive. Y los más decepcionados se fueron a buscar la fe verdadera en las sectas.
Los jlistý eran una secta popular que combinaba el cristianismo con el panteísmo e incluso con algunos aspectos budistas. En lugar del típico culto los jlistý realizaban sesiones de trance colectivo. En lugar de tener iglesias y santos, vivían en comunas donde el líder se consideraba la reencarnación de Cristo. Los jlistý huían del alcohol, las fiestas y las injurias, y en algunas comunidades estaba prohibido incluso el sexo entre matrimonios. Los skoptsí mantuvieron estas creencias y fueron incluso más allá, llegando a practicar el “bautismo de fuego”, castraban a los hombres y cortaban los pechos a las mujeres.
Los padres de la secta fueron tres campesinos jlistí de la región de Oriol (a 360 kilómetros de Moscú) que se castraron a sí mismos y a otros treinta hombres. Ellos creían que, liberándose del pecado de la lascivia, vivirían eternamente.
Uno de los castrados era Kondrati Selivánov, que al poco tiempo pasó a autodenominarse Cristo. Los adeptos de la secta en 1772 fueron desterrados a Siberia, pero esto no hizo más que contribuir a la causa del autoproclamado mártir. 20 años después Selivánov volvió a San Petersburgo convertido en una autoridad mística que había convertido a su fe a decenas de campesinos.
Selivánov se volvió muy popular entre los bohemios de la capital, ya que en aquella época el misticismo estaba de moda.
La época legal de la secta terminó en 1817, cuando una pareja de soldados fueron castrados. Arrestaron a Selivánov, pero ya era tarde: la secta se había extendido por las ciudades.
Hacia mediados del siglo XIX los skopsí se convirtieron en un fenómeno habitual en Rusia. La secta atraía a distintas clases sociales. Para los comerciantes y los aristócratas era una “tendencia”, algo místico y exótico. La introducción de aspectos propios de los skoptsí en el folclore y la propia condición humilde de la secta seducían a los campesinos. Las promesas de vida eterna de los skoptsí y la percepción de la época del sexo como pecado empujaron a muchos a la austeridad.
La secta acumuló grandes riquezas y las utilizaba para el proselitismo: compraba siervos, daba asilo a los huérfanos y ayudaba a los pobres. Las cifras sobre el número de adeptos de los skoptsí difieren: algunos mencionan cifras alrededor de los seis mil miembros, otros llegan a los cientos de miles y otros incluso al millón de adeptos.
“Hasta la Revolución se luchaba contra las sectas de un modo ineficaz, a menudo se hacían oídos sordos”, comenta Serguéi Tsoia-. “Además, en el siglo XIX el gobierno no controlaba grandes territorios.
Los oprimidos no tenían más que huir con su comunidad hacia el norte o hacia Siberia”. Esta secta sangrienta no fue exterminada hasta la época de Stalin, que se encargó de ello mediante represión y arrestos.
En la actualidad, los skoptsí se consideran erradicados. Algunas fuentes controvertidas aseguran que hay todavía existen cerca de 400 skoptsí, pero no existen pruebas claras de ello. Si acaso, podría considerarse que los antisexuales modernos son los continuadores de los skoptsí. “En Rusia hay unos 2.000 antisexuales que también comparten algunos aspectos religiosos”, comenta Mirra, activista de este movimiento. “Algunos de ellos practican la castración”.
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