Mientras trabajaba como periodista deportiva fuera de su país, a Marina Dmujovskaya le molestaba a menudo cómo se imaginaban los extranjeros a Rusia. Un día, en Salzburgo, conoció a un fotógrafo austriaco, Georg Wallner, que soñaba con viajar en el Transiberiano. Decidieron emprender el viaje juntos y hacer un reportaje honesto e independiente sobre Rusia. Así nació el proyecto Mesto47.
"No sabíamos con qué personas nos encontraríamos en el camino", dice Marina. "Las 40 historias que hemos reunido durante el mes son historias de esperanza y desesperanza, de fuerza interior y debilidad espiritual, de profundos remordimientos por el pasado y de grandes planes para el futuro".
1. Vasili, el imitador de Putin en Moscú
Este hombre de Novosibirsk tenía un negocio de pieles, pero un día su vida cambió por completo. Cuando Vladímir Putin se convirtió en presidente, los amigos de Vasili se dieron cuenta de que ambos se parecían mucho. Desde entonces, se ha quedado con el apodo de "Putin".
En 2015, la tienda de pieles de Vasili se quemó y perdió todo su dinero; entonces, se puso en marcha hacia Moscú. "Empecé a hacerme pasar por Putin en la Plaza Roja, ahora me gano la vida por mi similitud con Putin", dijo. "Trabajo junto a Stalin, y nos hicimos muy amigos".
Vasili cree que su parecido con Putin no es una simple coincidencia y siente que hay una especie de misión detrás. Sin embargo, este trabajo no resuelve sus problemas económicos, aunque da muchas alegrías a los turistas chinos en Moscú.
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2. Anna, encajera en Nizhni Nóvgorod
Cuando era niña, Anna decidió probar esta antigua técnica en el Centro de Artesanía Infantil, y finalmente se convirtió en su profesión. Aunque esta antigua industria rusa se arruinó por completo en los años 90, recientemente ha recuperado su popularidad y ahora es habitual en el mundo de la moda.
Aunque es una hermosa forma de arte, esta artesanía provoca problemas en las articulaciones y los dedos, así como osteocondrosis. Antiguament las encajeras sufrían mucho por ello. Sin embargo, Anna sigue las normas de seguridad e higiene: no trabaja más de cinco horas al día, descansa regularmente y hace fisioterapia. Los ingresos de Anna eran bajos al principio, pero ahora gana bastante dinero.
Apoya la estructura familiar patriarcal y se siente feliz de que su marido se enorgullezca de mostrar sus creaciones a los invitados. "Lo que está ocurriendo con la institución de la familia en Occidente y lo que se está acercando a nosotros aquí, todo eso me resulta muy extraño", dice.
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3. Irina, guía de los pilares de Krasnoyarsk
En Krasnoyarsk, Marina y Georg conocieron a Irina, una alpinista que pasa casi todo su tiempo en los Pilares de Krasnoyarsk (o Stolbi, como se llaman en ruso), que es un increíble parque nacional. Es una adicta a la adrenalina y tiene más de 60 años; lleva unos 50 escalando. "Cuando tenía seis años, mi familia se trasladó a Krasnoyarsk y mi madre me llevó a Stolbi. Después de esto, apenas me veía en casa...", dice Irina.
Trabaja como guía controlando la seguridad de los turistas, pero cuando está sola suele escalar sin cuerda y conquistar los picos más difíciles en solitario.
Es profesora de escalada en la Universidad de Krasnoyarsk y trata de ayudar a los estudiantes a escuchar a la naturaleza y comunicarse con ella.
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4. Mineros en el Lejano Oriente
Los mineros volvían a casa en tren. Trabajan para una empresa suiza de extracción de oro y en el vagón comedor del tren estaban bebiendo, cada vez más francos con cada trago de vodka.
"Para ser minero hay que ser fuerte y tonto. ¿Por qué fuerte? Porque es un trabajo físico, hay que desconectar el cerebro y trabajar, trabajar, trabajar. ¿Por qué tonto? Para no tener miedo en un espacio confinado y oscuro", dijo uno de los chicos. Admitieron que la vida de un minero es imposible sin humor negro: trabajando en medio del peligro constante hay que encontrar formas de bromear.
Mientras beben, estos mineros recuerdan la poesía y los poemas que aprendieron de memoria en la escuela. Al igual que muchos patriotas rusos, adoran a Yesenin, un poeta que alababa los abedules y los bellos paisajes rusos.
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5. Andréi, un marinero de Vladivostok
La vida de un marinero no es fácil, dice Andréi. A los 23 años, ya se siente como si tuviera 30. La escuela naval fue un gran desafío. Una vez, un sargento le hizo aguantar cuatro días de guardia con sólo cuatro horas de sueño. Además, el tiempo que pasas en el mar es psicológicamente difícil: "El submarino puede estar en el fondo del océano durante un mes, tiempo en el que no ves la luz del día. "
Admite que no encuentra su amor y que es difícil, ya que está constantemente de servicio. Su ex encontró a otro hombre mientras él estaba en el mar y eso fue muy doloroso. Pero Andréi sueña con encontrar una joven encantadora que le apoye y acepte su trabajo. Está muy orgulloso de su trabajo como marinero y dice que es un verdadero patriota. "Este es mi país: amo su territorio, su naturaleza, sus habitantes, su gente, literalmente todo. He crecido aquí", dice. "Mi abuelo luchó, mi bisabuela dio su vida por este país".
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