Yevgueni Yákovlev (1895-1934) se formó en la Academia Superior de Agricultura de Moscú. Luego, fue enviado a Tashkent, en el Asia Central, como naturalista. Tras el estallido de la I Guerra Mundial y la Revolución Rusa, se vio obligado a emigrar. Llegó a California, pero vino al Perú, siguiendo su antiguo interés por la historia, la geografía y la arqueología. Fue cuando le escribió la carta a su madre.
Se cita que Yákovlev trabajó en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú y en el Museo Nacional del Perú. Ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y sus conocimientos lingüísticos le abrieron un amplio abanico literario sobre el pasado precolombino del Perú.
De sus investigaciones destaca su estudio sobre la cerámica precolombina y su análisis transcultural de la representación de varias aves y animales en las sociedades Chavín, Nazca, Moche, Wari e Inca, y pudo interpretar su significado cultural y sagrado. El investigador ruso ayudó a formar la imagen más completa de la iconografía de la cerámica Nasca. En colaboración con Fortunato Herrera, escribió una monografía sobre la etnobotánica del Perú.
Yuri Knórozov (1922-1999) ingresó a la Universidad de Járkov (actual Ucrania), pero dos años después, tuvo que abandonar sus estudios y mudarse a la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial. En la capital rusa, ingresó en la Facultad de Historia de la Universidad Estatal de Moscú.
Entre los trofeos soviéticos de guerra había materiales de la Biblioteca de Berlín, donde Knórozov descubrió una edición de tres códices mayas, publicados en 1930, y la Relación de las cosas de Yucatán (1566), del misionero Diego de Landa, que trataba sobre la vida de los mayas en tiempos de la conquista española.
Yuri, como contamos en un artículo anterior encontró los fallos en la metodología de Diego de Landa, lo que le llevó al descubrimiento del código maya. Landa quería encontrar un equivalente de los signos mayas para cada letra del alfabeto español, pero no había equivalencia, ya que la escritura maya era silábica. Knórozov averiguó que la lectura estaba compuesta por 355 signos de los códices, y estos signos correspondían con la escritura fonética y morfémico-silabica.
La exposición Investigadores rusos de culturas precolombinas, inaugurada el pasado 18 de enero, puede disfrutarse hasta el 5 febrero en el Museo de Minerales Andrés del Castillo (Jr. de la Unión 1030, Lima). El acceso es gratuito.
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