La catedral de la Inmaculada Concepción de la Santa Virgen María es la mayor iglesia católica de Moscú y se encuentra en el centro de la ciudad. Se construyó en 1911 y estos días de Navidad hay más gente que viene a misa.
Al entrar en el templo se ve una gran cruz con la inscripción: “Cristo ayer, hoy y siempre”. Aunque no siempre fue así. Durante décadas Jesús y sus seguidores no fueron bienvenidos en el edificio.
Cercanía y animadversión
Actualmente las diferencias entre los católicos (alrededor del 1% de la población de Rusia) y los cristianos ortodoxos (la religión principal del país) parecen algo de poca importancia. Todo el que haya estado en una iglesia ortodoxa puede reconocer las similitudes con las ceremonias que se celebran en la catedral católica, llena de árboles de Navidad.
Las distinciones formales llaman enseguida la atención. Las mujeres católicas, al contrario que las ortodoxas, no se cubren la cabeza, la gente se santigua de manera diferente, los curas no tienen barba y tienen otra ropa. Obviamente, hay otras diferencias más sustanciales. Para los ortodoxos el Papa no es la figura más importante de los cristianos y ambas confesiones discrepan en el concepto de la Trininad, entre otras.
Al mismo tiempo, ambas fes son cercanas. “Todos somos cristianos y deberíamos estar más cerca que personas de otras religiones”, comenta Ígor Kovalevski, secretario general de la Conferencia de Obispos Católicos de Rusia, a la radio Eco de Moscú.
El metropolita Illarión está de acuerdo. “Ambas iglesias están preocupadas por las mismas cuestiones: la crisis moral, la gran cantidad de abortos y de divorcios y la falta de segurirad social”. Las relaciones mejoran pero hubo tiempos más oscuros.
Juegos políticos
La ortodoxa Rusia adquirió la mayor parte de su minoría católica en el siglo XVIII, tras anexionarse grandes territorios de Polonia y Lituania. “Históricamente, la mayoría de los católicos vive en las zonas occidentales de nuestros territorios o en Siberia, donde muchos católicos fueron enviados desde Polonia, Lituania o Ucrania. Esto último está conectado con una de las páginas más tristes de nuestra historia”, explica a Russia Beyond el padre Kirill Gorbunov, portavoz de los archidiócesis católica en Moscú.
Los zares ortodoxos permitieron las conversiones al catolicismo solamente en 1905. Seis años después se levantó la grandiosa catedral de la Inmaculada Concepción pero su prosperidad no duró mucho tiempo. Tras la toma del poder por parte de los bolcheviques en 1917, la situación se hizo difícil para todas las confesiones.
Se cerraron numerosas iglesias católicas (incluida la catedral) y se detuvo a muchos curas. A finales de los años 30, solamente había dos templos católicos en la URSS, ambos bajo el estatus de “iglesias de la embajada francesa”. Por lo que respecta a la catedral del Moscú, se utilizó como edificio secular de cuatro pisos para diferentes proyectos: fábrica de muebles, tienda de lámparas... incluso como una tienda de embotellamiento de bebidas alcohólicas.
Fue solamente en los años 90, tras negociaciones con el gobierno y gracias a la ayuda del Vaticano y de la comunidad católica internacional, que los locales volvieron a contar con una catedral.
Hasta ahora
La música del órgano llena la catedral y docenas de personas rezan. El cura lee el Evangelio fluidamente en latín, pero cinco minutos después de que acabe esta misa, comienza otra en ruso.
“Tenemos misas en ruso, latín y, obviamente, en polaco, inglés y francés”, apunta el padre Kirill. Los domingos se celebran hasta once misas en la catedral, por no hablar de las que se realizan en las otras dos iglesias de Moscú. Según el cura, hay entre 50.000 y 60.000 católicos viviendo en Moscú, “una gota en el océano”.
En la capital solo hay tres templos católicos: la catedral, la iglesia de San Luis de Francia y una pequeña iglesia situada en el remoto distrito de Liublinó. No es suficiente para 50.000 personas, afirma el padre Kirill. “Estamos negociando con el gobierno de la ciudad la adquisición de tierras para construir otra iglesia. Esperemos que en los próximos años se construya otra iglesia católica en Moscú”, declara.
¿Quiénes son los católicos de Moscú?
Andréi tiene 25 años y canta en el coro de la iglesia. Tiene raíces bielorrusas y era ortodoxo pero, tras examinar diferentes aspectos de las confesiones, decidió que el catolicismo se adecuaba más a su visión del mundo y se convirtió. “Estoy del lado de los católicos en todos los temas discutibles, incluida la supremacía del Papa”, explica Andréi con una sonrisa.
Según el padre Kirill, unas 150 personas se convierten al catolicismo cada año en Moscú. Esto incluye a gente que se convierte de otras religiones, antiguos ateos que encuentran la fe y los nacidos en familias católicas. “La mayoría de nuestros feligreses son personas de cultura rusa, gente que habla ruso y se asocia a sí misma con el país”, dice. Algunos tienen origen católico (polaco o alemán), mientras que otros eligen esta confesión.
El catolicismo ruso tiene también sus peculiaridades. Por ejemplo, les encenta la ceremonia de partir el pan en Navidad y otras fiestas religiosas. “Esto apenas se ve en las comunidades católicas de Italia o de América Latina, se trata de una tradición del Este de Europa”, explica Kirill. Además, los católicos rusos también siguen tradiciones que en su mayoría son ortodoxas, como el estricto ayuno durante el Adviento, algo que no es necesario en Occidente. Después de todo, ambas confesiones están muy cerca la una de la otra.
La iglesia abre sus puertas
Aunque la iglesia de Moscú no es muy grande, tanto el cura como los feligreses siempre están dispuestos a dar la bienvenida a los visitantes extranjeros, como a los expatriados que viven aquí o a los que visitan la ciudad un par de días. En Moscú se pueden encontrar diferentes comunidades católicas, no solo europeas, también está la vietnamita, la coreana o la filipina.
“Nuestra misión principal consiste en conectar a las personas con Dios pero también estamos contentos de poner en contacto a las personas entre sí”, comenta Kirill Gorbúnov. “La iglesia une a todos, un estudiante extranjero que dirige una misa en una de las iglesias puede ver al embajador de su país sentado a su lado. ¿Por qué no?”
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