El rescate más increíble: cómo se salvó un Tu-154 de un accidente seguro

Estilo de vida
EKATERINA SINÉLSCHIKOVA
“Lo primero que todos pensamos en ese momento era por qué nos ocurría a nosotros”. Hace ocho años un avión Tu-154, con 81 personas a bordo, dejó de funcionar a 10.600 metros de altura. Todo el mundo pudo sobrevivir gracias a un hombre, que durante 12 años mantuvo limpia una pista de aterrizaje en la taiga.

Era un vuelo civil normal de un Tu-154 de la aerolínea Alros. Casi todos los pasajeros, 72 personas, volaban desde Yakutia a Moscú por vacaciones. Después de tomar la comida en el avión, empezaron a quedarse dormidos. Llevaban tres horas y media de vuelo cuando todas las luces de la cabina se apagaron.

Era el 7 de septiembre de 2010, las 6:57 de la mañana. El avión volaba a una altitud de 10.600 metros sobre la taiga.

“No estaba durmiendo y me di cuenta de que el avión descendía. Aunque era demasiado pronto para que disminuyera la altitud para bajar hacia Moscú. Miré por la ventana y vi un bosque. Pero, no podíamos haber regresado”, recuerda Andréi Kondrátiev, uno de los pasajeros. “Eso significaba que algo estaba pasando. Entonces llegó la azafata. Dijo que iba a haber un aterrizaje de emergencia y que todo el mundo necesitaba ponerse en posición fetal. Mi hijo de tres años dormía de rodillas. Mi esposa estaba a mi lado. Ella y yo nos inclinamos”.

El accidente

Según Evgueni Novosiólov, capitán de la tripulación, lo primero que dejó de funcionar fue el piloto automático. Casi inmediatamente después se apagaron todos los dispositivos. “Siempre había pensado que debía haber una reserva artificial, pero las tres habían dejado de funcionar. En esa situación, era necesario aterrizar. Incluso habíamos perdido la comunicación. No sabíamos dónde estaba el aeropuerto más cercano”, afirma Novosiólov.

Era una mañana con nubes y los pilotos no podían ver el suelo. “No hay electricidad, las bombas no funcionan. Puedes hacer lo que quieras, pero en 30 minutos los motores se apagarán. Lo único que queda hacer es sumergirse en las nubes y aterrizar. Así, a ciegas”, recuerda.

Tuvieron suerte. Había una apertura de luz en las nubes y el piloto vio un río y un bosque. Un avión como ese solo puede aterrizar en el agua pero las posibilidades de supervivencia son pocas. Entonces vieron una pista de aterrizaje.

“Pensé que estaba alucinando”, admite Novosiólov.

Hicimos tres intentos de aterrizaje. Para el Tu-154 la pista era demasiado corta, mientras que la velocidad del avión era significativamente superior a la media, debido a los alerones y aletas de seguridad averiados. El avión se deslizó fuera de la pista y estuvo arando el suelo durante 164 metros. “Vi cómo el ala cortaba los árboles, cómo las astillas volaban por todas partes. Hubo pánico en la cabaña. La taiga estaba mojada, había vapor y todos pensaban que el avión estaba en llamas”, explica Kondrátiev.

Una azafata fue hasta la pasajera Nadezhda Filimónova con un refresco y una pastilla de validol. “Todo el mundo estaba llorando. Lo primero que todos pensamos en ese momento era por qué nos ocurría a nosotros”.

Unas personas en el bosque

Entre las 81 personas a bordo, no todos estaban heridos. Poco después aparecieron junto al avión bomberos y doctores. La gente se deslizaba por los toboganes inflables y no podía creer que estuviera viva.

La pista de aterrizaje de “rescate” pertenecía a un aeropuerto del asentamiento de Izhma, que había servido originalmente a las aerolíneas locales, pero que en la década de los 90 se usó como plataforma para helicópteros. De las 126 personas que trabajaban allí, sólo quedaba un empleado, llamado Serguéi Sótnikov. Todos los días, durante 12 años, caminaba 5 km hasta el aeropuerto y realizaba trabajos de mantenimiento en la pista abandonada. Nadie le había dicho que lo hiciera y cuando se le pregunta por qué lo hizo, responde:

“¿Yo? No permitía que nadie montara sobre la pista. Mucha gente montaba a caballo aquí. El estiércol, cuando cae, se seca. Entonces el helicóptero crea una corriente de viento y todo vuela hacia tus ojos. Eso no está bien... O un tronco se cae, se queda ahí. La gente tira botellas... Básicamente lo limpié yo mismo para que estuviera bien”.

Por esa razón cortaba los árboles que crecían junto a la pista de aterrizaje y no permitía que nadie dejara los coches, la madera u otros objetos. Si Sótnikov no lo hubiera hecho, en 2010 el avión no habría podido aterrizar allí.

¿Qué le pasó al Tu-154?

Una comisión determinó que la causa del accidente había sido la aceleración térmica del motor, fenómeno que provoca que haya un cortocircuito y se pare todo el sistema electrónico que hay a bordo.

Después del incidente, la aerolínea planeó retirar el avión. Sufrió serios daños y se tuvo que utilizar un tractor para arrastrarlo de vuelta a la pista. Aun así, el avión logró despegar de Izhma por sí mismo.

Posteriormente fue reparado y, en 2011, la aerolínea de Yakutia decidió reincorporar el avión a su flota. De modo que el Tu-154 soviético, que volaba en la década de 1970, sigue todavía cubriendo el trayecto entre Yakutia y Moscú.

Así han influido los accidentes en la renovación de la Fuerza Aérea rusa.