“Invierno de cerezas” es la manera extraoficial que los meteorólogos han usado para referirse al invierno siberiano de este año. Cuando en esta época del año la temperatura se eleva por encima de la norma climatológica, se marca en rojo en el mapa. El gráfico de 2019 parecía como si alguien hubiera derramado vino sobre él.
Los registros de temperatura en Rusia son ahora noticias habituales. El pasado 20 de junio el meteorólogo francés Etienne Kapikyan registró +38ºС en Verjoyansk (Siberia), la ciudad más fría de la Tierra. Se trata de la temperatura más alta jamás registrada dentro del Círculo Polar Ártico.
En Siberia occidental han sido habituales las temperaturas anormalmente altas desde enero y mayo ha sido el mes más caluroso registrado en la región. En otras partes de Rusia los vendedores de abrigos de piel y los propietarios de estaciones de esquí también han estado contando sus pérdidas.
Los científicos informan de que Rusia, que tiene dos tercios de su territorio cubierto por una capa permanente de hielo llamada permafrost, se está calentando más rápido que cualquier otro lugar del planeta.
¿Por qué Siberia es tan cálida?
Hay varias razones y lo que estamos observando ahora es su efecto acumulativo.
El doctor en ciencias geográficas, Alexánder Kislov, señaló que el clima en Rusia (como en Europa) depende del comportamiento de dos vórtices gigantes - un anticiclón que se encuentra en las Azores en el Atlántico, y el ciclón, en la región de Islandia. Resulta que la intensidad de estos vórtices tiende a variar de forma sincronizada. Y cuando ambos están enfurecidos, “provocan que una enorme corriente de aire húmedo y caliente” se desplace sobre el continente. Dice que el invierno pasado los vórtices fueron especialmente fuertes.
Pável Konstantínov, profesor titular del Departamento de Meteorología y Climatología de la Universidad Estatal de Moscú, dijo a Russia Beyond que el caluroso invierno en Rusia es una consecuencia de la distribución de la presión en el hemisferio norte a lo largo de este año. Así que, en su opinión, es erróneo considerar la anomalía actual como un resultado directo del calentamiento global. No es tan sencillo. “No significa que todos los inviernos subsiguientes serán así. No es la nueva norma”, cree Konstantínov.
El hecho es que el invierno anormalmente cálido provocó en muchas zonas una primavera seca y bajos niveles de humedad en las capas superficiales del suelo. Esto podría provocar más incendios forestales importantes en Siberia. A finales del verano del año pasado, los fuegos cubrieron alrededor de 2,5 millones de hectáreas, y este año, según el Washington Post, ya se han quemado más de 600.000 hectáreas de bosque.
Los cambios climáticos son particularmente evidentes en la región del Ártico. “El Ártico se está calentando en su conjunto, mientras que en Siberia los cambios no son uniformes”, añade Konstantínov. “Pero el calentamiento del Ártico y de Siberia no están directamente relacionados. Se está calentando en el Ártico debido a la mayor latitud”.
En general, Rusia se está calentando unas 2,5 veces más rápido que el promedio mundial, afirma Andreí Kisiliov, investigador principal del Observatorio Geofísico Principal de Voeikov. “Se debe a las características geográficas: vivimos en un solo cinturón donde la superficie terrestre supera significativamente la superficie del agua. El océano, como un enorme acumulador de calor, puede neutralizar el impacto de las condiciones cambiantes, pero la tierra tiene una capacidad de calor completamente diferente”. Y esto tiene consecuencias.
¿Qué será lo siguiente?
“A lo largo de mi larga carrera como especialista, nunca he visto orugas tan grandes y de tan rápido crecimiento”, dice Vladímir Soldatov, director del Centro de Protección Forestal en el territorio de Krasnoyarsk. En particular, se refiere al gusano de seda de Siberia, que se alimenta de corteza de árbol, brotes y agujas, y en condiciones cálidas puede crecer hasta dimensiones considerables.
Las enormes polillas pueden sorprender e incluso deleitar a los entomólogos, pero esa no es la cuestión: las orugas destruyen los bosques y los hacen más vulnerables al fuego. Este año, el gusano de seda fue visto a 150 km al norte de su zona de hábitat habitual y se cree que ya ha acabado con más de 120.000 árboles.
Otro problema importante son los desastres de origen humano, como el que ocurrió en Norilsk en junio de este año. Según una versión de los acontecimientos, los cambios climáticos causaron la corrosión del fondo de un tanque de almacenamiento, lo que dio lugar a un derrame de más de 20 toneladas de petróleo. En palabras de Gueorgui Safónov, director del Centro de Economía Ambiental y de Recursos Naturales de la Escuela Superior de Economía de Moscú, hay más de 5.000 derrames de petróleo cada año en áreas de permafrost debido a accidentes con oleoductos. Es más, absolutamente toda la infraestructura de las regiones del norte de Rusia se está deteriorando rápidamente debido a la humedad y la condensación en las paredes; los nuevos edificios quedan en mal estado tras tan solo siete o nueve años.
Por último, los llamados “incendios zombies” en el Ártico están empezando a preocupar cada vez más a los científicos. Son incendios que sobreviven bajo tierra durante el invierno, incluso bajo una capa de nieve y pueden resurgir en la primavera siguiente. “Este año, en invierno, hubo un número inusualmente alto de incendios de turba”, señala Grigori Kuksin, jefe del equipo de bomberos de Greenpeace Rusia.
En realidad, el fenómeno no es nada nuevo, y se observa cada año en alguna región de Rusia, dice Konstantínov: “En la década de 1970, las turberas alrededor de Moscú ardían en secreto, lo que hacía que la nieve del invierno fuera negra. Todos lo vimos”. O tomemos, por ejemplo, el año 2010, cuando todo Moscú quedó cubierto de smog debido a la turba ardiente. Pero los incendios de este tipo se están arrastrando hacia el norte, a regiones donde son atípicos. “Estos incendios no son característicos del Ártico, pero están empezando a aparecer allí también”, señala el experto.