Muchos recuerdan los últimos años de la URSS con colas interminables para obtener algunos productos, que de repente se pusieron a la venta en una tienda cercana. Las estanterías de las tiendas estaban vacías y en muchas lo único que había eran latas sin fin de pescado en conserva. También hay quienes tienen gratos recuerdos: pan caliente, leche fresca, pasteles con crema hecha de mantequilla real, que incluso los niños en edad escolar podían comer sin problemas y generosos festines familiares. Hemos preguntado a los rusos que tienen experiencia de primera mano de la vida de entonces cómo era realmente la situación alimentaria en sus ciudades.
Variedad de la nada
“El desayuno normalmente consistía en gachas de sémola; el almuerzo se hacía en casa y solía ser una sopa, al igual que la cena. La salchicha y el queso eran una rareza. Comíamos carne una o dos veces por semana. Pero había una gran variedad de pasta y fideos, aunque de poca calidad”, dice Alexéi Karamázov de Yakutsk (Siberia).
La mayoría de los alimentos que llegaban a Yakutsk venían desde otras partes del país, con la excepción del pan y la leche. “La leche era fresca, se vendía en grandes barriles amarillos. El pan también era local: había una gran fábrica en nuestra ciudad”. En cuanto a las frutas y verduras, solo se podían comprar en temporada. Además de las tiendas ordinarias, Yakutsk también tenía un mercado, donde se podía comprar prácticamente de todo, aunque tenía precios muy altos y una persona normal no se lo podía permitir.
“No nos moríamos de hambre, - dice Olga Bozhedomova de Jabárovsk (en el Lejano Oriente). - Papá salía a cazar y a pescar, así que siempre teníamos carne y pescado. Lo que no se puede decir de las tiendas, aunque las centrales eran una excepción”.
En cuanto a las frutas y verduras, la familia de Olga las obtenía de la dacha, donde cultivaban y luego hacían conservas para el invierno. “Las tiendas vendían patatas, zanahorias, remolachas y coles, que se agotaban al final del invierno”, dice.
“Papá solía decir: nuestra comida es sopa de col y gachas, - recuerda Natalia Necháieva de Perm (en los Urales). - En un día normal, comíamos chucrut (lo hacíamos en cubos en casa) y patatas, luego mamá traía chuletas de su comedor de la fábrica, la carne era difícil de conseguir, al igual que las salchichas”.
Perm también tenía un mercado, donde todo se vendía a precios exorbitantes, recuerda Natalia. Eso sí, siempre había pan y leche. “Era una verdadera alegría cuando distribuían paquetes de comida en la fábrica. Además de pollo, que siempre estaba en demanda, y una lata de leche condensada, se conseguían dos kilos de azúcar”, dice. Para que la carne y el pescado duraran más tiempo se preparaban alóndigas o pasteles de pescado. “La mayonesa y el pescado solo se conseguían en vacaciones”. En cuanto a los pasteles, la gente suele hacerlos ellos mismos o ir a buscarlos a Moscú, donde se podían comprar más cosas y a precios más baratos.
Horquillas de precios
Durante el período conocido como “estancamiento” (que comenzó en los 60 y se prolongó a lo largo de la década de los 70),en muchas ciudades soviéticas hubo escasez de bienes esenciales, desde carne hasta automóviles. Una de las principales causas fueron las deficiencias provocadas por la economía planificada. Aunque no hubo falta de alimentos en todos lados.
“En 1986-1987 viví en Moscú y cuando volvía a casa de mis padres, les llevaba café, salchichas, queso, Pepsi y Fanta. En Moscú había de todo”, dice Natalia.
La URSS tenía un sistema con diferentes “categorías de suministro”: especial, primera, segunda y tercera. Las dos primeras incluían a Moscú y a Leningrado, a las capitales de las repúblicas soviéticas y a las ciudades “cerradas”; la segunda categoría cubría la mayor parte del territorio y la tercera consistía en el Extremo Norte (Yakutia, Chukotka, Región de Murmansk y otras). Los productos alimenticios recibían “precios de zona”, que -entre otras cosas- dependían de los costes de transporte. Por ejemplo, en la primera zona, un paquete azucarillos costaba 94 kopeks; en la segunda, 1 rublo y 4 kopeks; y en la tercera, 1 rublo y 14 kopeks.
No es sorprendente que los residentes de otras ciudades viajaran a menudo a Moscú y Leningrado en busca de salchichas, carne y queso... La gente volvía con sacos y maletas llenas de comida que escaseaba en provincias. Había muchos chistes sobre los llamados “trenes de la salchicha”. Así dice uno, por ejemplo: El presidente estadounidense le pregunta a Brezhnev: ¿Cómo se las arregla para llevar comida a un país tan grande? - "Es muy sencillo: llevamos todo a Moscú, y desde allí la gente transporta todo por sí misma”.
Natalia dice que tenía parientes que vivían en un recinto militar cerca de Vladivostok (en el Lejano Oriente), que cada año les enviaban caviar rojo y pescado a Perm. Mientras que Olga recuerda que en Jabárovsk la gente tenía que hacer cola para conseguir productos lácteos. “En 1984, cuando fui de vacaciones al Báltico con mis padres, comí tortitas de requesón con crema agria en la cantina durante todo el mes que estuvimos allí, allí había una gran cantidad”, dice.
El dulce sabor de la infancia
Al mismo tiempo, todos recuerdan que aunque el chocolate escaseaba, conseguir algo dulce no era un gran problema. “Se traían dulces y pasteles de los viajes de negocios a Moscú y Leningrado, - recuerda Olga. - En cuanto a los helados, siempre había una gran variedad, todos muy sabrosos. Recuerdo que las máquinas expendedoras en las calles vendían refrescos”.
“En las tiendas de Perm se vendían caramelos hechos en Moscú y en una fábrica de chocolate local, - dice Natalia. - Lo que normalmente se veía en los escaparates eran caramelos duros y toffees, así que cuando aparecían caramelos de chocolate, nos volvíamos locos. La tarta Praga la solían traer de Moscú”.
“Con el comienzo de la campaña anti-alcohol 1985-1987, comenzó la escasez de azúcar, luego los caramelos duros comenzaron a desaparecer también ya que la gente los usaba para hacer cerveza casera, - recuerda Alexéi. - Pero se podía comprar 100 gramos de jalea a 3 kopeks y helado a 20 kopeks. Hoy en día puedes conseguir todo lo que quieras en Yakutsk, durante todo el año, para cualquier gusto y presupuesto. Pero, en mi opinión, el helado soviético todavía sabe mejor”.