Mario Beverati fue enviado a Nizhni Nóvgorod por Jorge Bergoglio, entonces uno de los cuatro obispos auxiliares de Buenos Aires y actual pontífice, en 1996. Ese mismo año Beverati fue nombrado párroco en la iglesia de la Asunción de María de Nizhni Nóvgorod (a unos 450 km de Moscú), que en esa época era sede de un centro científico. En una entrevista exclusiva con Russia Beyond realizada en 2013, Beverati cuenta cómo consiguió recuperar la iglesia, que no funcionaba como tal desde 1925, y cuál fue el papel del cardenal Bergoglio en la restauración de ese templo. Además, habla sobre sus feligreses y de lo que significa ser un sacerdote católico en un país mayoritariamente ortodoxo.
¿Por qué eligió Rusia?
Cuando era estudiante de medicina tenía un abono en el Teatro Colón y escuché la Quinta Sinfonía de Chaikovski, y luego a Rimski-Kórsakov. Me impresionaron. Después me intrigaron los iconos rusos. Pero lo más importante ocurrió en un seminario donde un director espiritual nos decía que teníamos que estudiar filosofía y teología aplicada a la vida real, y para ello había que leer a Dostoievski...
¿Cuándo hizo su primer viaje?
Decidí consagrarme a Dios y me ordené en el día de San Javier, así que quería visitar su pila bautismal en España. El pasaje más económico era con Aeroflot, pero tenía que viajar de Buenos Aires a Moscú, donde la compañía me regalaba tres días, y luego de Moscú a Madrid. Era ideal: el boleto más económico y conocer Rusia, que era mi deseo. Era 1991, coincidió con la apertura de Gorbachov. Me enamoré de todo lo que vi, pero el tema era el idioma; tenía 39 años y no creía que pudiera aprender. Sin embargo, ocurrieron cosas providenciales. Cuando regresé a Argentina, vi un anuncio de clases de ruso cerca de la casa de mi hermana. Así empecé a estudiar ruso. En ese momento ordenaron obispo a Bergoglio, quien ahora es Papa, y me acerqué para hablarle de mi deseo de ir a Rusia. Me dijo que fuera primero un mes y después me mandó por un año. Enseguida me hicieron párroco.
Fue nombrado párroco en Nizhni Nóvgorod en 1996, poco después de la reapertura de la iglesia... ¿En qué condiciones la encontró?
Las únicas dos iglesias católicas que continuaron abiertas durante la época soviética fueron las de San Luis en Moscú y la de Nuestra Señora de Lourdes en San Petersburgo porque funcionaban como embajadas francesas. Todas las demás fueron clausuradas, entre ellas la mía, Asunción de María, que la cerraron en 1925. Luego le añadieron dos pisos para oficinas y fue centro científico-tecnológico. Así la encontré cuando llegué.
El organismo estatal que se hizo cargo de la iglesia también tenía ocupado un establo al lado y en principio nos dieron un tercio de ese establo, para hacer una capilla. Para el 2000 pedimos todo el edificio y nos lo dieron, así que celebramos la Navidad ya como iglesia. Y hay algo que pocos saben, el papa Francisco, siendo cardenal en 1999, dio dinero de su propio bolsillo para reconstruir la iglesia.
¿Por qué se construyó una iglesia católica en Nizhni Nóvgorod?
La ciudad está en el centro de la región del Volga y allí se celebraba una importante feria de productos agrícolas e industriales. En 1861 el zar bendijo la iglesia católica que se construyó en la ciudad, porque había muchos comerciantes de origen armenio, lituano, ucranianos y alemanes catílicos. En 1937 fusilaron a muchos ortodoxos y católicos. En un campo de concentración también murió el párroco. De 1935 a 1995, año en que llegamos nosotros, se perdió completamente el rastro de los católicos de la ciudad.
¿Quiénes son sus feligreses?
Los primeros que se empezaron a reunir en mi parroquia eran unas quince abuelas con sangre lituana, polaca o alemana. Además tengo muchos estudiantes de África, India, Sri Lanka... También vinieron cinco familias católicas de México. Hay matrimonios españoles e italianos que vienen a adoptar niños. Eso hace que cada misa de domingo las oraciones principales de la misa sean en inglés. Cualquier persona que venga se va a sentir como en el Vaticano: hay gente de los cinco continentes.
¿Cómo fue su relación con Bergoglio cuando era su obispo?
Fue él quien me envió a Rusia. Cuando venía a Argentina le llamaba a las seis de la mañana a un teléfono fijo, porque no usaba celular, y me decía: “Ven mañana o pasado”, y me daba 45 minutos. Yo le veía una vez al año y conmigo siempre fue abierto y simpático. Francisco además es muy porteño y con esas frases como “Dios nos primerea”, los periodistas italianos se quedan muy sorprendidos.