Eduard Limónov, el ‘enfant terrible’ de la literatura rusa cumple 75 años

Cultura
OLEG YEGÓROV
El autor es uno de los autores más polémicos de Rusia. Fue un rebelde desde la adolescencia y también durante sus años de emigración.

“Me considero escoria, las heces de la sociedad...Soy escoria”, así es como comienza la primera novela de Eduard Limónov, Soy yo, Édichka, escrita en 1976 en Nueva York. El polémico autor ruso ha publicado desde entonces más de 50 libros.

En la obra se cuenta la historia de un emigrante ruso y vagabundo llamado Édichka (forma corta de Eduard), que sobrevive en EE UU completamente desesperado. Aunque Limónov siempre apunta que él y su personaje no son la misma persona, admite que es su propia historia en gran medida.

En los años 70 Limónov comenzó su viaje a Occidente, y volvió 16 años después. ¿Por qué dejó la URSS?

De sastre a migrante

Para 1974, año en el que abandonó la URSS, Limónov ya había tenido una vida intensa. Eduard Savenko, poeta provinciano de Járkov (Ucrania), se puso el nombre de guerra Limónov, que tiene un aire punk y está asociado a los limones y a la “limonka”, que en lenguaje coloquial se refiere a una granada F1. Entonces se mudó a Moscú.

Al principio tuvo que trabajar como sastre para poder llegar a fin de mes. Su poesía comenzó a hacerse popular en círculos bohemios, entre artistas a los que no les gustaban las autoridades. En 1973 se casó con Elena Shchápova, modelo y poeta y ambos abandonaron la URSS un año después.

No está del todo claro por qué se fue de Moscú. En 1992 el autor afirmó que el KGB había tratado que se convirtiera en un informante, y la salida del país era su única alternativa. Sin embargo, en otra entrevista Limónov declaró: “Era sobre todo el sentimiento de extrañamiento respecto al lugar en el que vivía, la voluntad por encontrar otro camino”.

En lo más bajo

Aunque no fue más feliz tras su salida a EE UU. Poco después de llegar y de instalarse en Nueva York, su mujer lo abandonó. Sin dinero, solo y completamente desconocido en una nueva ciudad (apenas sabía inglés), el autor conoció los bajos fondos y vivía de las ayudas sociales.

Soy yo, Édichka, fue la primera novela de Limónov y nació de esta experiencia. El autor se describe como un hombre sin esperanza, deplorable y arrogante, que vive al borde del colapso. Un aullido furioso lleno de palabrotas y escenas pornográficas. Es una novela en la que el autor se confiesa. Se lamenta de la pérdida de Elena y trata de superarlo teniendo sexo con hombres y mujeres y bebiendo mucho.

Nihilista, anarquista, punk

Al contrario que otros emigrantes, Limónov rechazó el estilo de vida estadounidense, “burgués”. En  Soy yo, Édichka, escribe: “Recibo ayudas sociales. Vivo de vuestro trabajo: pagáis impuestos y yo no hago una mierda. ¿Qué pasa? ¿No quieres pagar? Entonces, ¿por qué hostias me hiciste que viniera aquí? Arréglatelas con tu propaganda, es demasiado fuerte”.

Lo que dice es verdad, hasta cierto punto. Limónov tuvo trabajos: camarero, corrector en un periódico ruso, guardián de la casa de un millonario. Pero lo que le gustaba era estar con los parias: el partido trotskista de los trabajadores, punkis, vagabundos. En uno de sus relatos recuerda que leyó un poema de Maiakovski en el escenario de un concierto de punk.

Cruzando el Atlántico

A pesar de ello, Limónov soñaba con tener éxito y trató desesperadamente de publicar su novela. Unas 35 editoriales estadounidenses la rechazaron porque la consideraban ofensiva y anticultural.

En 1979 encontró editor en Francia, Jean-Jacques Pauvert, que había publicado las obras del marqués de Sade. “Le debo mucho. Me descubrió”, diría Limónov más tarde.

Después, Limónov encontró el éxito. Poco a poco se fue haciendo famoso y fue capaz de vivir gracias a su obra literaria. Continuó escribiendo sus “memorias de ficción”, historias sobre la vida en EE UU, en Francia y sobre sus años jóvenes en Járkov. En 1980 se mudó a París, donde vivía con la que sería su mujer, la poeta y cantante Natalia Medvédeva.

Un ruso francés

Recibió la ciudadanía francesa en 1987 y estuvo en el país galo hasta 1991. Además de escribir novelas y poesía colaboraba con el diario internacional L'Idiot, así como otros medios radicales, tanto de izquierdas como de derechas.

Al parecer, el escritor disfrutaba de su vida en París y todavía la recuerda con nostalgia. “Estaba embelesado”, describe sus paseos por la capital francesa en su último libro Bajo el cielo de París. “A veces gritaba en ruso ‘¡Oh, este sol!¡Oh, este viento del Sena!’”.

Aunque en cuento cayó la URSS, Limónov dejó su vida en Francia y se dirigió hacia la caótica Rusia. Allí se mostró como una persona diferente, más como un político radical que como un escritor. Fundó su propio partido, pasó años en prisión... pero todo eso es otra historia.

“Los periodistas son actores al servicio del capital”, comentó Eduard Limónov en una rueda de prensa a la que asistimos.

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