La noción “espacio postsoviético” está vinculada con un estado de transición surgido tras la caída de la URSS. Entonces aparecieron en el mapa mundial 15 nuevos países. Las relaciones entre ellos y con el antiguo centro (Rusia) son en ocasiones complicadas y hasta hostiles. Hay cuatro países que no mantienen relaciones diplomáticas entre sí (por un lado, Armenia y Azerbaiyán; y por otro, Rusia y Georgia). Además hay conflictos fronterizos, sobre todo en las repúblicas de Asia Central, que no se han resuelto todavía y complican considerablemente la situación.
En cualquier caso, los estados independientes están más integrados en la economía y política mundiales que hace una década. Al mismo tiempo, importantes actores de la política internacional, como EE UU, la UE, China, Japón, Turquía, Irán y la OTAN han declarado algunos de sus intereses en el territorio de la antigua URSS.
El pasado común ya no juega un papel unificador y no se dan las condiciones para la reunificación de la ya antigua Unión. De modo que, ¿hasta cuándo podremos seguir hablando de las antiguas repúblicas soviéticas como de algo unido, un espacio vinculado por las fronteras del espacio postsoviético?
Pese a la fragmentación del espacio postsoviético y a la continuación de determinados conflictos, todavía se conservan lazos con el pasado soviético.
La disolución de la URSS ocurrida en diciembre de 1991 fue básicamente jurídica. Entonces comenzó un nuevo proceso histórico que dio impulso a la formación de nuevos estados y que se mantiene hasta la actualidad. La prueba de eso son los conflictos en Donbass, en Transdniéster, en Nagorno Karabaj, así como la situación política en Abjasia, Osetia del Sur y Crimea.
No solo se trata de la actitud de Moscú, Washington o Bruselas, sino también de la capacidad de las nuevas élites políticas de los países postsoviéticos para construir estados nacionales sin conflictos que tengan en cuenta los intereses de diferentes grupos étnicos y regionales.
El proceso de disolución de la URSS no solo se basó en las leyes sino también en la realidad política de aquel tiempo. Además de separarse de la Federación de Rusia, los nuevos estados querían conservar las fronteras de la extinta URSS. Moscú también estaba interesada en preservar su territorio y en esos momentos no tenía gran capacidad para mantener su poder e influencia. En algunos lugares se dio una crisis de legitimidad, cuando parte de la población se negó de aceptar el nuevo estado.
Allí donde sigue habiendo un conflicto no es el diálogo lo que ayuda a su resolución sino los actores exteriores. Si no logran hacerlo con el apoyo de Moscú, tratan de mejorar sus relaciones con Occidente. Rusia está interesada en que la culminación del proceso de disolución de la URSS sea un asunto interno de las antiguas repúblicas soviéticas.
En cualquier caso, Rusia va a desempeñar un papel clave en la determinación de la futura configuración del espacio postsoviético. Ante este escenario, hay tres variantes que parecen las más probables del desarrollo de los hechos.
El primero es el más positivo para los intereses de Rusia. Se basa en el arreglo de los conflictos etnopolíticos y del reconocimiento mutuo de las fronteras. Su éxito depende de la transformación de las élites nacionales en sujetos políticos propios y de sus relaciones con Moscú. Así la nueva política exterior no estaría tan relacionada con el pasado soviético. Cada país podría eligir su propia línea en política exterior de acuerdo a los retos a los que se enfrente.
El segundo escenario supone el debilitamiento de Rusia. La presión de las sanciones, los problemas internos y la agudización de la crisis económico-social provocaría tendencias centrífugas y el debilitamiento del Estado. Esta desestabilización estatal de la antigua república soviética más importante implicaría un aumento del caos en todo el territorio postsoviético y en los países de la denominada “Gran Europa”.
La tercera variante es que Rusia se mantenga como un actor clave y que las antiguas repúblicas soviéticas atraigan a otros actores internacionales para la resolución de sus conflictos y también para enfrentarse a Moscú. En caso de que se dé este escenario, es probable que aumente el enfrentamiento con Rusia y el espacio postsoviético se convierta en un escenario de gran inestabilidad.
De esa manera, las nuevas élites nacionales están interesadas en que Rusia se mantenga estable y fuerte para poder actuar como moderador en el espacio postsoviético. Aunque el proceso que culmine con la disolución de la URSS podría durar aún más si las élites nacionales no son independientes en su política y promueven los intereses y objetivos de otros actores internacionales.
Serguéi Markedonov es profesor de en la Universidad Estatal de Humanidades de Rusia.
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