Desde la Catedral de San Basilio en la Plaza Roja hasta los palacios barrocos de San Petersburgo, Rusia tiene muchos monumentos arquitectónicos famosos. Sin embargo, ninguno podría parecer más inesperado que una mansión de madera construida en las profundidades de los bosques de la región de Kostromá, a finales del siglo XIX.
Uno pensaría que la mansión, o térem, de la aldea de Astashovo sería la que tuviese menos posibilidades de salvarse de la destrucción sufrida por las casas de campo pre-revolucionarias de Rusia. A principios de este siglo, la exuberante estructura parecía una casa-torre embrujada de alguna película de Hollywood, escondida por árboles jóvenes y al borde del colapso. Entonces intervino el destino.
El constructor y propietario de esta extraordinaria estructura de madera fue Martián Sozóntovich Sazónov. Nacido en 1842 en el pueblo de Astashovo cerca de Chujlomá, Sazónov procedía de una potente familia de campesinos estatales. Su biografía, de hecho, cuestiona una serie de estereotipos sobre el campesinado en la Rusia del siglo XIX. Aunque la mayoría de los campesinos tenían poca tierra y menos dinero, hubo algunas excepciones que, gracias a una combinación de trabajo duro y buena fortuna, hizo posible que se algunos de ellos adquieran una riqueza considerable.
En las áreas alrededor de Kostromá y Yaroslavl, esta riqueza venía típicamente de San Petersburgo, donde los jóvenes emprendedores se convertían en trabajadores estacionales de la construcción. Cuando llegó el momento de que Martián presentara documentos que le permitieran trabajar en San Petersburgo, decidió tomar el nombre de su padre (Sozont Márkov) como apellido, pronunciado Sozónov y posteriormente escrito como Sazónov. Según la práctica regional, los niños de entre 12 y 14 años de edad eran enviados a realizar un aprendizaje de cuatro años en los oficios de la construcción de la capital, después de lo cual se les asignaba una formación específica. Sazónov obtuvo la rentable designación de maestro carpintero, con una especialización en la fabricación de muebles.
Como la mayoría de sus compañeros, Sazónov continuó manteniendo estrechos lazos con su región natal. En 1862, se casó con una joven, Anna Andréievna, del pueblo vecino de Faleléievo. Sazónov se convirtió en un exitoso contratista con sus propios trabajadores y talleres en San Petersburgo, y trajo algunas de sus ganancias a la región de Chujlomá. No sólo construyó casas en Chujlomá, sino que también hizo donaciones de caridad a nivel local. Sin embargo, parece que después de la década de 1860, el exitoso negocio de Sazónov lo mantuvo en San Petersburgo durante la mayor parte del año.
A mediados de la década de 1890, su primera esposa murió de tifus y se volvió a casar con Ekaterina Dobrovólskaia, la hija de 21 años de un diácono de la Iglesia de Elías el Profeta, en el pueblo vecino de Ilínskoie. Poco después (presumiblemente en 1897), construyó la famosa mansión de madera en Astashovo.
El tipo de casa que Sazónov construyó a menudo se conoce como “dacha”, una pequeña casa de campo para los habitantes de la ciudad, pero la suya era de todo menos modesta. Su complejo y sofisticado diseño consiste en una estructura principal de dos pisos, hecha de robustos troncos de abeto, sobre la cual se encuentra un tercer piso con balcones salientes y habitaciones de verano. Esta estructura superior refleja una interpretación del siglo XIX de los aposentos tradicionales conocidos como “térem”, o “teremok”, de ahí el nombre de la casa. La compleja cubierta, con sus balcones y buhardillas, es una muestra de ornamentación desenfrenada. La viga del techo que soporta la parte superior es un solo tronco de pino que había medido originalmente 36 metros de largo. El floreado culminante puede encontrarse en la esquina suroeste, con una torre elevada, coronada por un ornamento festivo de palo de mayo.
El revestimiento de tablón sobre las paredes de tronco proporciona el mejor fondo para cornisas ornamentales y marcos de ventanas decorativas, nalíchniki, en colores brillantes. Aunque sugieren estructuras tradicionales de madera como la casa campesina, isba, las decoraciones de las ventanas tienen un diseño audaz y abstracto característico de una estética propia del renacimiento nacional del siglo XIX. Esta estilizada influencia urbana se hace evidente aquí en detalles ornamentales como cartelas de concha, así como motivos de la arquitectura clásica. Estos elementos enriquecieron los patrones decorativos populares, que se estaban transformando en el siglo XIX, a medida que los maestros carpinteros que trabajaban en los grandes centros urbanos volvían a sus pueblos con un nuevo repertorio de motivos decorativos.
El térem de Sazónov es, por lo tanto, una obra de arte urbana que debe mucho a la artesanía tradicional, pero no menos a las ideas estéticas románticas sobre la arquitectura nativa. Iván Ropet (Petrov), tan instrumental en el grupo de Abrámtsevo, fue uno de los principales impulsores artísticos de este renacimiento nacional, y su influencia destacó prominentemente en una publicación popular de bocetos y planos conocida como Motivos de la arquitectura Rusa (Motivi russkoi arjitekturi). No cabe duda de que Sazónov y los arquitectos con los que trabajó en San Petersburgo conocían esas publicaciones de amplia difusión, que contenían profusos diseños de casas de campo hechas de madera. En este contexto, la casa Sazónov, situada en el remoto Astashovo, tiene una conexión directa con este importante movimiento estético de la capital rusa.
Sazónov vivió en su mansión menos de dos décadas. Murió en septiembre de 1914, pocas semanas después del comienzo de la Primera Guerra Mundial. El conflicto global y la revolución subsiguiente demostraron ser una catástrofe de proporciones sin precedentes que puso fin al modo de vida representado en este tipo de exhibiciones de fortuna personal. Tras la revolución bolchevique, la viuda de Sazónov fue privada de la casa, que estuvo cerrada y deshabitada hasta 1942. En ese momento, el interior, intacto pero sin muebles, fue recuperado para su uso por la administración local del pueblo. Cuando estas funciones cesaron a principios de la década de 1970, la casa fue finalmente abandonada en un pueblo también despoblado. El último habitante de Astashovo abandonó el emplazamiento a principios de los 90.
Sin mantenimiento, la estructura magníficamente construida sufrió la decadencia ante el crecimiento de un bosque que invadía la propiedad con cada año que pasaba. A principios del siglo XXI, se alertó sobre el destino del térem, que en su estado ruinoso parecía a punto de colapsarse. Como suele ocurrir con estos tesoros, no parecía haber planes viables para el rescate de una estructura tan grande y prácticamente inaccesible. Sin embargo, la publicidad llamó la atención de un joven especialista en inversiones, Andréi Pavlichenko, que convirtió el monumento en su proyecto personal. Conocedor de la cultura rusa y de su conservación, Pavlichenko contrató los servicios de Alexánder Popov, el especialista más experimentado en la restauración de monumentos de madera.
Sus primeras tareas incluyeron la mejora de la carretera de acceso y la limpieza alrededor de la casa, incluyendo todo el crecimiento forestal. En 2011, una brigada de trabajadores desmontó la estructura restante y la transportó a los talleres de Popov en la ciudad de Kirílov (en la región de Vólogda) donde se analizaron los componentes de madera. Se aplicaron métodos de restauración a los componentes útiles y el resto (especialmente los detalles decorativos) se replicaron cuidadosamente del original.
En 2013, se comenzó a trabajar en el re-ensamblaje del térem en su emplazamiento original, sobre una base de ladrillo que reproducía al original. Este proceso también implicó la reconstrucción del anexo, una estructura de servicio de madera que se extendía por la parte posterior de la mansión. En 2016, se terminaron las obras exteriores. Los trabajos de restauración y amueblar el interior resultaron ser más complicados, ya que el casco de la casa se había agotado por completo. Se recuperaron restos de mobiliario original, como estufas de cerámica gigantescas, pero no quedaba ningún mueble. Lo que debería haber sido una escalera enorme, desde el primer hasta el segundo piso, era sólo vacío.
No obstante, la disposición original de las salas era clara y se restauró en 2017. El proyecto de restauración también incluía los estanques que se encontraban frente a la mansión (el agua para el hogar provenía de un profundo pozo artesiano localizado esta zona pantanosa). La restauración de una capilla de madera (de la cercana aldea de Golovínskoie) que se construyó al mismo tiempo que el térem, con algunas de las mismas decoraciones, se llevó a cabo a buen ritmo
Como imán para el turismo cultural, el térem de Astashovo se ha convertido en una notable demostración de conservación arquitectónica ilustrada. Y al final de la calle, en el pueblo de Ilínskoie, la iglesia de Elías el Profeta (1815) sigue siendo de una belleza abandonada, pero lírica.
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