En las casas de apuestas Liudmila Ulítskaia ocupa el quinto lugar para ser la galardonada de 2019. Está detrás de la canadiense Anne Carson, la francesa Maryse Condé, la china Can Xue y el japonés Haruki Murakami. Pero pensamos que la rusa se merece ser la primera.
1. Ulítskaia plantea temas actuales sobre una lengua que emula la de Tolstói
Alfred Nobel deseaba premiar a un escritor con una obra sobresaliente. Y qué mejor que una buena novela rusa del siglo XIX para hablar del sentido de la existencia y encontrar una meta en la vida.
¿Le darías un Premio Nobel a Lev Tolstói? Suponemos que sí, pero por alguna razón el ruso no lo consiguió... Pero te alegrará saber que hay “Tolstois” del siglo XXI, y ahí encontramos a Liudmila Ulítskaia. Habla del pasado y del presente con un lenguaje moderno que es claro tanto para los jóvenes como para los adultos.
En sus novelas a menudo exploran la historia de varias generaciones de una misma familia. En obras como El caso Kukotski, Medea y sus hijos o en su último trabajo La escalera de Jacob, no trata de cavar en el pasado y en archivos polvorientos, sino que pretende hacer una investigación profunda de las almas y la psicología de los personajes. Como gran novelista, Ulítskaia está muy arraigada al tiempo presente.
Plantea la eterna cuestión que aparece en el clásico de Iván Turguéniev, Padres e hijos, es decir, la conexión existente entre generaciones y ayuda a la gente a deshacerse de la sensación de culpa que los niños sienten a menudo por sus padres.
2. Trata de evitar que se repitan los errores del pasado
“La juventud de hoy, por lo que sé, culpa a la generación de los años 60 del orden actual de las cosas y el proceso de estalinización que observo a diario demuestra que no se aprende de las lecciones de la época soviética, de su brutal represión”, afirmó Ulítskaia a Russia Beyond en una entrevista en 2013.
Ella sintió que era su deber como escritora explicar a la joven generación lo que fue la década de los 60 en la Unión Soviética. No habla de los oscuros y sangrientos años de Stalin sino de una década que fue mucho más segura para la vida de las personas pero que aún así implicó muchos problemas personales.
La carpa verde habla del samizdat y de cómo la gente se vio obligada a conseguir y difundir de manera ilegal libros por la simple razón de que eran considerados material antisoviético y estaban prohibidos por burócratas estúpidos bajo unos criterios extraños.
La novela tiene docenas de personajes cuyas vidas fueron arruinadas por el poder soviético. No podían trabajar con su inteligencia ni por sus intereses, tenían un miedo constante a ser arrestados y temían a sus familiares y amigos. Ulítskaia trata de explicar que estas personas tomarían más tarde decisiones en el país y que no tenían su mente liberada del todo.
3. Habla por encima de las nacionalidades
Una de sus mejores novelas, Daniel Stein, intérprete, es nada menos que un intento de reconciliar el cristianismo, el islam y el judaísmo. Muestra cómo las cuestiones políticas afectan a la vida de la gente común.
La novela está basada en la historia real de Oswald Rufeisen. El personaje principal es un hombre único: un judío polaco que escondió sus orígenes y sirvió para la Gestapo durante la Segunda Guerra Mundial, logrando salvar muchas vidas. Después de todo se convirtió en sacerdote católico y fue a Israel a servir en una iglesia.
Daniel da asilo y apoyo a los marginados y a las personas que no pueden encontrar comprensión en ningún otro lugar (por ejemplo, un árabe cristiano). Daniel trata de que los judíos y los musulmanes locales se acerquen y hagan la paz. También se esfuerza por mejorar las relaciones entre judíos y cristianos. Daniel incluso conoció al Papa que no reconoció a Israel como un Estado.
Daniel es intérprete no sólo porque sabe muchos idiomas. Es un intérprete entre culturas y religiones, que muestra una gran misericordia e inteligencia.
Por cierto, Liudmila es una judía rusa que se convirtió al cristianismo.
4. El humanismo es central para ella
Además de abogar por el bien en sus novelas, Ulítskaia también lucha activamente por los derechos humanos. Se considera una intelectual y una liberal, que participó en las protestas de la oposición a principios de la década de 2010.
Ulítskaia es una portavoz habitual de la ONG Memorial, que preserva el legado de las personas reprimidas durante la era de Stalin. Sus dos abuelos fueron arrestados en aquella época por lo que esta historia es muy personal para ella. La escritora trata de difundir las actividades de la organización.
También participa en obras sociales. Ha creado el Fondo Liudmila Ulítskaia para apoyar iniciativas humanitarias, que se ocupa de diferentes cuestiones, como por ejemplo, proporcionar libros a los hospitales de niños.
5. Es uno de los más grandes autores vivos
Tiene 76 años y ha anunciado que ya no escribirá grandes novelas. Le toma demasiado tiempo y energía; quiere vivir para su familia. Pero todavía escribe cuentos.
Es bióloga y comenzó su carrera literaria a finales de la década de 1980, cuando ya tenía más de 40 años. Pero desde entonces ha escrito alrededor de 20 libros brillantes y siete novelas realmente geniales. Se han hecho varias películas basadas en sus novelas. Tiene dos grandes premios literarios rusos: el Gran Libro y el Premio Booker Ruso.
Ulítskaia es quizá uno de los autores rusos más conocidos en el extranjero. Sus obras están traducidas a 25 idiomas, por lo menos, y se reeditan constantemente. Además, en 2009 fue uno de los pocos autores rusos nominados al Premio Man Booker, y también ha sido galardonada con decenas de prestigiosos premios literarios fuera de su país, entre ellos el Premio Médicis de Francia, la Ordre des Palmes académiques e incluso la Legión de Honor, el Premio Grinzane Cavour de Italia y otros.
La última vez que una mujer recibió un premio fue en 2015. Fue la escritora bielorrusa, Svetlana Aleksiévich, que escribe en ruso. Y la última vez que el autor ruso recibió un premio fue Joseph Brodsky en 1987. Así que el 2019 será nuestro año.
La difícil relación entre escritores rusos y el Premio Nobel de Literatura