Lev Tolstói.
Dominio públicoEn 1884, el conde Lev Tolstói (1828-1910) pidió irónicamente a su tía que lo considerase musulmán. En realidad no se había convertido al islam sino que era una manera de enfatizar su soledad y sus constantes conflictos con la sociedad de su época. “Los liberales piensan que soy un lunático, para los radicales soy un místico charlatán, el Gobierno me considera un peligroso revolucionario y la iglesia cree que soy el diablo en persona”, escribió Tolstói.
Había una parte de verdad en sus palabras. En la década de 1880, Tolstói ya había escrito obras maestras comoGuerra y paz y Anna Karénina y se concentraba ahora en sus escritos filosóficos. Era muy popular en Rusia y cientos de personas lo adoraban, comenzando por el propio zar Alejandro III, que se refería a él como “mi Tolstói”.
Sin embargo, también provocó grandes polémicas ya que sus puntos de vista eran radicales y chocaban con la línea oficial, tanto la del Gobierno como la de la iglesia. Mostramos aquí tres “guerras” en las que participó “el rey de la polémica”.
A Tolstói no le gustaba el Gobierno. No solo el ruso sino el concepto mismo. Tal y como escribió en un periódico norteamericano en 1904, durante la guerra ruso-japonesa: “No estoy ni a favor de Rusia ni de Japón, sino que estoy con las clases trabajadoras de ambos países, forzadas a ir a la guerra”.
En otras palabras, el autor era un anarquista autoconsciente. El filólogo Andréi Zorin señala, desde la niñez la idea de la supresión del individuo (y el poder, incluso el moderado y limitado lo hace) le parecía violenta e inaceptable.
Su humanismo se oponía a cualquier poder, lo que lo convertía en un un peligroso liberal ante los que estaban al cargo. Tolstói creía que para ascender a la cima de la sociedad hacían falta astucia y trucos sucios, así que quienes gobernaban el mundo eran los peores.
Vladímir Lenin.
ZUMA Press/Global Look PressAl mismo tiempo, Tolstói nunca fue un revolucionario, ya que no creía en métodos violentos. Aunque Lenin llamara a Tolstói “el espejo de la revolución rusa” por sus descripciones de las profundas contradicciones que había en a sociedad rusa, también criticó al autor por sus puntos de vista “incoherentes” y por sus insuficientes críticas al Gobierno. A Tolstói no le importaba y estaba más interesado en la vida espiritual que en la política. Pero en esta área tuvo conflictos todavía más serios.
Fue un creyente durante toda su vida, pero hubo un punto en el que Tolstói se separó de la postura oficial de la Iglesia Ortodoxa. Cuando tenía unos 20 años escribió en su diario que su objetivo era crear una nueva religión, un cristianismo “purificado” de misticismo. Sus seguidores y él mismo creían en Cristo y se autodenominaban cristianos, apelaban a centrarse en vivir esta vida de manera sabia y correcta, sin esperar a la vida venidera.
Tolstói defendía unas estrictas normas morales y rechazaba los milagros. Por ejemplo, para él Cristo no había resucitado tras la crucifixión. Solamente era un hombre recto, no el Hijo de Dios. Este enfoque, de “cristianismo sin milagros” provocó la indignación de los mandatarios de la iglesia.
A Tolstói le encantaba criticarlos con dureza y llamaba a los curas rusos “autoconfiados pero perdidos y poco instruidos, vestidos con seda y terciopelo”. Consideraba a la Iglesia como algo corrupto, con poder y dinero, y no la consideraba una autoridad moral.
Los líderes de la Iglesia tampoco escatimaban en sus críticas a Tolstói. El presbítero Juan de Kronstadt, uno de los más famosos de su época y que ha llegado a ser canonizado, describió a Tolstói como alguien que “ha pervertido todo el sentido del cristianismo... se ríe de la Iglesia con la risa de Satán”. Incluso rezó para que muriera en 1908.
Juan de Kronstadt.
Dominio públicoEstos puntos de vista anarco-pacifistas, junto con su enorme popularidad y críticas a los curas hicieron que fuera excomulgado de la Iglesia ortodoxa en 1901. El lo reconoció y estuvo de acuerdo, ya que no creía en algunos dogmas y le parecería hipócrita ser parte de la Iglesia. Su excomunión sigue vigente y no hay cruces que marquen su tumba.
El escritor inglés también fue objeto de crítica por parte de Tolstói pero no pudo responderle, ya que había fallecido en 1616.
William Shakespeare, obra de John Taylor.
London’s National Portrait Gallery“No hay un ni una charla humana en sus obras”, escribió Tolstói en un largo ensayo dedicado al legado de Shakespeare. También afirmó que sentía “una irresistible repulsión y tedio” cuando leía sus obras, independientemente de la lengua en que las leyese, bien en ruso, inglés o alemán.
Es poco probable que Tolstói pensara que sus críticas fueran a socavar la influencia que Shakespeare tenía pero no podía dejar de escribía todo en lo que creía. Incluso para atacar las obras de su compañero Antón Chéjov, Tolstói puso a Shakespeare como ejemplo: “Antón Pávlovich, Shakespeare era un mal escritor y creo que tus obras son todavía peores”. La historia ha demostrado que se equivocaba. Tanto Chéjov como Shakespeare se siguen representando en teatros de todo el mundo.
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